sábado, 4 de abril de 2009

Más que frenesí, amor

Claro. Faltaba una película, un poco tardía, excesivamente liviana, y tal vez con el único objetivo conocido de hacer caja atizando el desorden hormonal de los más jóvenes, ávidos de identidad y de transgresión, de ritmo alocado con el aliño insustituible de música, tetas y pollas. Pero lo que es faltar, faltaba, porque la narrativa audiovisual rara vez pone a un adolescente o post-adolescente en la pantalla de un cine si no es para reducirlo al cliché del futuro mayor, del viaje iniciático, del hombre en gestación, y nunca se arriesga a la inmoralidad de retratar a nuestros chicos tal como son, sin ambiciones visibles a largo plazo, movidos por el automatismo abrupto del deseo, del amor, del placer, del día a día, y el noche a noche.

Eso es Mentiras y gordas. Una pequeña verdad. Es una película mala, sí. Pero tal vez, por el efecto de ser la única de su género, y por lanzar una mirada hiperralista bajo los flases de la discoteca, en el swing espontáneo de los chill outs, con el sexo como decorado de fondo, será estudiada por sociólogos que quieran sentar cátedra sobre cómo viven (algunos de) nuestros más jóvenes.

El efecto, en mí, ha sido el recuerdo inevitable de esa edad. No era tan pijo ni tan gilipollas como los protas, es evidente. Pero me puse ciego de pastillas, como ellos. Follé donde pude y con quien pude, como ellos, cabalgando sobre el vértigo que da cruzar fronteras hacia zonas desconocidos: homo-sexualidad tentativa e incipiente, amistad vivida con el vínculo de la sangre y de la urgencia, amor, placer, cariño, miedo, incertidumbre. Las cosas no han cambiado tanto. Ha cambiado nuestra (mi) mirada.

Mi llegada a MAdrid, que fue la puerta abierta a ese caos donde indagué para ver quién demonios era o podía llegar a ser, estuvo acompañada por películas de desenfreno, sí, pero con protagonistas mayores, en el entorno de los 30. Los mismos narradores, Albacete y Menkes, con Más que amor frenesí, o No me hables de los hombres que me pongo atómica. Y recuerdo con especial cariño "Cuernos de espuma", del reciente y prematuramente fallecido Manuel Toledano.

Al fin y al cabo, el mundo no es tan diferente, no debemos escandalizarnos.

3 comentarios:

Ernesto dijo...

Bueno, bueno, es que esa ducha del Albalá con el Salmerón fue una autentica revelación para mí eh jajaja..

Un abrazo.

Anónimo dijo...

La verdad es que Salmerón estaba tremendito en esa peli, jeje. Yo la recuerdo con cariño.

BEING BORING

Kamosisa dijo...

Jeje, es un polvo que marca un antes y un después en las escenas entre tíos. Tiene mucha fuerza.