jueves, 18 de octubre de 2007

El juego de la vida

Yo, que me sé militante de la demencia, afiliado al desvarío, abonado al desorden, no acierto a entender la lógica ilógica de esta ciudad.

Llevo dos meses y medio viviendo en el centro virtual de una urbe hecha de periferias, y los servicios básicos como luz, agua y teléfono se dejan caer por mi portal con una pereza episódica, como pensándose si los inquilinos merecemos recibir tan elocuente alarde de modernidad.

Antecedentes: Pozos Dulces está en boca de urbanistas e ideólogos de lo público como una pequeña pieza de museo. A menudo, es pronunciada con el embeleso snob por gentes que se alimentan de las palabras que dicen, como si nombrar fuese igual que comer o tener.

¡Maldita hegemonía de los nombres! Mi calle tiene mucho de dulce, y también de pozo. Agridulce determinismo lingüistico.

A la esquina, pequeño elixir de lo urbano, ya le han salido sabañones. Algunas pintadas marcan un territorio emocional: el de lo imposible, el de lo salvaje en proximidad.

Vivo en una encrucijada: entre calle y callejuela, entre lo peatonal y lo pedestre, entre el tiempo recuperado y el tiempo que se pierde.

M. vuelve a sazonar la mañana con otro poema vía e-mail:


LA VIDA EN JUEGO

Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.

Donde tengo el amor, toco la herida.

Donde pongo la fe, me pongo en juego.

Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.

Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.

Al siempre va. Mantengo mi postura.

Si sale nunca, la esperanza es muerte.

Si sale amor, la primavera avanza.
Ángel González.

1 comentario:

Joan Torres dijo...

"...La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.

Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje
los objetos que duermen en la playa..."

(José Hierro)