miércoles, 19 de diciembre de 2007

Bio-de-grafía

¿Quiénes somos? ¿Somos seres abstractos, ciudadanos ontológicos, éticos, iguales? ¿O somos, por el contrario, personas contingentes, aquí y ahora, con nombre y apellidos, con casa, barrio, clase social, sexo, edad y cultura totalmente condicionantes?

No es plan de joder abriendo este melón filosófico tan eterno. Pero me tiendo a decantar por la segunda opción.

Porque yo no me puedo pensar quitando de enmedio el haber nacido en una urbanización pija de Málaga, haber tenido una infancia feliz pijo-progre, haber pasado una adolescencia de vértigo con mi identidad sexual castrada, haber huido a Madrid a encontrarme conmigo a través de mis encuentros con otros y de haberme quedado, literalmente, pobre, sin recursos económicos -debido al divorcio de mis padres-, con un futuro académico y profesional más que incierto.

No, no voy a decir jamás que me merezco lo que tengo. Nadie se merece lo que tiene. Además, la palabra mérito nos remite siempre al código del poder: el mérito es el sistema de premios y recompensas que los poderosos de turno deciden en función de un determinado interés. En unas circunstancias el mérito es ganar dinero y ser rico; en otras, ser buen estudiante, o sumiso a la ley y al orden, o tener fe, o estar bueno, o estar en el ejército.

El único mérito en el que creo es en el de la ruptura con ese entorno condicionante del que hablaba al principio. Si la política se basa en la acción, el único acto de libertad posible es salirse del guión, hacer lo inesperado y no hacer lo que se espera de uno. Eso es política. Eso es libertad.

Pero por supuesto, habría que encontrar otra palabra que sustituyese a mérito, que es una palabra de derechas. Qué curioso: siempre hablan del mérito quienes nacen en buenas familias y lo tienen -casi- todo resuelto. El mérito es ahí un dispositivo de justificación de sus propios privilegios: convencernos a los demás de que ocupan ese espacio justamente. Con el mérito limpian su culo bien alimentado. Pero la mierda sigue ahí.

El mérito está en el campo semántico del iusnaturalismo. Del orden natural de las cosas. Por ahí no paso.

Según esa ideología fascista, la homosexualidad, el aborto, el follar con quien uno quiera, la justicia social, la intervención del Estado es antinatural; por contra, la pobreza y la desigualdad , pisarle el cuello al diferente, depredar, ser machista, la propiedad privada...etc son naturales. Porque se corresponden con lo que ocurre en la naturaleza. Y otra mierda.

Esa es la esencia del liberalismo negativo.

Yo estoy en contra de la naturaleza como ética. Lo natural no no es lo bueno. El progreso es separarse de la naturaleza, ser sociales, pensar, decidir, conquistar. Todo lo que hacemos (poder), todo lo que queremos (voluntad), todo lo que podemos (libertad) está dentro de una determinada cultura y una determinada sociedad.

Los derechos se conquistan en sociedad, pero no la preceden. Las aspiraciones son posibles en una determinada cultura y un determinado sistema de opciones, no fuera. Nada es universal, nada es natural. Todo es fruto de decisiones humanas, de discusiones, de negociaciones. El humanismo, el considerar que todos tenemos una misma esencia, es una determinada ideología renacentista surgida contra el teocentrismo medieval, y ahí tenía su sentido como estrategia discursiva.

Pero en nombre del humanismo, del establecimiento férreo de los límites y características de lo humano como categoría universal, se han cometido las mayores atrocidades y genocidios de la historia. Humanista es el cristianismo, que niega derechos, oprime y persigue. Humanista es el PP. Humanista fue el comunismo y el fascismo. Humanista es la dictadura de las multinacionales en la que vivimos ahora, y al que le hemos dado el nombre de "sociedad abierta"·, "democracia liberal" y demás eufemismos.

Supongo que un blog es un espejo. Y por tanto, escribir un blog, un acto de narcisismo. Pero es un espejo cóncavo, roto y deformante: nos devuelve una imagen en permanente reelaboración. Un blog es una estrategia, una resistencia, un incordio semántico. Post-narcisismo. Construimos nuestro yo en colaboración, de manera cooperativa. No somos nuestros dueños: nuestra identidad está abierta, expuesta. Terminemos con el mito burgués del individuo hecho a sí mismo, constructor de su porvenir, dueño y señor de sus propiedades. Vivimos con los demás, en los demás. Sin "otros", no hay "nosotros".

Las biografías ya no son herméticas y lineales, con una sola interpretación, como las vidas de los antiguos Santos. Las biografías son ahora bio-degradables: se reciclan, se ciclan, se deconstruyen, se roban pedazos de bio a otro y te la injertas en la tuya, te pones prótesis, te demultiplicas, divides, restas o sumas. Te inviertes. Tenemos una "identidad nómada", que diría Deleuze. Modular, incompleta, haciéndose, hiperlinkeada, en red, policontextural.

Yo no escribo este texto, es este texto el que me escribe a mí.

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