viernes, 4 de septiembre de 2009

Re-entrée

Los franceses usan un verbo para matizar el desconsuelo de la vuelta: reentrer. Re-entrar.

En el idioma gabacho suena a un retorno al pastel con soconusco en los cafés del Barrio Latino, a retomar los paseos por Montmartre y Saint Germain. Un lento reingreso en el spleen, bajo la grandeza crepuscular de las tullerías. Así es fácil volver.

Pero Madrid es otra historia. Aquí el calor y la apatía no claudican hasta el Veranillo de San Miguel. La Corte ofrece pocos lugares agradables o acogedores al final del estío. La Latina o Lavapiés son la fotografía más dura de García-Alix. Argüelles es ya un leve rugir de oficinas. Lo pasamos, como podemos, encerrados en cines o en teatros.

Buscamos anestesias posibles para dejar atrás, con el menor dolor imaginable, los atardeceres en el desierto de Mojabe, con la silueta misteriosa de los árboles de José recortados contra la línea del horizonte; o el pálido azafrán del cielo al alba en la bahía de San Francisco; o el neón palpitante de Las Vegas; o la irresoluble contradicción de la vida en Manhattan. Pero uno nunca re-entra, porque no es el que era.







Yo no soy...

Yo no soy
Yo no soy una lesbiana aullando en el sótano
amarrada a una telaraña de cuero
no soy un Rockefeller sin pantalones infartándose
en la gran cama rococó
no soy un intelectual ultra estalinista marica
no soy un rabino antisemita negro sombrero
barba blanca uñas muy muy sucias
ni soy el poeta en la celda de la cárcel de San Francisco
apaleado en vísperas del año nuevo por los cobardes
lacayos de la policía
ni Gregory Corso Orpheus Maudit de estos Estados
ni ese maestro de escuela con un maravilloso salario
Yo no soy ninguno que conozca
de hecho sólo estaré aquí 80 años.


Allen Ginsberg

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso post.
Y gracias por traer las palabras de Ginsberg.

BSS

BEING BORING

Kamosisa dijo...

Gingsberg me acompañó por California en todo momento...