Cruzar la calle, toparte con una cara conocida, que casi no recordabas ya. La reconoces de un fogonazo, un flash que te retrotrae a tiempos difusos. Ya han pasado más de diez años. Está nublado. De su rostro se han borrado aquellas líneas perfectas y elásticas que conocías. Aunque aún es joven, la vida ha dejado algún navajazo, aflora alguna cana, la sonrisa es más madura, más profunda. Hablamos.
Me he casado. Vivo con él, con ella, y todos nos va muy bien. Ya tengo un trabajo más o menos fijo, él... bueno, sigue opositando. Esperemos que haya suerte. Ahora con el niño es todo un poco más complicado, pero nos hacía ilusión.
Oye te veo genial. Y yo a ti. Es como si no hubies pasado el tiempo. Pero el tiempo ha pasado desde aquella noche que nos colamos a fumar porros en el club y nos besamos bajo las estrellas. Ha pasado desde que corrimos desnudos, borrachos por la playa, jurando amistad eterna. Ha pasado desde estrellamos aquella moto y nos peleamos con los de la pandilla del barrio de al lado.
El tiempo ha pasado ya. Lo supe ayer cuando iba en el coche, Umbral aún no había muerto, y sonó esta canción de Celtas Cortos en la radio. Una canción que me recordó, automáticamente, los años en los que fumaba porros en sitios prohibidos y robaba besos de instituto. Aunque entonces, cuando la escuchaba, no la entendía.
Y bueno, pues nada, que ya nos veremos, que siempre me gusta volver a verte, que sigues igual de guapa, que te veo igual de joven, que los años no borren la sonrisa ni nos conviertan en puros extraños.
martes, 28 de agosto de 2007
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1 comentario:
Aun sabiendo que el tiempo es una invención del hombre para explicarse no sé qué fenómenos, ¡qué cruel puede llegar a resultarnos el muy cabrón!
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