domingo, 26 de abril de 2009

Vulnerable

Todo tiene el aspecto de una perfecta maquinaria irrompible, que avanza como si nada pudiera detenerla, hasta que el mínimo detalle, la pieza más nimia, falla, se oxida, y la locomotora está a punto de descarrilar. Algo de eso me ha pasado este fin de semana horribilis de dolencias encadenadas que espero se difuminen sin más esta semana. La cuestióne es que, cuando menos te lo esperas, te sientes mal, rematadamente mal, y te das cuenta de lo vulnerable de tu condición. Bueno, he tenido a R. cerca. Le debo todo lo que ha hecho por mí este chico.

Menos mal que la música -excipiente sin efectos secundarios- puede protegerte el ánimo. Como bien sabéis quienes frecuentáis el local kamosisa, tengo gustos a ratos arcaizantes, clásicos en cuanto a música moderna, nada a la moda. Ninguno de mi generación escucharía a Simple Minds o Peter Gabriel. Pero yo lo hago, con devoción. La música actual se hace para gente más joven, más básica que la de hace 30 años, lo cual no es ni bueno ni malo, pero lo que viene a llamarse "indie" me resulta a ratos insustancial, o un poco infantil, como de serie teenager americana. Un rato lo aguanto, pero es música que quemo enseguida. El dinosaurio de Peter Gabriel, probablemente el mejor músico a partir de los 70, ha sido injustamente denostado e ignorado por generaciones más jóvenes. En su música hay mucha ironía, variedad, imaginación y está cargada de matices.

Sé que estoy algo elitista, pero cuando uno está en la cama jodido tiene derecho a mirar a la humanidad circundante con cierta condescendencia!

viernes, 24 de abril de 2009

Llorando...

Lo recuerdo perfectamente. Difícil de olvidar. El día que vi Mulholland Drive, de David Lynch, recibí uno de los mayores impactos culturales que he vivido. Fue en los cines Princesa, en la plaza de los Cubos, una tarde de sábado. Iba con J., mi primera pareja. Quedé exahusto, confuso, triste, desolado, eufórico. Atado a la butaca. Con más preguntas que respuestas, y con la sensación de que las fronteras del cine -más que otras- están en continua expansión, como si, embarcadas en una exploración, a veces diesen, de golpe, con una una galaxia desconocida. Luego visité muchas veces el laberinto de la película. En cada visión, me perdía y me encontraba siguiento pasadizos diferentes, que me descubrían inéditos itinerarios. Aquí dejo esta porción del sueño/pesadilla.

martes, 14 de abril de 2009

Destinos

No sé si he esquivado al destino, o el destino me ha esquivado a mí. Aunque supongo que lo segundo, porque los cambios obedecen a una mecánica cuya lógica no nos conoce, ni nos pone cara, aunque a veces sí nos pone cruz. Como decía María Jiménez: "Se acabó". Se terminó. Y ahora, cuando el suelo se hundió justo después de que yo lo pisase y lo pasase, miro hacia atrás, como cuando el replicante de Blade Runner se acordaba de las naves ardiendo a las puertas de Orión y lamentaba que todos aquellos momentos -que vosotros no creeríais jamás- se perderán como "lágrimas en la lluvia".

Esta canción de PSB, "Love, etc", es nueva. Es nueva, y es vieja a la vez, como de hace 10 ó 12 años, como de los últimos 90. Me retrotrae a mis noches en Xenon, o en el Stars, o en Aliens. Cada garito -todos ellos muy modernos- era un atolón rodeado de arrecifes coralinos distintos, formados por sedimentos humanos, fauna nocturna tropical. Era la época en la que me escapaba del Colegio Mayor, en la zona de Moncloa, y dormía en casa de A., en la calle Libertad, escuchando el sedoso e hipnótico Bilingual, mientras follábamos y follábamos y sentía que aquel cuerpo canario y tan adolescente como el mío era una eternidad.


martes, 7 de abril de 2009

Siempre será es esa...

Forever, Mari Trini.


sábado, 4 de abril de 2009

Más que frenesí, amor

Claro. Faltaba una película, un poco tardía, excesivamente liviana, y tal vez con el único objetivo conocido de hacer caja atizando el desorden hormonal de los más jóvenes, ávidos de identidad y de transgresión, de ritmo alocado con el aliño insustituible de música, tetas y pollas. Pero lo que es faltar, faltaba, porque la narrativa audiovisual rara vez pone a un adolescente o post-adolescente en la pantalla de un cine si no es para reducirlo al cliché del futuro mayor, del viaje iniciático, del hombre en gestación, y nunca se arriesga a la inmoralidad de retratar a nuestros chicos tal como son, sin ambiciones visibles a largo plazo, movidos por el automatismo abrupto del deseo, del amor, del placer, del día a día, y el noche a noche.

Eso es Mentiras y gordas. Una pequeña verdad. Es una película mala, sí. Pero tal vez, por el efecto de ser la única de su género, y por lanzar una mirada hiperralista bajo los flases de la discoteca, en el swing espontáneo de los chill outs, con el sexo como decorado de fondo, será estudiada por sociólogos que quieran sentar cátedra sobre cómo viven (algunos de) nuestros más jóvenes.

El efecto, en mí, ha sido el recuerdo inevitable de esa edad. No era tan pijo ni tan gilipollas como los protas, es evidente. Pero me puse ciego de pastillas, como ellos. Follé donde pude y con quien pude, como ellos, cabalgando sobre el vértigo que da cruzar fronteras hacia zonas desconocidos: homo-sexualidad tentativa e incipiente, amistad vivida con el vínculo de la sangre y de la urgencia, amor, placer, cariño, miedo, incertidumbre. Las cosas no han cambiado tanto. Ha cambiado nuestra (mi) mirada.

Mi llegada a MAdrid, que fue la puerta abierta a ese caos donde indagué para ver quién demonios era o podía llegar a ser, estuvo acompañada por películas de desenfreno, sí, pero con protagonistas mayores, en el entorno de los 30. Los mismos narradores, Albacete y Menkes, con Más que amor frenesí, o No me hables de los hombres que me pongo atómica. Y recuerdo con especial cariño "Cuernos de espuma", del reciente y prematuramente fallecido Manuel Toledano.

Al fin y al cabo, el mundo no es tan diferente, no debemos escandalizarnos.