El otro día volví a ver Pink Flamingo's, después de unos 15 años desde la primera -y única- vez que la vi... Lástima que entonces no existiese el youtube para redescubrir a esa gran anti-estrella, más estrella que ninguna, que es Divine. Aquí un tributo. Fuck you all!
martes, 22 de septiembre de 2009
viernes, 18 de septiembre de 2009
Ain't no cure for Leonard Cohen
Pasó por Madrid "el hombre". No fui a verlo. Lo lamentaré el resto de mi vida. Pero no se puede tener todo. Aunque Cohen ha dado mil conciertos en mi imaginación. Ha acompañado episodios de mi vida. Ha estado siempre ahí, con esa voz de transatlántico pesado y velas de seda, capaz de navegar por todos los mares: los vértigo del amor, de la alegría indómita, de la tristeza otoñal.
Así han tronado, en su ronquido exquisito, las más delicadas metáforas. Con la "energía de los esclavos", su primer libro de poemas, conocimos al creador adolescente. Emprendimos un viaje por los surcos de su voz, cada año más hondos. Con Suzanne nos fuimos a la orilla del río a beber té con naranjas. Hice el amor en el Chelsea Hotel. Grité aleluya, sobre un fondo azul del mar de Creta. Fui un pájaro en una alambrada. Tomé el vals de quebrada cintura (de sí, de muerte, y de coñac). Como todo el mundo, supe que los buenos chicos habían perdido. Pregunté quién estaba junto al fuego, quién junto al hambre. Fui tu hombre. Juntos conquistamos Manhattan, y luego, Berlín. Y no hallé cura al amor. Quién pudiera gritar como susurra él.
Así han tronado, en su ronquido exquisito, las más delicadas metáforas. Con la "energía de los esclavos", su primer libro de poemas, conocimos al creador adolescente. Emprendimos un viaje por los surcos de su voz, cada año más hondos. Con Suzanne nos fuimos a la orilla del río a beber té con naranjas. Hice el amor en el Chelsea Hotel. Grité aleluya, sobre un fondo azul del mar de Creta. Fui un pájaro en una alambrada. Tomé el vals de quebrada cintura (de sí, de muerte, y de coñac). Como todo el mundo, supe que los buenos chicos habían perdido. Pregunté quién estaba junto al fuego, quién junto al hambre. Fui tu hombre. Juntos conquistamos Manhattan, y luego, Berlín. Y no hallé cura al amor. Quién pudiera gritar como susurra él.
martes, 15 de septiembre de 2009
Phoenix reborned
Tenía los mejores ojos que podían verse en una pantalla. Sus ojos eran otra pantalla, dentro del cine. Asomarse a ellos era contemplar un océano de fragilidad, o de belleza, o de miedo. Parecían huir por los campos de Idaho, por los mares de trigo, por los moteles de carreteras que no van a ninguna parte. Huir. Buscar. Un destino. O un refugio. Huir. Del mundo. De sí mismo. A través de sus ojos, podías ver el universo sin estereotipos; las cosas y su oscura colorimetría, las cosas y sus sombras, se imprimían en su iris como en una película virgen (marca Fuji). Aquel candor fue su pasaporte al infierno, donde sus alas se derritieron a la temperatura a la que arde el acetato de celulosa. Pero no se quemaron las imágenes. No todas. Y en el arrabal de la iconosfera el Fénix levanta a veces el vuelo para sacudirnos con un escalofrío de nostalgia.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
De lecturas, de viajes
Lo más apasionante de un viaje es, naturalmente, contarlo, reinventarlo. Cuando el avión aterriza (o el barco llega a puerto, o el tren a la estación) la experiencia comienza a revivir en la imaginación, ya depurada en su esencia, sin esos momentos tediosos, pringosos o simplemente insustanciales. La aventura se perfila, por fin, nítida, como un relato despojado de incomodidades, pequeñas decepciones y rutinas tan poco interesantes como inevitables. En ese proceso de selección de la memoria, situaciones a las que no prestamos demasiada atención, cobran una importancia inusitada y reveladora. Por ejemplo, una conversación imprevista con una vecina del SoHo, o el encuentro fortuito, y algo surrealista, con 4 californianos con ganas de marcha en la parte más off de San Francisco.
Otros acontecimientos, a los que creímos dar mucha importancia, se disuelven en el contexto general del viaje´, como erosionados por el viento súbito, hasta casi perder su relieve. Subir al Empire State, en Nueva York, por ejemplo, era algo mecánico, previsible (incluso el mareo que sufrí estaba previsto). Poco aporta como acontecimiento aquello que teníamos decidido hacer. Lo valioso, lo sustancial, es lo inesperado.
Este verano he viajado y, ahora, recuerdo. Pero también he leído, en corto espacio de tiempo, tres libros en los que opera esa selección de la memoria que se transmuta en narrativa, en acción. En primer lugar, las memorias de Gobierno de Alfonso Guerra, "Dejando atrás los vientos", una revisión de su etapa vicepresidencial que me ha sorprendido y explicado la parte humana del ejercicio del poder. En segundo lugar, "Años inolvidables", de John Dos Passos, el reencuentro del autor con sus viajes y aventuras de juventud, con sus amistades (entre la que destaca la que mantuvo con Hemingway).
Ahora me hallo inmerso en la lectura de un libro imprescindible, "Ébano", de Kapuzcinski. Aparte de fotografiar con precisión la vida del continente africano, me reconcilia con la actividad periodística, siempre pegada a la sombra del hombre, indisociable del sujeto que la ejerce, por más que algunos quieran ahora convertirla en una ciencia objetiva. Pero el "libro" (no es ni una novela, ni un ensayo, ni una crónica, aunque es todas esas cosas a la vez) me inyecta también unas enormes ganas de abandonar mi existencia de despacho y vivir otra vida. Al aire libre. Sin papel pautado. Sin agendas. Y ya pienso en hacer el transiberiano el verano que viene.
PD: Los pijos también tiran botellas. Los pijoborrokas de Pozuelo de Alarcón han hecho algo muy valioso: socializar, de una vez por todas, la violencia, y retratar la verdadera esencia nihilista del adosado-PP-colegiodepago way of life.
Otros acontecimientos, a los que creímos dar mucha importancia, se disuelven en el contexto general del viaje´, como erosionados por el viento súbito, hasta casi perder su relieve. Subir al Empire State, en Nueva York, por ejemplo, era algo mecánico, previsible (incluso el mareo que sufrí estaba previsto). Poco aporta como acontecimiento aquello que teníamos decidido hacer. Lo valioso, lo sustancial, es lo inesperado.
Este verano he viajado y, ahora, recuerdo. Pero también he leído, en corto espacio de tiempo, tres libros en los que opera esa selección de la memoria que se transmuta en narrativa, en acción. En primer lugar, las memorias de Gobierno de Alfonso Guerra, "Dejando atrás los vientos", una revisión de su etapa vicepresidencial que me ha sorprendido y explicado la parte humana del ejercicio del poder. En segundo lugar, "Años inolvidables", de John Dos Passos, el reencuentro del autor con sus viajes y aventuras de juventud, con sus amistades (entre la que destaca la que mantuvo con Hemingway).
Ahora me hallo inmerso en la lectura de un libro imprescindible, "Ébano", de Kapuzcinski. Aparte de fotografiar con precisión la vida del continente africano, me reconcilia con la actividad periodística, siempre pegada a la sombra del hombre, indisociable del sujeto que la ejerce, por más que algunos quieran ahora convertirla en una ciencia objetiva. Pero el "libro" (no es ni una novela, ni un ensayo, ni una crónica, aunque es todas esas cosas a la vez) me inyecta también unas enormes ganas de abandonar mi existencia de despacho y vivir otra vida. Al aire libre. Sin papel pautado. Sin agendas. Y ya pienso en hacer el transiberiano el verano que viene.
PD: Los pijos también tiran botellas. Los pijoborrokas de Pozuelo de Alarcón han hecho algo muy valioso: socializar, de una vez por todas, la violencia, y retratar la verdadera esencia nihilista del adosado-PP-colegiodepago way of life.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Re-entrée
Los franceses usan un verbo para matizar el desconsuelo de la vuelta: reentrer. Re-entrar.
En el idioma gabacho suena a un retorno al pastel con soconusco en los cafés del Barrio Latino, a retomar los paseos por Montmartre y Saint Germain. Un lento reingreso en el spleen, bajo la grandeza crepuscular de las tullerías. Así es fácil volver.
Pero Madrid es otra historia. Aquí el calor y la apatía no claudican hasta el Veranillo de San Miguel. La Corte ofrece pocos lugares agradables o acogedores al final del estío. La Latina o Lavapiés son la fotografía más dura de García-Alix. Argüelles es ya un leve rugir de oficinas. Lo pasamos, como podemos, encerrados en cines o en teatros.
Buscamos anestesias posibles para dejar atrás, con el menor dolor imaginable, los atardeceres en el desierto de Mojabe, con la silueta misteriosa de los árboles de José recortados contra la línea del horizonte; o el pálido azafrán del cielo al alba en la bahía de San Francisco; o el neón palpitante de Las Vegas; o la irresoluble contradicción de la vida en Manhattan. Pero uno nunca re-entra, porque no es el que era.
Yo no soy...
Yo no soy
Yo no soy una lesbiana aullando en el sótano
amarrada a una telaraña de cuero
no soy un Rockefeller sin pantalones infartándose
en la gran cama rococó
no soy un intelectual ultra estalinista marica
no soy un rabino antisemita negro sombrero
barba blanca uñas muy muy sucias
ni soy el poeta en la celda de la cárcel de San Francisco
apaleado en vísperas del año nuevo por los cobardes
lacayos de la policía
ni Gregory Corso Orpheus Maudit de estos Estados
ni ese maestro de escuela con un maravilloso salario
Yo no soy ninguno que conozca
de hecho sólo estaré aquí 80 años.
Allen Ginsberg
En el idioma gabacho suena a un retorno al pastel con soconusco en los cafés del Barrio Latino, a retomar los paseos por Montmartre y Saint Germain. Un lento reingreso en el spleen, bajo la grandeza crepuscular de las tullerías. Así es fácil volver.
Pero Madrid es otra historia. Aquí el calor y la apatía no claudican hasta el Veranillo de San Miguel. La Corte ofrece pocos lugares agradables o acogedores al final del estío. La Latina o Lavapiés son la fotografía más dura de García-Alix. Argüelles es ya un leve rugir de oficinas. Lo pasamos, como podemos, encerrados en cines o en teatros.
Buscamos anestesias posibles para dejar atrás, con el menor dolor imaginable, los atardeceres en el desierto de Mojabe, con la silueta misteriosa de los árboles de José recortados contra la línea del horizonte; o el pálido azafrán del cielo al alba en la bahía de San Francisco; o el neón palpitante de Las Vegas; o la irresoluble contradicción de la vida en Manhattan. Pero uno nunca re-entra, porque no es el que era.
Yo no soy...
Yo no soy
Yo no soy una lesbiana aullando en el sótano
amarrada a una telaraña de cuero
no soy un Rockefeller sin pantalones infartándose
en la gran cama rococó
no soy un intelectual ultra estalinista marica
no soy un rabino antisemita negro sombrero
barba blanca uñas muy muy sucias
ni soy el poeta en la celda de la cárcel de San Francisco
apaleado en vísperas del año nuevo por los cobardes
lacayos de la policía
ni Gregory Corso Orpheus Maudit de estos Estados
ni ese maestro de escuela con un maravilloso salario
Yo no soy ninguno que conozca
de hecho sólo estaré aquí 80 años.
Allen Ginsberg
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