Dice un filósofo constructivista que la negación no existe, porque no se puede no-ser. Algo es, pero no no-es. No se puede ver que no se ve lo que no se ve (Heizn Von Foerster). Es una de mis máximas más maximalistas, con la cual me exculpo mecánicamente de cualquier desconocimiento operativo, alzheimer transitorio o despiste más habitual que ocasional.
El negacionismo irrumpe en nuestro maltratado campo semático y, según con qué se empareje, adquiere formas y sustancias inquietantes. Podríamos hablar del "negacionismo amoroso", o del "negacionismo amistoso". O del "negacionismo español", o del "catalán". O del "gay". Ajmadineyah es un negacionista gay: dice que en Irán no hay homosexuales. Cuando los hay, los niega ahorcándolos. Podríamos, de vuelta, llegar al punto de partida: negar la negación. Vaciar el vacío. Llenarlo. Existir. Volver a vivir.
La equívoca virtud de esta cópula conceptual es que niega lo que nombra, lo que funda. Lakoff dice: "cuando Nixon salió a la pantalla y dijo "no soy un chorizo", toda América supo que era un chorizo". Imperativo semiótico: comunicamos la comunicación.
Ya no sé que decir. Siempre seré lo que niego ser. No soy un kamosisa. No creo en el amor. No creo en este blog. OTAN no.
Eppur si muove.
Buen finde.
viernes, 26 de octubre de 2007
miércoles, 24 de octubre de 2007
Los países nocturnos
Hay una geografía de la mente.
Hay paisajes nocturnos, igual que hay territorios
en donde un sol dichoso se eterniza.
Hay países de sombra que regresan
en el maldito tren de largo recorrido
con parada en nosotros.
Hay un desierto de la inteligencia,
y he navegado océanos sin luz
al fondo de unos ojos
que no tenían fondo.
No es una nueva dimensión del mundo.
El primer hombre ya exploró la tierra
en su vastedad negra; le bastó un instante
de auténtico dolor, para haber fatigado
los trenes, los desiertos, las selvas y los ojos.
Estas desordenadas palabras en la niebla
no pretenden servir, ahora ni nunca,
de acta fundacional de ninguna ciudad.
Estas ciudades han sido desde siempre
y viven en el alma,
alzadas en un aire enrarecido,
callejón neblinoso por donde ya anduvimos,
extrarradio feroz al que nos condenaron.
Explorador sin suerte,
viajero del mundo que has perdido
el Sur y el Norte, y el avión de regreso
hacia una patria un poco más amable.
Hermano equivocado que estuviste
el día equivocado
en el equivocado centro de tu vida,
equivocando el modo de escaparte.
Hay una geografía de la mente.
Hay un teatro donde se representa
nuestro viaje hacia nosotros,
desde nosotros mismos.
Y en la escena final del acto último
hay un barco que se hunde en un hielo brumoso,
mientras en los salones
una orquesta fantasma
acomete un vals para los muertos.
Adivina quién fue invitado a los salones,
adivina quién baila la música fantasma,
y adivina quién
se hundió con ese barco.
Carlos Marzal.
Hay paisajes nocturnos, igual que hay territorios
en donde un sol dichoso se eterniza.
Hay países de sombra que regresan
en el maldito tren de largo recorrido
con parada en nosotros.
Hay un desierto de la inteligencia,
y he navegado océanos sin luz
al fondo de unos ojos
que no tenían fondo.
No es una nueva dimensión del mundo.
El primer hombre ya exploró la tierra
en su vastedad negra; le bastó un instante
de auténtico dolor, para haber fatigado
los trenes, los desiertos, las selvas y los ojos.
Estas desordenadas palabras en la niebla
no pretenden servir, ahora ni nunca,
de acta fundacional de ninguna ciudad.
Estas ciudades han sido desde siempre
y viven en el alma,
alzadas en un aire enrarecido,
callejón neblinoso por donde ya anduvimos,
extrarradio feroz al que nos condenaron.
Explorador sin suerte,
viajero del mundo que has perdido
el Sur y el Norte, y el avión de regreso
hacia una patria un poco más amable.
Hermano equivocado que estuviste
el día equivocado
en el equivocado centro de tu vida,
equivocando el modo de escaparte.
Hay una geografía de la mente.
Hay un teatro donde se representa
nuestro viaje hacia nosotros,
desde nosotros mismos.
Y en la escena final del acto último
hay un barco que se hunde en un hielo brumoso,
mientras en los salones
una orquesta fantasma
acomete un vals para los muertos.
Adivina quién fue invitado a los salones,
adivina quién baila la música fantasma,
y adivina quién
se hundió con ese barco.
Carlos Marzal.
viernes, 19 de octubre de 2007
jueves, 18 de octubre de 2007
El juego de la vida
Yo, que me sé militante de la demencia, afiliado al desvarío, abonado al desorden, no acierto a entender la lógica ilógica de esta ciudad.
Llevo dos meses y medio viviendo en el centro virtual de una urbe hecha de periferias, y los servicios básicos como luz, agua y teléfono se dejan caer por mi portal con una pereza episódica, como pensándose si los inquilinos merecemos recibir tan elocuente alarde de modernidad.
Antecedentes: Pozos Dulces está en boca de urbanistas e ideólogos de lo público como una pequeña pieza de museo. A menudo, es pronunciada con el embeleso snob por gentes que se alimentan de las palabras que dicen, como si nombrar fuese igual que comer o tener.
¡Maldita hegemonía de los nombres! Mi calle tiene mucho de dulce, y también de pozo. Agridulce determinismo lingüistico.
A la esquina, pequeño elixir de lo urbano, ya le han salido sabañones. Algunas pintadas marcan un territorio emocional: el de lo imposible, el de lo salvaje en proximidad.
Vivo en una encrucijada: entre calle y callejuela, entre lo peatonal y lo pedestre, entre el tiempo recuperado y el tiempo que se pierde.
M. vuelve a sazonar la mañana con otro poema vía e-mail:
LA VIDA EN JUEGO
Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde pongo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza.
Ángel González.
Llevo dos meses y medio viviendo en el centro virtual de una urbe hecha de periferias, y los servicios básicos como luz, agua y teléfono se dejan caer por mi portal con una pereza episódica, como pensándose si los inquilinos merecemos recibir tan elocuente alarde de modernidad.
Antecedentes: Pozos Dulces está en boca de urbanistas e ideólogos de lo público como una pequeña pieza de museo. A menudo, es pronunciada con el embeleso snob por gentes que se alimentan de las palabras que dicen, como si nombrar fuese igual que comer o tener.
¡Maldita hegemonía de los nombres! Mi calle tiene mucho de dulce, y también de pozo. Agridulce determinismo lingüistico.
A la esquina, pequeño elixir de lo urbano, ya le han salido sabañones. Algunas pintadas marcan un territorio emocional: el de lo imposible, el de lo salvaje en proximidad.
Vivo en una encrucijada: entre calle y callejuela, entre lo peatonal y lo pedestre, entre el tiempo recuperado y el tiempo que se pierde.
M. vuelve a sazonar la mañana con otro poema vía e-mail:
LA VIDA EN JUEGO
Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde pongo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza.
Ángel González.
lunes, 15 de octubre de 2007
Y llegó el puente...
Tan esperado.
Y el mismo jueves en que Rajoy hacía un llamamiento público a exhibir banderas de España, se celebró en la Sala Vivero la fiesta Bisturí.
Lo más granado del afterpop malaguita paseó sus huesos por la nave industrial del polígono la Estrella donde se celebró esta fiesta, muy al estilo new rave, versión meridional del Razzmatazz barcelonés. Pinchaba el Chico de Chico y Chica y Carlos Díaz Díaz, el barbudo diseñador de Cibeles que parece el alcalde comunista de un pueblo de jornaleros.
Lo más destacable fue el video-jockey, que proyectaba imágenes verdaderamente simpáticas bien acopladas a la música (y no era fácil, porque los que pinchaban tenían el criterio musical en el orto, capaces de pasar de Technotronic a La Terremoto). C, que conocía al videoartista, me comentó que un día de fiesta-desfase en su casa dirigió el proyector hacia la fachada del bloque de enfrente y puso pelis porno que animaron la vida nocturna del barrio. Málaga es así de trash.
Hubo música. Hubo chicos y chicas. Hubo heterosexuales y gays. Y también estuvo el kamosisa kamosiseando -me encanta referirme a mí en tercera persona, como hace Ibarretxe cuando dice: "el lehendakari"... Desperdiciando otra noche más para conocer a alguien a fin... al fin.
El viernes di con mis huesos en el Level, bar céntrico, cerquita de mi casa.
Una chica y un chico se acercan a M. Ella lo saluda. Él me mira. Altote, fuertote, guapote, y lo peor, con barbita. Un chico de esos que te dan paz con sólo mirarlos y te hacen creer que todo va a salir bien. Cada día tiendo más al prototipo de hombre con formato amplio, velludo y protector -sé que esto suena un poco hardcore. Lo cual tal vez indique que utilizo mi vulnerabilidad como brújula sexual-emocional.
Nos ponemos a hablar y a los diez minutos estamos cambiando teléfonos. Nadie se entera. Se van. Cuando estoy recogiéndome, minutos después, veo una llamada perdida suya... El final es previsible, ¿verdad? Parecía mayor que yo, pero semejante cachalote tenía sólo 19 años y me abrazaba en la cama como si fuese su padre, o su mejor amigo. Le gusta el cine independiente.
El sábado se inauguró, por fin, la casa de los kamosisas. Con vecina incluida. El estruendo parecía oírse en los confines de Pozos Dulces (mi calle) y estuvo a punto de provocar un levantamiento popular. Vino la policía. Cortamos y a la calle.
(Arguifonte, todas las chicas coincidieron en decirme lo guapo que eres. Y simpático. Sabes que yo también lo pienso.)
El domingo M. me llama. Llueve con desgana, como sólo sabe llover un domingo.
M. está triste. Voy a su casa. Después de mi fiesta, en algún bar, alguien le confirmó que su ex está con otro. El alcohol hizo el resto. En su séptimo con vistas a los tejados y a los nubarrones, apagamos el recuerdo con palabras, con silencios. Cuatro años queriendo son muchos años para evitar que se te corte la sangre cuando se certifica el final. Haciendo macarrones se terminó el puente.
Hoy M. me ha enviado un mail con Pandémica y Celeste, el poema de Gil de Biedma.
...yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse...
Au revoir.
Y el mismo jueves en que Rajoy hacía un llamamiento público a exhibir banderas de España, se celebró en la Sala Vivero la fiesta Bisturí.
Lo más granado del afterpop malaguita paseó sus huesos por la nave industrial del polígono la Estrella donde se celebró esta fiesta, muy al estilo new rave, versión meridional del Razzmatazz barcelonés. Pinchaba el Chico de Chico y Chica y Carlos Díaz Díaz, el barbudo diseñador de Cibeles que parece el alcalde comunista de un pueblo de jornaleros.
Lo más destacable fue el video-jockey, que proyectaba imágenes verdaderamente simpáticas bien acopladas a la música (y no era fácil, porque los que pinchaban tenían el criterio musical en el orto, capaces de pasar de Technotronic a La Terremoto). C, que conocía al videoartista, me comentó que un día de fiesta-desfase en su casa dirigió el proyector hacia la fachada del bloque de enfrente y puso pelis porno que animaron la vida nocturna del barrio. Málaga es así de trash.
Hubo música. Hubo chicos y chicas. Hubo heterosexuales y gays. Y también estuvo el kamosisa kamosiseando -me encanta referirme a mí en tercera persona, como hace Ibarretxe cuando dice: "el lehendakari"... Desperdiciando otra noche más para conocer a alguien a fin... al fin.
El viernes di con mis huesos en el Level, bar céntrico, cerquita de mi casa.
Una chica y un chico se acercan a M. Ella lo saluda. Él me mira. Altote, fuertote, guapote, y lo peor, con barbita. Un chico de esos que te dan paz con sólo mirarlos y te hacen creer que todo va a salir bien. Cada día tiendo más al prototipo de hombre con formato amplio, velludo y protector -sé que esto suena un poco hardcore. Lo cual tal vez indique que utilizo mi vulnerabilidad como brújula sexual-emocional.
Nos ponemos a hablar y a los diez minutos estamos cambiando teléfonos. Nadie se entera. Se van. Cuando estoy recogiéndome, minutos después, veo una llamada perdida suya... El final es previsible, ¿verdad? Parecía mayor que yo, pero semejante cachalote tenía sólo 19 años y me abrazaba en la cama como si fuese su padre, o su mejor amigo. Le gusta el cine independiente.
El sábado se inauguró, por fin, la casa de los kamosisas. Con vecina incluida. El estruendo parecía oírse en los confines de Pozos Dulces (mi calle) y estuvo a punto de provocar un levantamiento popular. Vino la policía. Cortamos y a la calle.
(Arguifonte, todas las chicas coincidieron en decirme lo guapo que eres. Y simpático. Sabes que yo también lo pienso.)
El domingo M. me llama. Llueve con desgana, como sólo sabe llover un domingo.
M. está triste. Voy a su casa. Después de mi fiesta, en algún bar, alguien le confirmó que su ex está con otro. El alcohol hizo el resto. En su séptimo con vistas a los tejados y a los nubarrones, apagamos el recuerdo con palabras, con silencios. Cuatro años queriendo son muchos años para evitar que se te corte la sangre cuando se certifica el final. Haciendo macarrones se terminó el puente.
Hoy M. me ha enviado un mail con Pandémica y Celeste, el poema de Gil de Biedma.
...yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse...
Au revoir.
martes, 9 de octubre de 2007
h-Ipod-pótamos
Me he comprado una minicadena TAEC compatible con el iPod. Creo que ha sido una de las mejores inversiones que he hecho en mi vida. La casa de los kamosisas tiene ahora una inmensa gramola que ocupa menos que un teléfono móvil. Mi vida vuelve a tener una BSO, mal que les pese a los vecinos, en la que se pincha, a partes iguales, nostalgia, petardeo, elegancia, pop, rock, flamenco, jazz y "mucha pedrería", que diría McNamara. En fin, como la vida misma.
La novia de mi padre me ha regalado una vajilla súpermoderna minimalista estilo zen. Resultará divertido comer lentejas con chorizo y tortilla de patatas en platos negros cuadrados planos y woks de diseño.
El otoño no termina de aterrizar. Esta ciudad tiene un sol infatigable, una humedad perdurable: los días despliegan un amplio perímetro de luz en el que cabe una nueva y variopinta vida social. Pero en la que sigue sin entrar el amor. ¿Existe alguna empresa que reparta amor a domicilio?
Mi cama es como un puerto de mercancías: llegan, descargan y se van. Trabajaré porque sea un Puerto Banús deportivo con atraques permanentes.
Las noches, al fin, son divertidas y tienen un extraño embalaje. La semana pasada, exposición sobre comida rápida en la Aduana. Como siempre, Martín es capaz de hacerte creer que vives en Barcelona, Madrid o Nueva York, en lugar de la pedestre Málaga. Después hubo fiesta en El Liceo, con música indie y revival, mezclando lo más inn con Desireless o Modern Talking. Yo encantado.
El sábado pasado, exposición de la Princesita en la tienda Refugio de Monos: mucho cuadro pop con guiños a lo siniestro. Cervezas en la calle: discusiones sobre si los pantalones de pitillo se han o no pasado de moda. Baena, con sus gafas de pasta, sus chapas y su flequillo, sostiene que no, y que piensa ir este jueves a esta fiesta con ellos.
Málaga, la nuit.
La novia de mi padre me ha regalado una vajilla súpermoderna minimalista estilo zen. Resultará divertido comer lentejas con chorizo y tortilla de patatas en platos negros cuadrados planos y woks de diseño.
El otoño no termina de aterrizar. Esta ciudad tiene un sol infatigable, una humedad perdurable: los días despliegan un amplio perímetro de luz en el que cabe una nueva y variopinta vida social. Pero en la que sigue sin entrar el amor. ¿Existe alguna empresa que reparta amor a domicilio?
Mi cama es como un puerto de mercancías: llegan, descargan y se van. Trabajaré porque sea un Puerto Banús deportivo con atraques permanentes.
Las noches, al fin, son divertidas y tienen un extraño embalaje. La semana pasada, exposición sobre comida rápida en la Aduana. Como siempre, Martín es capaz de hacerte creer que vives en Barcelona, Madrid o Nueva York, en lugar de la pedestre Málaga. Después hubo fiesta en El Liceo, con música indie y revival, mezclando lo más inn con Desireless o Modern Talking. Yo encantado.
El sábado pasado, exposición de la Princesita en la tienda Refugio de Monos: mucho cuadro pop con guiños a lo siniestro. Cervezas en la calle: discusiones sobre si los pantalones de pitillo se han o no pasado de moda. Baena, con sus gafas de pasta, sus chapas y su flequillo, sostiene que no, y que piensa ir este jueves a esta fiesta con ellos.
Málaga, la nuit.
jueves, 4 de octubre de 2007
La realidad es aún peor
http://www.jse.org/web/aldia.asp
Los/as chicos/as de Juventudes Socialistas han elaborado un vídeo de promoción de la Asignatura de Educación para la Ciudadanía en el que ridiculizan a los niñatos del PP. Aunque ha suscitado polémica y por supuesto ha sentado mal a más de uno, creo que no me equivoco si afirmo que la realidad es aún peor. He oído auténticas monstruosidades provenientes de los ppijos de Nuevas Degeneraciones, proclamas incendiarias, anticonstitucionales, alegatos de intolerancia, homofobia, estulticia montaraz. Y sí, la pintita de idiota memo con un polito y el pelo como si se lo hubiese lamido una lengua de vaca existe. Le faltaba la pulserita con la bandera. Es lo que hay: un asco.
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