Lo más apasionante de un viaje es, naturalmente, contarlo, reinventarlo. Cuando el avión aterriza (o el barco llega a puerto, o el tren a la estación) la experiencia comienza a revivir en la imaginación, ya depurada en su esencia, sin esos momentos tediosos, pringosos o simplemente insustanciales. La aventura se perfila, por fin, nítida, como un relato despojado de incomodidades, pequeñas decepciones y rutinas tan poco interesantes como inevitables. En ese proceso de selección de la memoria, situaciones a las que no prestamos demasiada atención, cobran una importancia inusitada y reveladora. Por ejemplo, una conversación imprevista con una vecina del SoHo, o el encuentro fortuito, y algo surrealista, con 4 californianos con ganas de marcha en la parte más off de San Francisco.
Otros acontecimientos, a los que creímos dar mucha importancia, se disuelven en el contexto general del viaje´, como erosionados por el viento súbito, hasta casi perder su relieve. Subir al Empire State, en Nueva York, por ejemplo, era algo mecánico, previsible (incluso el mareo que sufrí estaba previsto). Poco aporta como acontecimiento aquello que teníamos decidido hacer. Lo valioso, lo sustancial, es lo inesperado.
Este verano he viajado y, ahora, recuerdo. Pero también he leído, en corto espacio de tiempo, tres libros en los que opera esa selección de la memoria que se transmuta en narrativa, en acción. En primer lugar, las memorias de Gobierno de Alfonso Guerra, "Dejando atrás los vientos", una revisión de su etapa vicepresidencial que me ha sorprendido y explicado la parte humana del ejercicio del poder. En segundo lugar, "Años inolvidables", de John Dos Passos, el reencuentro del autor con sus viajes y aventuras de juventud, con sus amistades (entre la que destaca la que mantuvo con Hemingway).
Ahora me hallo inmerso en la lectura de un libro imprescindible, "Ébano", de Kapuzcinski. Aparte de fotografiar con precisión la vida del continente africano, me reconcilia con la actividad periodística, siempre pegada a la sombra del hombre, indisociable del sujeto que la ejerce, por más que algunos quieran ahora convertirla en una ciencia objetiva. Pero el "libro" (no es ni una novela, ni un ensayo, ni una crónica, aunque es todas esas cosas a la vez) me inyecta también unas enormes ganas de abandonar mi existencia de despacho y vivir otra vida. Al aire libre. Sin papel pautado. Sin agendas. Y ya pienso en hacer el transiberiano el verano que viene.
PD: Los pijos también tiran botellas. Los pijoborrokas de Pozuelo de Alarcón han hecho algo muy valioso: socializar, de una vez por todas, la violencia, y retratar la verdadera esencia nihilista del adosado-PP-colegiodepago way of life.
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2 comentarios:
Ébano es una lectura imprescindible para entender la diversidad.Es un documento único sobre la realidad y la historia reciente africanas, visto desde el respeto y por los ojos de un periodista polaco que saltaba la tapia del telón de acero.
Lo mejor: la descripción del mercado de las flores de Lagos.
Amo es libro Keki!
Lo que más me gusta es que se aproxima a la diversidad sin prejuicios, pero reconociendo su mirada occidental. No tratando de ser lo que no es. El viaje transforma nuestra mirada, pero también lo hemos construido antes. Es inevitable. Es la cultura.
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