lunes, 30 de agosto de 2010

Aventuras y desventuras de Cosmética González, la travesti caníbal. Parte II

El Stars estaba semivacío, o semilleno (según el estado de ánimo del observador). Sonaba un techo-house bastante repetitivo que le producía un mareo ligero e hipnótico. En la puerta, Cosmética oteó la concurrencia con una voracidad mal disimulada, desde la altura suplementaria de sus soberbios taconazos, calculando la calidad nutritiva del personal. Desanimada, llegó a la conclusión de que la carne que se concentraba a esas horas era magra y puede que bastante seca. Asco de vida moderna. Si algo odiaba con todas sus perlas falsas era la moda vigoréxica que empezaba a arraigar en Madrid, la imparable plaga de los gimnasios, de los bícpes y las tabletas de chocolate, de los muslos de granito y los glúteos como de caucho... en conjunto, una carne humana excesivamente dura y desprovista de esas jugosas vetas de grasa que le daban una esponjosidad vacuna. ¡Qué había sido de las hermosas y orondas barrigas de antaño, de los músculos tiernos y caídos con dignísima naturalidad! Un taxista abierto en canal a la altura del esternón, con sus cuarenta y cinco años, su decena de kilos de más, su hedor a tabaco negro saliendo a bocanadas de la tráquea alquitranada, su casquería algo mugrienta y biliosa por la ingesta excesiva de cerveza, era el manjar más apetitoso que había probado hasta la fecha. El Paco español, descuidado, grasiento, ronco y algo infecto, seguía siendo su pieza favorita (el de sabores más intensos, todo un plato ibérico). Por contra, el joven nocturno era un aderezo insustancial, un aperitivo inocuo donde acaso lo más excitante que cabía esperar era el aroma del éxtasis o la cocaína. Carne blanca.

"Esto es una mierda, pero tengo que comer algo como sea", pensó.

- Ahora vuelvo chicas. Id buscando algo de tema -se deshizo con solvencia de Vladimira y Kathrina, que no dejaban de parecerle unas paletas.
- Cos... ¿qué es tema?
- Aprendiz de Mamachicho, eres imbécil. Tema es coca. Pareces mujer.
- Sólo lo intento. Como tú.
- La diferencia es que yo lo consigo, zorra. Busca algo de tema y nos ponemos a tono. Si no esto va a ser más aburrido que una gala del Moreno.

Había localizado a un posible víctima. Llevaba unos minutos observándola desde el fondo del local, fumando un cigarrillo y blandiendo una sonrisa rebosante de curiosidad por la figura excéntrica, seductora y aristocrática de Cosmética. Tendría unos treinta y cinco años. Moreno, contundente, barba de dos días, fuerte y algo velludo. Camisa a cuadros remangada. Un tío con sabor y, adivinaba, con algo de conversación. Comérselo sería un inesperado placer.

Caminó hacia él, con las piernas muy juntas, como si estuviera escocida, pues el cañón de la Magnum, a punto de escurrírsele, estaba aplastando su testículo derecho. Menos mal que llevaba el seguro, pensó, si no, en cualquier momento podría generarse una implosión testicular terrestre que salpicaría súbitamente de sangre y semen a toda aquella fauna.

- ¿Fumando esperas a la mujer que tú quieras? -le susurró, sugerente, Cosmética.
- Fumando te espero a ti, Diosa. ¿Cómo te llamas?
- Ah, ¿no me conoces? ¿No ves la tele?
- La verdad, no mucho.
- Vaya, ¿qué te pasas, todo el día en la biblioteca, o en el gimnasio?
- No he pisado jamás un gimnasio.
- Mmmm, ¿de veras? Esto se pone interesante.
- ¿Decías?
- Que tengo ganas de comerte.
- Jaja, qué cosas tienes... Pero tú eres... una drag queen, ¿no? ¿O una mujer?
- ¡Me ofendes! Claro que soy una mujer. Con una polla seguramente más grande que la tuya, pero no por ello menos mujer. ¿Y tú? ¿Tú qué coño eres?
- Soy investigador.
- ¿En qué campo, rey?
- Células madre. Biomedicina.
- Coño. Perdón. Un explorador de lo invisible, de lo microscópico. Qué interesante me pareces... No es habitual encontrar hombres como tú por aquí. Yo puedo ser una célula madre... excepcional. ¿Quieres investigarme? Puedo curar muchas cosas.
- Bueno, no creo que sirvas para curar el cáncer de hígado, pero tendrás tu interés.
- Sirvo para curar un cáncer peor, rey. El cáncer de la soledad.

La conversación se ponía interesante por momentos. Algo se dilataba en la boca del estómago de Cosmética. Aquel hombre le abría el apetito. Era feromona pura. Casi podía degustar la piel sudada debajo de la camisa Armani. Se fijó en su paquete, que abultaba en sus ajustados vaqueros . Si aquel tipo no tenía una erección, es que era un ser portentoso, un macho alfa excepcional. Los huevos siempre se los dejaba para el final. Delicia primorosa. Deglutir una glándula blanca del tamaño de una pelota de pin-pon, blanda como el algodón, cremosa como una ostra, supurando semen en gestación, con ese sabor que mezcla lo dulce y lo salado de una forma tan sutil, era una privilegio sólo apto para monstruos post-humanos como Cosmética.

De repente pincharon su tema favorito del momento, una elegante canción house que reventaba las pistas de Madrid y toda Europa, Music sounds better with you, de Stardust.



En ese momento, elevada por la música y el alcohol, con ese macho delante de ella hacia el que apuntaba su polla y su Magnum Parabellum, se sintió fuerte, se sintió invencible, y subida a esa adrenalina que la hacía saber que estaba viva, atacó.
- ¿Quieres que te cure la soledad?
- Jaja, ¿dónde?
- Tengo un ático cerca de aquí. Lo compré con lo que gano en bolsa.
- ¿Bromeas?
- Soy broker. Y breaker en mis ratos libres.
- Una mujer... con recursos...
- Desde muy pequeña supe aquello de pez gordo se come a chico. O devoras, o te devoran. Y prefiero pertenecer al primer grupo.
- Pensaba que las travestis erais normalmente... ya sabes, prostitutas, mujeres de la noche, algo así.
- De adolescente hice las pruebara para el entrar en el Cacao-Maravillao. Me tiraron. Y me metí en ICADE. Así de claro.
- Bueno, está bien, salimos... ¿y vamos a tu ático? Por dios, estoy algo nervioso, nunca he hecho esto.
- Tranquilo amor, que no como. O sí.
En la calle, mecidos por el sopor nocturno de Madrid, y mientras el hombre se dirigía sin saberlo a su final, él le preguntó.
- Por cierto encanto, aún no me has dicho cómo te llamas. Yo me llamo Mario.
- Encantado Mario. Yo me llamo Cosmética González.
- Vaya, ¿y por qué Cosmética?
Entonces ella se mantuvo en silencio. Entornó los ojos, y solemne, recitó:
- "La mujer está en su derecho, e incluso cumple una especie de deber aplicándose a parecer mágica y sobrenatural; tiene que asombrar, encantar; ídolo, tiene que adorarse para ser adorada." Baudelaire. Elogio del maquillaje... La cosmética me hace ser yo, ser quien quiero ser. Sin pintar, no soy nadie.

Continuará.