El arquitecto entra en la estancia. Ve un inmenso collage de fotografías de sí mismo: él paseando por Roma, él tomando café, él con su mujer en la entrada de un museo. Verse captado, como espiado por una mirada exterior de la que no tenía constancia, atrapado en ese estatismo, lo conmueve. Lo enfrenta a sí mismo. ¿Acaso el cine no es una sucesión de fotografías? ¿Un collage muy perfecto?
Tengo el vientre de un arquitecto de imágenes a mi lado. A diferencia de lo que ocurre en la película de Greenaway, no soy su mujer y no quiero envenenarlo con higos, como le sucedió a Augusto. Sólo quiero oír su respiración, porque es como la música de Win Mertens. A veces decidimos no hablar, y lanzamos mensajes dentro botellas que tiramos al océano. Y aquí va una...
miércoles, 28 de octubre de 2009
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