Hoy, sección de almíbar prenavideño.
Me he levantado con unas ganas irrefrenables de volverme idiota por completo: oséase, de enamorarme. Sí, que suena anticuado, ñoño, ingenuo, naíf.
¿En qué consiste esta terrible contradicción entre unos deseos desmesurados de amar, desparramar esa sustancia llamada norepinefrina por todo mi hemisferio izquierdo, hasta llegar al cuore, de sufrir esas dulce locura transitoria que te hace volar como-el-águila-que-vuela-en-libertad y la total incapacidad para que me ocurra?
¿Es mi cabeza la que quiere enamorarse, y mi gélido corazón el que lo impide? ¿Es esto el mundo al revés?
¿Es el pulso de la insatisfacción vital, del descontento ante lo real, lo que nos empuja a buscar el refugio en otra persona, mitificada, ficcionada, elevada a factótum, convertida en icono, depositaria de una fantasía múltiple y psicótica?
No tengo ganas de leer a Lacan, ni a Jung, para hallar la explicación.
Sólo de sentir el cielo en una habitación...
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2 comentarios:
La verdad es que ya hay ganas de almirabarse de nuevo. Un saludo Kamosisa.
Yo llevo ya un tiempo prudencial sin una buena dosis de azúcar.
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