Dicen que la publicidad de hoy no vende cosas, vende historias. La tuya.
miércoles, 25 de febrero de 2009
lunes, 23 de febrero de 2009
La casa (fuerte) de los kamosisas
Uno puede pensar que escribir te hace vulnerable. Que verter los matices de tu conciencia a la vertiginosa espiral de la red, aunque sea filtrados a través del equívoco personaje kamosisa, es como vomitar pedazos de tu alma por la calle. Cualquiera los puede ver. Oler. Tocar. Y traficar con ella. Meterse en esta casa es fácil. La puerta está abierta. Entonces se produce la ilusión especular, que viene de espejo (specculum). Alguien cree que por entrar se convierte en propietario. Que puede poner en venta metros cuadrados de tu vida, aunque no le pertenezcan. Gente que especula con tus esperanzas, tus sueños o tus pesadillas, lanzando un cacho de ti en dirección contraria, poniéndole el cartel de "se vende" impunemente, mostrándosela a otros.
He recibido advertencias y recomendaciones. Escribir te hace vulnerable. Alquien entra y usurpa tu identidad, y como un parásito, vive de ella, la utiliza contra ti, para alimentar su personalidad incompleta, hambrienta de la vida de los otros. Ten cuidado, me decían.
No hay nada que hacer. Quien eso hace, quien se agazapa detrás de la máscara, no alimenta mi desánimo. Alimenta el suyo. Quien cree asaltar privacidades, no me hace vulnerable. Me hace fuerte. Quien construye su conducta con el material de la envidia, con la cal de la obscenidad, debe saber que las paredes de esta casa están cubiertas con aislante anti-parásitos. Esta casa no está en venta, no retrocede frente a los especuladores de vidas ajenas. Esta casa resiste. Es vivienda pública. De protección oficial. Con los papeles en regla. A los especuladores, en esta casa, se les caen los espejos y quedan con su rostro al descubierto, nadando en su propia nada. Nadar, infinitivo de nada. De no tener nada que llevarse.
He recibido advertencias y recomendaciones. Escribir te hace vulnerable. Alquien entra y usurpa tu identidad, y como un parásito, vive de ella, la utiliza contra ti, para alimentar su personalidad incompleta, hambrienta de la vida de los otros. Ten cuidado, me decían.
No hay nada que hacer. Quien eso hace, quien se agazapa detrás de la máscara, no alimenta mi desánimo. Alimenta el suyo. Quien cree asaltar privacidades, no me hace vulnerable. Me hace fuerte. Quien construye su conducta con el material de la envidia, con la cal de la obscenidad, debe saber que las paredes de esta casa están cubiertas con aislante anti-parásitos. Esta casa no está en venta, no retrocede frente a los especuladores de vidas ajenas. Esta casa resiste. Es vivienda pública. De protección oficial. Con los papeles en regla. A los especuladores, en esta casa, se les caen los espejos y quedan con su rostro al descubierto, nadando en su propia nada. Nadar, infinitivo de nada. De no tener nada que llevarse.
martes, 10 de febrero de 2009
Era de acuario
Escribo desde mi nuevo trabajo. Desde mi nuevo trabajo de escriba. Llegué a Madrid hace ahora 9 meses, lo que corresponde a un parto. Tengo la sensación de haber gestado algo nuevo, que ahora nace. Lo cierto es que uno nunca termina de irse de los sitios donde ha sido feliz. Y esos sitios, te acompañan como un equipaje, toda la vida. Dejo a R. Pero R seguirá presente en mi vida. El reto que asumo es importante, y aunque mi nuevo despacho es un pequeño habitáculo abuhardillado, con vistas a mi antigua facultad, el desafío es más grande. Y necesitaré fuerzas, imaginación, cintura, prudencia, valores, compromiso, y cómo no, suerte. Mi nueva vida nace bajo mi mismo signo: acuario. También la astrología nos permite imaginar horizontes remotos.
Ayer terminé "Los sueños de mi padre", de Barack Obama. Al leerlo, se tiene la sensación de remontar un río; de que, mientras avanzas, vas yendo al origen del mundo, subiendo la corriente y adentrándote en la selva de los ancestros, para encontrar el principio de todo. Los sueños del padre de Obama, y del padre de su padre, y del padre del padre de su padre, son la madeja interminable al final de la cual sólo está el hombre, ante sí mismo. Y, de alguna manera, estamos todos. En origen, y en destino. Una historia común.
Ayer terminé "Los sueños de mi padre", de Barack Obama. Al leerlo, se tiene la sensación de remontar un río; de que, mientras avanzas, vas yendo al origen del mundo, subiendo la corriente y adentrándote en la selva de los ancestros, para encontrar el principio de todo. Los sueños del padre de Obama, y del padre de su padre, y del padre del padre de su padre, son la madeja interminable al final de la cual sólo está el hombre, ante sí mismo. Y, de alguna manera, estamos todos. En origen, y en destino. Una historia común.
jueves, 5 de febrero de 2009
Diferencia
"Por espacio de semanas, o meses, podías experimentar la libertad de no sentirte vigilado, la libertad de creer que tu pelo crece como se supone que tiene que crecer, y que tu trasero se balancea de la manera que debe balancesarse. Podías ver a alguien hablando solo, como si estuviera loco, o leer sobre el delincuente que aparecía en la primera página del periódico y meditar sobre la corrupción del coración humano sin tener que pensar si ese criminal o lunático anticipaba en alguna medida tu destino. Aquí el mundo era negro, y tú también. Y podías descrubrir todas esas cosas que eran únicas para ti sin tener que vivir una mentira o cometer una traición".
Barack Obama, "Los sueños de mi padre"
Cap 3: 'Kenia'.
Barack Obama, "Los sueños de mi padre"
Cap 3: 'Kenia'.
miércoles, 4 de febrero de 2009
Tengo una cena para usted
Después de un finde trepidante, con viaje de altos vuelos incluido -a Málaga, y vuelta el sábado, con un resultado exitoso en el ámbito profesional-, el sábado noche, ya en Madrid, de vuelta, me aguardaba una sorpresa.
Había quedado con J., para cenar en un restaurante de Malasaña llamado Ojalá. J. lo ha dejado con su novio después de tres años, y está pachucho anímicamente. En esos momentos, necesitaba nuestro apoyo. La nostalgia golpea aún más fuerte a los argentinos, sentimentales por naturaleza, tangueros de espíritu, imposibles por destino. Y allí estaba J, un oso en el diván del psicoanalista, que era yo, y no se me ocurre otra cosa que decirle:
- Este sitio se llama Ojalá. Ojalá nos remite al futuro. Es un deseo de por venir. ¡A olvidar el pasado y a mirar p'alante!
Y nos fuimos al new Liquid. Y conocí a un chico, altísimo y guapísimo, hablamos de publicidad, de comunicación, de su barrio, Carabanchel. He quedado a cenar con él esta noche, en un japonés. Lo hago con la esperanza aún viva de hallar una brizna de futuro, una dosis de "ojalá". ¿Será el uno, "the one", el final de un camino que no tenía horizonte, o será la crónica de un cartucho más gastado, un saltito a ninguna parte en el camino de baldosas amarillas? A veces siento que soy la probeta de mis propios experimentos.
Pero no me doy por vencido. Mi pasado va siendo una pistola vieja, con muchos casquetes de futuro disparados sin acierto. No sé si será la pólvora de los años, mojada por la rutina y el conformismo. O que la mirilla está mal colocada. Hoy, cargaré el tambor con mi mejor sonrisa, como si fuese la primera batalla. El guionista de otras vidas, el negro a sueldo, el traficante oculto de promesas, cogerá la pluma para intentar escribir su propia historia. Que las musas me acompañen. Seré galán caballero. Invitaré a cenar. Seré discreto, hombre locuaz. Sencillo y natural. Al sushi me encomiendo.
"Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere" (W.S.)
Había quedado con J., para cenar en un restaurante de Malasaña llamado Ojalá. J. lo ha dejado con su novio después de tres años, y está pachucho anímicamente. En esos momentos, necesitaba nuestro apoyo. La nostalgia golpea aún más fuerte a los argentinos, sentimentales por naturaleza, tangueros de espíritu, imposibles por destino. Y allí estaba J, un oso en el diván del psicoanalista, que era yo, y no se me ocurre otra cosa que decirle:
- Este sitio se llama Ojalá. Ojalá nos remite al futuro. Es un deseo de por venir. ¡A olvidar el pasado y a mirar p'alante!
Y nos fuimos al new Liquid. Y conocí a un chico, altísimo y guapísimo, hablamos de publicidad, de comunicación, de su barrio, Carabanchel. He quedado a cenar con él esta noche, en un japonés. Lo hago con la esperanza aún viva de hallar una brizna de futuro, una dosis de "ojalá". ¿Será el uno, "the one", el final de un camino que no tenía horizonte, o será la crónica de un cartucho más gastado, un saltito a ninguna parte en el camino de baldosas amarillas? A veces siento que soy la probeta de mis propios experimentos.
Pero no me doy por vencido. Mi pasado va siendo una pistola vieja, con muchos casquetes de futuro disparados sin acierto. No sé si será la pólvora de los años, mojada por la rutina y el conformismo. O que la mirilla está mal colocada. Hoy, cargaré el tambor con mi mejor sonrisa, como si fuese la primera batalla. El guionista de otras vidas, el negro a sueldo, el traficante oculto de promesas, cogerá la pluma para intentar escribir su propia historia. Que las musas me acompañen. Seré galán caballero. Invitaré a cenar. Seré discreto, hombre locuaz. Sencillo y natural. Al sushi me encomiendo.
"Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere" (W.S.)
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