Fin de semana en Madrid. Revisitando el pasado, rediseñando el futuro.
Quedar con un ex -aunque, en principio, fuese para resolver temas logísticos- después de no verlo desde que cortaste es como coger una escalera doméstica y mirar en la tabla más alta de la estantería de tu habitación, esa que no ves, pero que sigue estando ahí.
De repente, encuentras el Quimicefa, polvoriento; los másters del universo, igual de cachas pero con algunos años más; el Trivial Pursuit versión de la época del parchís, no del juego, sino del grupo. Recuerdas las interminables tardes jugando con ellos y lo intensamente feliz que te hicieron. Te sorprende que esos cachivaches de sigan ahí, como desubicados, sin una infancia a la que proporcionar felicidad porque caray, tú ya no eres un niño. Y sin embargo, ahí permanecen, incrustados en tu identidad y en tu memoria, cogiendo polvo.
Con C. me ha pasado algo parecido. De repente, lo ves, oyes su voz, lo tienes cerca, casi puedes palpar su piel y es como si no hubiese pasado el tiempo, como si este momento perteneciese aún al día de antes de romper. Y recuerdas lo intensamente feliz que fuiste con él, una felicidad que en su momento creíste efímera, pero que ahora sabes que es eterna e irrepetible.
La tarde bien mereció sus llantos. Y después, sus risas. Y después, una despedida en paz. Madrid tiene muchas tablas altas de la estantería de mi vida. De una de ellas saqué esta comercial y petarda, pero hermosa, canción de Gala que tan buenos recuerdos me trae.
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1 comentario:
Kekichu: menos mal que no encontraste la manta eléctrica jajaj
Besiños
Beba
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