En oposición a su imagen angelical e inofensiva, los atolones son los archipiélagos más peligrosos para la vida humana: navegación difícil por la proliferación de arrecifes, escasez de alimentos y de agua, abundancia de peces venenosos, tiburones y el capricho tempestuoso del Océano.
Es la metáfora perfecta de la verdadera Utopía: un lugar casi inaccesible que protege un interior lleno de vida propia dentro de la inmensidad del Pacífico. Una isla al revés, hecha de plantas marinas calcificadas y pretéritas, que ofrece una visión irreal de magnífica fragilidad, pero que constituye el muro separador más sofisticado del universo.
Y quién dice que, en lugar de irnos a una isla desierta, no queramos refugiarnos en el vientre oceánico de un Atolón.
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