Dice un filósofo constructivista que la negación no existe, porque no se puede no-ser. Algo es, pero no no-es. No se puede ver que no se ve lo que no se ve (Heizn Von Foerster). Es una de mis máximas más maximalistas, con la cual me exculpo mecánicamente de cualquier desconocimiento operativo, alzheimer transitorio o despiste más habitual que ocasional.
El negacionismo irrumpe en nuestro maltratado campo semático y, según con qué se empareje, adquiere formas y sustancias inquietantes. Podríamos hablar del "negacionismo amoroso", o del "negacionismo amistoso". O del "negacionismo español", o del "catalán". O del "gay". Ajmadineyah es un negacionista gay: dice que en Irán no hay homosexuales. Cuando los hay, los niega ahorcándolos. Podríamos, de vuelta, llegar al punto de partida: negar la negación. Vaciar el vacío. Llenarlo. Existir. Volver a vivir.
La equívoca virtud de esta cópula conceptual es que niega lo que nombra, lo que funda. Lakoff dice: "cuando Nixon salió a la pantalla y dijo "no soy un chorizo", toda América supo que era un chorizo". Imperativo semiótico: comunicamos la comunicación.
Ya no sé que decir. Siempre seré lo que niego ser. No soy un kamosisa. No creo en el amor. No creo en este blog. OTAN no.
Eppur si muove.
Buen finde.
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4 comentarios:
La negación no existe.
Y no me voy a morir nunca.
Y no sigo enamorado.
Y no tengo miedo. Ninguno. Nada.
¿Sabes? Te parecerá estúpido, pero yo sí creo en este blog.
Gracias a ambos por sacarme de esta negatividad!
A pesar de todo mi querido Keki, yo sigo creyendo en muchas cosas, a pesar de los desprecios y la indefirencia sabes.
Nunca dejeré de creer, porque entonce me convertiría en alguien que no soy y no quiero ser.
A pesar de la distancia te quiero mucho, mi querido Keki.
Suerte cariño.
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