Y por cierto, ¿cuándo me haré rico, de una vez por todas, y para siempre, redactando el catálogo mundial de ideas, motivos y coartadas inverosímiles para echar suavemente al intruso y recuperar la dignidad y tranquilidad perdida? Podría titularlo: "Cómo invitar y echar de tu casa a gente de manera exquisita en pocas horas. 100 fórmulas".
¿Qué nos hace caer, una y otra vez, en el error? ¿El alcohol -que relaja tu alerta-, los flashes de la discoteca -que te impiden ver bien-, o la música atronadora -que evitan que escuches bien lo que te dicen-?
La soledad, o estar hundido en la más puerca de las miserias, como dice Lupita, es lo que queda del día soleado.
Escribo estas apesadumbradas líneas desde mi nuevo y flamante MacBook blanco institucional, más perita y mariquita que ninguno de los portátiles que he tenido. Te dan ganas de tener las uñas nacaradas sólo para teclear en este glamouroso artefacto con el que proyecto absurdas ocurrencias al proceloso océano de la blogosfera. Es probable que gracias a este bello aparatito escriba más y mejor, con una gramática más minimal, un discurso más apple. Decía McLuhan que el medio es el mensaje, luego tal vez el mensaje de mi vida cambie cambiando de medio, y entre en la nueva fase Mac.
El café, un zumo de naranja, leer el periódico. En suma, olvidar, reconstruirse, pasar como se puede el dolor de cabeza, eliminar los gin-tonics de la sangre. Y cualquier cosa es buena para sacudirse el tabaco de la noche pegado a tu piel. Una buena ducha, Listerine para erradicar el sabor de boca agazapado entre tus dientes, cambiar las sábanas. Pero la pregunta del millón es...
¿Cómo limpiamos el alma?
Hasta el próximo enésimo domingo.
3 comentarios:
¿Equivocación? ¿error? ¿por qué hay que limpiar el alma?
El impulso sexual está presente siempre, aunque nos liberemos de tabúes y represiones sociales alcoholizados de noche en discotecas, mayoritariamente.
Y el arrepentimiento puede llegar durante, justo después, o a la mañana siguiente, dependiendo de la gravedad del error o el nivel etílico en sangre.
Personalmente, a la mañana siguiente quiero estar más solo, cuanto más desconocido es quien amanece en mi cama.
¿Sentimiento de culpa judeo-cristiano, tal vez?
El alma hay que limpiarla de tristeza, a veces. Digamos que, para mí, mi cuerpo es una prótesis que depende de mi estado de ánimo. Y hay veces, como el sábado por la noche, que mi estado de ánimo no quería intrusos. Por eso pienso que me equivoqué.
Yo como no quiero esa sensación dentro de mí no me espero a la mañana siguiente, y me voy antes. Queda fatal, peeero...
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