Yo, que me sé militante de la demencia, afiliado al desvarío, abonado al desorden, no acierto a entender la lógica ilógica de esta ciudad.
Llevo dos meses y medio viviendo en el centro virtual de una urbe hecha de periferias, y los servicios básicos como luz, agua y teléfono se dejan caer por mi portal con una pereza episódica, como pensándose si los inquilinos merecemos recibir tan elocuente alarde de modernidad.
Antecedentes: Pozos Dulces está en boca de urbanistas e ideólogos de lo público como una pequeña pieza de museo. A menudo, es pronunciada con el embeleso snob por gentes que se alimentan de las palabras que dicen, como si nombrar fuese igual que comer o tener.
¡Maldita hegemonía de los nombres! Mi calle tiene mucho de dulce, y también de pozo. Agridulce determinismo lingüistico.
A la esquina, pequeño elixir de lo urbano, ya le han salido sabañones. Algunas pintadas marcan un territorio emocional: el de lo imposible, el de lo salvaje en proximidad.
Vivo en una encrucijada: entre calle y callejuela, entre lo peatonal y lo pedestre, entre el tiempo recuperado y el tiempo que se pierde.
M. vuelve a sazonar la mañana con otro poema vía e-mail:
LA VIDA EN JUEGO
Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde pongo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza.
Ángel González.
jueves, 18 de octubre de 2007
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1 comentario:
"...La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje
los objetos que duermen en la playa..."
(José Hierro)
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