Empecemos por el principio, ¿cómo se siente uno cuando logra entrar en una discoteca, Boite en este caso, lo cual en el Madrid gallardoniano post-Ussia es todo un logro, y se encuentra a su "ex", aquel al que no quiere encontrarse bajo ninguna circunstancia? Pues con una cierta sensación de noche tirada por la borda. De vaya mierda, éste qué coño hará aquí. Qué mal rollo y a otro sitio. El amigo con el que iba -no ajeno a esta casa- y yo, salimos por patas. Y nos dimos de bruces con la siniestra realidad de la noche madrileña: colas interminables en Ohm y en Cool, debido a las restricciones de aforo, gente vagando por la Gran Vía intentando, sin probabilidades, meterse en algún antro. Un panorama desolador.
Y ahí, a punto de volver a casa y acostarme amargado, se me enciende una bombilla. Le digo a mi amigo: vamos al Morocco. ¿Y eso qué es? Sí, el mítico local de Alaska en los 80. Poca cola. Bebidas algo más baratas. Música petarda a más no poder. Y aunque mi amigo es 8 años más "peque" que moi, y la sintonía de "La bola de cristal" le suene a disco de vinilo y escala en hi-fi, nos lo pasamos bien cantando "la vida es una tómbola" y "enamorado de la moda juvenil" y tal y tal. Nos emborrachamos a base de Tanquerais con tónica (receta que me enseñó Syal). La amargura de la noche se fue desdibujando. Nuestras mandíbulas empezaron a batir risotadas pedorras al ritmo de los hits patrios. Y vimos a un chico muy alto y muy atractivo, acompañado de dos chicas, con el que me puse a hablar, ayudado por la cogorza. Yo. No mi amigo, que siempre liga más que Yo, a pesar de que Yo no me puedo quejar. Resulta que el chico se llama como yo, y es de Parla. "Allí somos todos rojos", me dice. Y yo le digo, "viva Tomás Gómez". Y sonreímos, y cambiamos teléfonos, y, entre ayer y hoy, un par de mensajes de lo más prometedores. Por cierto que cuando le pregunté a qué se dedicaba, me respondió, "estudio diseño gráfico". ¿Trabajas, o diseñas? era una frase mítica de la movida.
Y luego, mi amigo y yo, tambaleándonos por la calle San Bernardo, fuimos a casa. A la mía, que es la céntrica. Borrachos como cubas. Y en casa, con los cola-caos derramados, yo poniendo Annabel Lee de fondo (la canción de Radio Futura), y amaneciendo, recordamos que hace casi un año que nos conocimos. Y nos abrazamos, nos hicimos mimos, y nos dijimos que nos queríamos, hasta cansarnos de decírnoslo. Si hubiese llegado la brigada anticursi en ese momento, nos pillan en gravísimo delito. Y así se esfumó una noche de lo más completa, con dos amigos borrachos durmiendo abrazados en un apartamento de la Plaza de España.
5 comentarios:
Keki a mi no me importa hacer de guia de museos para tu padre e Irene (que ya hemos quedao para salir otra vez) pero por favor vente un tiempito para acá que yo, en serio, te echo muchísimo de menos (y tu padre tb)
Por cierto no me has dicho ná de mi foto.Jo!
Morocco, ¿existe todavía? nunca he ido pero ganas hay, ¿lo sigue regentando Alaska?. En verdad, nunca he estado de marcha por Madrid. Me gustó mucho ese final de la noche, seguro que te quedas con eso. Yo he hecho varias veces eso de llegar a borracho perdido a casa e intentar deleitar al pasajero de turno con mis canciones preferidas.
Un abrazo.
Lo que sobra en toda relación es el ex.
A Ana: Pero si hablamos todos los días!
A Stultifer: Sin duda es lo que sobraba, pero los acontecimientos de después, lo hicieron desaparecer. Fue una noche extraña, pero muy feliz.
A Arguifonte: Pues ya saber. Estás invitado a una juerga por Madrid, cuando quieras (y mi jefa me lo permita).
Saludos, besos y abrazos, a todas.
Saludos desde Málaga, viendo este último post no se me ocurre mejor cancion que "Soleil, Soleil" de Dalida. Contra las borrascas del otoño-invierno...un buen rayo de sol a veces sorprende y agrada.
Megakarlos
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