Una vez vista la película, creo que todos podríamos haber soñado alguna vez, en una de esas pulsiones sexuales inconfesables, ser alguna de las protagonistas de "Death proof", la última película de Quentin Tarantino. Han pasado décadas desde que Christian Metz escribiese su "Psicoanálisis del Cine. El significante imaginario" pero su afirmación de que el poder de la imagen se basa en su capacidad letal para colonizar el subconsciente y estructurar la libido mediante la identificación sexual que el espectador proyecta sobre el personaje son ya universales.
Somos, en el fondo, una suerte de voyeurs, de antropófagos escópicos que devoramos con la mirada carne humana asada a la parrilla de un buen gore.
La verdad es que poco importa que el argumento de la película sea una payasada "trash" a más no poder, lineal y hasta previsible, en la encrucijada entre las películas malas de coches de los años 70 y el film de terror adolescente estilo Freddy Krugger.
Lo profundo es la piel, que diría Deleuze. Es decir, la estética, la superficie pringosa de la película, su porosidad capaz de absorber todos los ingredientes kitsch del cine: música de otra época, pósters de películas, coches imposibles, peinados anacrónicos, vestidos pasados de moda, personajes de cómic deformados hasta lo grotesco. Todo, al servicio de un festín pop donde la propia pérdida de límites estéticos construye su propia frontera, su propio y único universo.
Pon en una misma cinta tías buenas y jóvenes, alcohol y marihuana, un sádico asesino con un coche "a prueba de muerte" (Kurt Russell, memorable), escenas de carreras y porrazos, algo de sexo, tíos horteras, fetichismo pedestre -nunca mejor dicho- y te sale una basura de serie B.
Pon todo eso en las manos de Quentin Tarantino y te sale "Death Proof".
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3 comentarios:
Tienes toda la razón. Puede ser un bodrio, pero no lo es. Puede ser un esperpento, lo roza, pero no lo es. Es como el gazpacho: cuando lo hago yo está incomible. Cuando lo hace mi madre está buenísimo.
Me alegro de volver a leerte, de tu mudanza y demas.
Keki como se puede ser tan macarra!
Lo llevo en la sangre, hija.
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