lunes, 30 de junio de 2008

Casa

Hoy dormiré, años después, otra vez, en mi casa.

Mi casa que es ya otra casa, que habrá que hacer de nuevo: Con la ayuda de Ikea, remasterizadora útil de vidas rápidas, remezclador de minipisos versionados sobre la marcha, reinventados para el consumo como la sintonía variada de un mix.

Vidas por módulos, metros sampleados.

Mi casa, olerá a pasado, tendrá aún el eco de otras voces. Pero será, también, la cocina del futuro, el baño donde se lavan las cuentas pendientes, el salón donde se recibirá a nuevos invitados. Vivirla será llorarla, reírla, beberla, amarla. El ADN de una casa es su olor: ahí está la composición bioquímica de tus cariños, el rastro de tus ausencias, el aroma de tu vida.

Quimérico inquilino.

Mi casa de Kamosisa hoy abre hasta el amanecer.

miércoles, 25 de junio de 2008

Cartografía del afecto

Tengo dos catarros.

Uno es somático, es decir, físico, y lo estoy tratando con varios jarabes que horadan mi estómago cual orugas de metal. Sufro accesos de tos en los que parezco estar sometido a un proceso de exorcismo, y mi color es macilento, lo que bajo el sol impenitente de Madrid debe quedar, cuanto menos, très original.

El otro catarro es psíquico y social. Y lo tengo con algunas personas en concreto. Cuando me vine a Madrid, era consciente de que las expectativas que traía componían una fotografía lejana e imprecisa que, en el ajuste con la realidad, sufriría serias modificaciones. Donde creías que había un afecto, bien coloreado como una montaña alta, hay un valle muy profundo y seco. Donde pensabas que había un desierto ausente, hay una cordillera de cariño.

Unos pocos no han aparecido, ni para preguntar cómo me va la vida. Otros no paran de llamar, pensando más en ellos que en mí. El pequeño elefante llama cuando debe: el más joven es el mejor, un portento de intuición.

La cartografía del afecto retrata un panorama diferente al que esperaba, pero tal vez, con la misma altura media sobre el nivel del mar.

lunes, 23 de junio de 2008

Narciso

¿Qué es el amor?

Derrida responde a la cuestión eterna de varias maneras. Hace tiempo posteé un vídeo en el que el explicaba la irresoluble disyuntiva amorosa del qué y del quién. ¿Amamos al sujeto, en su específica individualidad, o nos enamoramos de sus cualidades?

En este vídeo, Derrida explica la relación entre Narciso y su Eco. El Eco repite, refleja, el discurso de Narciso, lo que Narciso es o dice. Eco es una copia de Ego. A través del Eco, Narciso se ama a sí mismo: es un amor reflexivo. A través de Narciso, Eco es capaz de amar lo otro, lo fuera de sí: de enajenarse. Y en esa desigualdad, en ese sometimiento, en esa sumisión, hay amor. Si somos ecos o Narcisos, sólo los dioses lo saben.

jueves, 19 de junio de 2008

Cambiar

Crecer dentro de unos márgenes. Moverse entre fronteras. Cambiar de posición dentro de unos límites.

Pero, ¿por qué no aumentar los márgenes, mover las fronteras, cambiar la posición de los límites?

¿Por qué, en vez de movernos nosotros, no hacemos que se mueva el mundo?

¿Por qué siempre damos por buena una determinada configuración de opciones, un singular sistema de posibilidades?

¿Por qué no cambiar el sistema?

¿Por qué no cambiar el mundo?

¿Por qué no cambiar de mundo?

miércoles, 18 de junio de 2008

Identidad

Es durante la adolescencia, en la dolorosa toma de contacto con la realidad, cuando se te rompe el alma. Y ese conjunto de grietas, fosos, muros de defensa y almenas improvisadas rápidamente te acompaña ya para el resto de tu vida. Lo que te hace ser seguro o inseguro, valiente o cobarde, defensivo o agresivo, tímido o lanzado.

Si quisiéramos cambiar los planos, deberíamos volver a ese periodo, tirar tabiques, rehacer el edificio.

De aquella época, no temo la oscuridad, pero soy hipocondríaco. No me da miedo estar solo, pero me hundo ante la agresividad, o el silencio, o la ausencia, o la traición de los demás. El mundo, en su ritmo infernal, en su autodepredación constante, sigue siendo un jeroglífico indescifrable para mí.

Me quedo como estoy, con el cúmulo de imperfecciones que conforman la serie alfanumérica de mi precaria identidad: mi proverbial ingenuidad antropológica, mi inclinación a la timidez bien disimilulada, mi humillación ante cualquier tipo de belleza, mi boquete en el pecho en el que falta cariño.

Pequeños tesoros.

jueves, 12 de junio de 2008

Sociedad desabastecida

Me despierto, desde hace meses, con una sensación extraña, una cierta incomodidad que me recuerda a cuando los zapatos no me encajan bien. Una malestar como de fin de ciclo.

Hasta hace poco, vivíamos en una sociedad de efectos sin causa. Y éramos felices.

Felices en la lógica de la abundancia que consiste en sustituir el producto por su sensación, por su placer. Es el efecto el que crea la causa; el acto de compra, de satisfacción de un impulso neuronal, el que genera la función.

Consumimos psicología: a cada marca, un valor diferente. A cada novedad, un estímulo antidepresivo. El mercado es una extensión de nuestro sistema nervioso, la proyección tasada de nuestro subconsciente. El consumo, una neurosis que devora la realidad, que tira de ella con su obsesiva ausencia de algo.

Y de repente, las causas se rebelan contra los efectos: el petróleo dice adiós, el plástico se encarece, el transporte se manifiesta.

Es como si todo el aparato productivo reclamase su existencia tras años de expulsión del sistema. Ahora nos toca a nosotros, parecen decir los elementos ocultos.

Tras un largo sueño plagado de miríadas de sensaciones, nos despierta una alarma con el aviso de que la realidad sigue esperándonos

PD: Lectura recomendada, “El país de las últimas cosas”, de Paul Auster.

lunes, 9 de junio de 2008

Lluvia

Vuelvo de un breve finde en Málaga, sazonado de playa y sol, con una pizca de noche, y me encuentro, otra vez, con el plomizo cielo velazqueño.

Vuelvo de la ligereza mediterránea, amable ante la vida, y me topo con el ronco cabreo madrileño, una urbe cada día más toscamente facha y amargada ante la vida.

Y eso que no cato Telemadrid, que apago el televisor cuando aparece Aguirre o cualquiera de sus consejeros, y que he decidido, en general, no exponerme al discurso tóxico de la prensa de derechas.

Es cierto: las playas de Málaga son prosaicas, populacheras, alborotadamente humiles, y contaminadas. Pero no menos impuro es el estado de ánimo de la capital, contagiado de taxista a taxista, de oficinista a oficinista, en una metástasis de áspero resentimiento.

Y a pesar de eso, me gusta la ciudad alegre y revoltosa que se intuye, que subyace debajo de los adoquines, que pega algún chispazo inesperado en alguno de sus rincones. La ciudad que fue algún día, con el viejo profesor. A ella me debo.

miércoles, 4 de junio de 2008

Princesita dundee ataca de nuevo

Así es la australianísima: una Princesita dundee. Edulcorada, plastificada, menuda, artificial, multicolor, redondita, menuda, marchosa, chillona:

Con ese glamour rubio-ñoño tan del regusto pop. Tan Jean Paul-Gaultier reloaded.

La imagina uno tomando un zumo de naranja en un Grand Hotel. Viajando con 300 maletas y 200 porteadores por los aeropuertos. Escogiendo con problemas qué gafa de sol ponerse para salir del avión privado y hacer tierra en... ¿en? ¿Madrid, Roma, Berlín? Cariño, ¿dónde quedaba eso?

¡Oh, tantos kyliómetros en este X-Tour!

Blufffff. La pantalla gigante acojona. Suena -originalidad ante todo- el comienzo de 2001: Así habló Kylie. Digo Zaratustra.

Los graderíos catapultan los gritos del mariconeo heterodoxo en ebullición ante la salida de la ídola (jovencitos de purpurina, maribollos mitómanas, treintañeros frívolos, muscucalvas, mezclados con heteropijos, rubias de bote y turistas).

Y entonces baja colgada de una especie de columpio-trono a medio camino entre lo faraónico y lo intergaláctico...

Se mueve. Contonea sus amplias caderas, con el muslamen oculto bajo faldas que flotan y que ella agita con sus manos. Y empieza la segunda canción, de las pocas que conozco: I can't get you out of my head.

Y el corazón de Madrid se consume bajo una piñata de colores pastel y ritmos neumáticos.

Viva Kylie y sus cambios de vestuario.

martes, 3 de junio de 2008

Fans

Si nada lo impide, y sin ser fans' de ella, esta noche iré al concierto de Kylie, antesala del Gay Pride de dentro de unas semanas.

Llevo el uniforme conciertero en una mochila. Cuando den las 20:30 me transformaré cual Jekyll en Hyde: me quitaré la corbata (nudo Ascott), me pondré mis zapatillas Levi's nuevas, mis vaqueros desteñidos (bleach estile) y mi camiseta ceñida.

Nadie me parará. Quemaré los desayunos hipocalóricos, pero me inyectaré glucosa popera intravenosa. Pasaré de las locomotoras de los AVE a la "locomotive" del petardeo. Y a lo mejor, se produce alguna interesante revelación.

Mañana es ya otro tema.