martes, 28 de agosto de 2007

Los tiempos han cambiado

Cruzar la calle, toparte con una cara conocida, que casi no recordabas ya. La reconoces de un fogonazo, un flash que te retrotrae a tiempos difusos. Ya han pasado más de diez años. Está nublado. De su rostro se han borrado aquellas líneas perfectas y elásticas que conocías. Aunque aún es joven, la vida ha dejado algún navajazo, aflora alguna cana, la sonrisa es más madura, más profunda. Hablamos.

Me he casado. Vivo con él, con ella, y todos nos va muy bien. Ya tengo un trabajo más o menos fijo, él... bueno, sigue opositando. Esperemos que haya suerte. Ahora con el niño es todo un poco más complicado, pero nos hacía ilusión.

Oye te veo genial. Y yo a ti. Es como si no hubies pasado el tiempo. Pero el tiempo ha pasado desde aquella noche que nos colamos a fumar porros en el club y nos besamos bajo las estrellas. Ha pasado desde que corrimos desnudos, borrachos por la playa, jurando amistad eterna. Ha pasado desde estrellamos aquella moto y nos peleamos con los de la pandilla del barrio de al lado.

El tiempo ha pasado ya. Lo supe ayer cuando iba en el coche, Umbral aún no había muerto, y sonó esta canción de Celtas Cortos en la radio. Una canción que me recordó, automáticamente, los años en los que fumaba porros en sitios prohibidos y robaba besos de instituto. Aunque entonces, cuando la escuchaba, no la entendía.

Y bueno, pues nada, que ya nos veremos, que siempre me gusta volver a verte, que sigues igual de guapa, que te veo igual de joven, que los años no borren la sonrisa ni nos conviertan en puros extraños.


miércoles, 22 de agosto de 2007

Muchos poco vs pocos mucho

Entre los muchos que te quieren poco y los pocos que te quieren mucho, ¿con qué nos quedamos?

La versión platónica nos dirá: con los pocos que te quieren mucho. La versión posmoderna es a la inversa: los muchos que te quieren poco. O un poco, sería más correcto decir.

Pero, ¿es un juego de suma cero? Es decir, ¿los muchos que te quieren poco, sumados, pueden aportar la misma cantidad de amor que los pocos que te quieren mucho?

Hipótesis de trabajo: Sí. Ambas estrategias te pueden aportar la Ración Diaria de Amor (RDA) recomendada por todos los dietistas del "cuore".

Si bien, la estrategia posmoderna tiene una ventaja añadida: uno mismo (one self). Tú quieres poco a muchos. Por tanto, quieres en la misma cantidad que si quisieses mucho a pocos. Pero diversificas tu amor, y el coste-oportunidad es menor. En otras palabras: el riesgo a perderlo todo no existe. El peligro de un "crack sentimental" está neutralizado. Y además... con esa inversión diversificada, obtienes la misma cantidad de amor que corriendo riesgos.

Vistas así las cosas, ¿para qué querer mucho a pocos, pudiendo querer poco a muchos?

domingo, 19 de agosto de 2007

Ensanche

Viajar, aunque sea a Barcelona, es siempre un ensache. Si encima te hospedas en el Ensanche, más amplios son los horizontes. Las diabólicas simetrías de esta ciudad frondosa hacen que la vida parezca una rejilla de Excell.

Desde la playa de la Barceloneta hasta la calle Sepúlveda, cerca de Universidad, hay turistas, tiempos muertos, músicos callejeros, música de callejones, el MACBA, los amigos y la noche.

El ambiente "international gay" de Barcelona nos ha deparado un nuevo especimen rosa: la muscu-calva. Se trata del varón homosexual que, a partir de los 34, 35... decide raparse la cabeza, ponerse musculoso y dejarse algo de barba... En Metro todos eran así.

Ayer M y yo fuimos a una discoteca llamada Razzmatazz, templo industrial de la "modernezz". Hoy tenemos la cabeza como una chapa y los ojos como unas gafas de pasta, pero la verdad es que lo pasamos "molt bé".

A la salida, nos hicimos una pregunta metafísica:

¿Hay que ser feo para ser moderno, o ser moderno para ser feo?

¿Qué dejamos de ser nosotros?

sábado, 11 de agosto de 2007

Con las manos en la casa

Mi nueva -pequeña- casa aparece en el mapa laberíntico de mi vida como una antípoda de la casa donde he vivido estos dos últimos años. He pasado de vivir en "El Candado" a vivir en "Compañía" (los nombres de las calles son reales).

Han sido dos años padeciendo la vida hermética en la urbanización a las afueras de la ciudad, lejos de la humanidad bulliciosa, donde en lugar de cafeterías y comercios y librerías y ateneos y teatros hay pistas de pádel y campos de golf. Mi recién estrenada callecita es peatonal y fresca, está biselada con ese deterioro a veces imperdonable, a veces encantador, que troquela el centro histórico de la ciudad, y en las paredes de sus edificios, a menudo ruinosos, hay versos sueltos (¿libres?).

Justo al salir del portal de mi casa, en la pared de enfrente, hay un verso de Horacio: "Ve donde tus pies y los vientos te lleven". Eso haré. Es un buen comienzo.

Por ahora el pisito está vacío aunque ya he llevado ropa y libros -aún así, queda estantería...

Por cierto, la por fin real "Casa de los kamosisas" abrirá definitivamente sus puertas en septiembre, a la vuelta de vacaciones. Habrá pequeña fiesta de inauguración. Abriremos antes que Ikea, por lo que se ruega a los invitados ahorrarse ese estúpido y típico comentario cuando se entra en casa ajena con ánimo de desprestigiar al anfitrión: "Qué mono el sofá cama... ¿Es de Ikea no?"

Ahora tendré que releer rápidamente ese libro tan inútil y divertido, por otra parte, de Julian Barnes, "El perfeccionista en la cocina".

martes, 7 de agosto de 2007

Mudanza

Será en una semana. En dos. En tres. Estoy cansado de llevar años de bronca doméstica: primero con una pareja hecha para el combate, después con una madre imposibilitada para el cariño. No puedo más. Pero ahora puedo irme.

En mi nueva casa, estarán prohibidas las malas palabras, los gritos, los insultos. Estará terminantemente prohibido irse a la cama sin un beso de buenas noches, o marchar al trabajo sin otro beso y un "que te vaya bien", o no recibir con otro beso y un "qué tal tu día". Estará prohibido dar menos de muchos besos al día, terminantemente. Estarán prohibidos los silencios llenos de rencor, los ajustes de cuentas esporádicos con listas de reproches arqueológicos.

Mi casa será tan pequeña que no cabrá un mueble viejo o una mirada apolillada. En los ceniceros no se quedará nada humeando.

En mi nueva casa la felicidad será un objetivo político y no me saldrá jamás una cana después de una discusión; en todo caso, me saldrán por llorar de alegría, por temblar de cariño, por gastar esta vida, que es la única que tenemos, cometiendo la insensatez de gastarla a gusto. Cuando lleguen los malos momentos, habrá ingenuas palabras de ánimo que no resuelven nada pero que lo solucionan todo.

Pero si no llega esa persona que acate todas mis estrictas prohibiciones, seré feliz solo, en esa fortaleza infranqueable para los malos espíritus. Y descansaré. Sobre todo descansaré tranquilo.

sábado, 4 de agosto de 2007

Aquellos maravillosos años

Estaba muy bueno. Esa es una realidad incontestable. Ese rollo teenager de serie de instituto americana empezaba a hacer furor cuando yo era un adolescente, y aunque nunca me identifiqué con Sensación de Vivir ni "Malerós pleis", como decía mi tía, la verdad es que Nick Kamen estaba como un puñetero queso.

Y la cancioncilla no está mal. No estaba mal. Yo la bailaba en Bobby Logan, junto a otros quinceañeros.

Ah... aquellos maravillosos años...




PD: Otro día se lo dedicaré a John Secada... lo siento.

viernes, 3 de agosto de 2007

Cuando haya que decir adiós

El Dios abandona a Antonio

Si de pronto, a medianoche, se oye
Pasar un cortejo invisible
Con espléndidas músicas, con voces

Tu suerte que ya cede, tus obras
Que fracasaron, los proyectos de tu vida
Que resultaron todos ilusorios, no llores vanamente.
Como dispuesto desde hace tiempo, como valiente,
despídete de ella, de la Alejandría que parte.

Sobre todo no te engañes, no digas que fue
un sueño, que se engañó tu oído;
no aceptes esas vanas esperanzas.

Como dispuesto desde hace tiempo, como valiente,
como corresponde a quien fue digno de tal ciudad,
acércate resueltamente a la ventana,
y escucha con emoción, pero no
con los ruegos y lamentos de los cobardes,
como un último placer, esos sonidos,
los espléndidos instrumentos del misterioso cortejo,
Y despídete de ella, de la Alejandría que pierdes.

Constantino Kavafis.