viernes, 23 de noviembre de 2012

George

He leído que ha suspendido la gira que tenía en marcha, por ansiedad. Su público se quedará sin escuchar en directo "White light", esa maravilla tan electrizante como profundamente triste, tan narcótica como estremecedora. Así es Michael, así ha sido su vida: una fiesta cancelada, o una fiesta que siempre termina en comisaría o entre sirenas, hacia un hospital. El placer al filo de la destrucción. La destrucción o el amor, que decía el poeta, ese ideal de vida al límite, esa manía inconsciente de encarnar la metáfora de nuestro propio absurdo.

Al final, George es sólo alguien que hace sin saber qué hace, que goza sin saber qué goza, que destroza y abraza, que renace de sus cenizas para impregnarlo todo con esa imprevisibilidad que sólo tienen los más grandes. De él dicen de todo: que es el último juguete roto de la fama y el pop, que tiene sida, que está loco de atar. Tal vez. Pero quien ha vivido tantas vidas en una puede morir muchas veces. Porque se va acercando a la eternidad.


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