viernes, 30 de mayo de 2008

Anoche

Esta mañana es aún anoche.

Anoche R, compañero de trabajo, guapo homólogo de mi edad, me llama para tomar unas copas. No me puedo resistir.

A R. lo conocía desde antes de llegar aquí. Lo conocí en Málaga enmedio del fragor de la última campaña electoral, y aparte de algún simpático cruce de e-mails y alguna conversación de trabajo, hablamos poco. Eso sí: nos llamamos mutuamente la atención. Por lo que fuera, por una cierta afinidad vital difícil de concretar, que va más allá de lo parecido de nuestras respectivas situaciones. Por una atracción personal solapada, sigilosa. Por lo que fuese.

Me presenta a su mejor amiga, M, y al novio de ésta, G. Ella, camiseta cara con una serigrafía de "pitufina", icono que fielmente la retrata. G, vaqueros correctos y camisa a rayas por fuera, à la mode Barrio de Salamanca. R lleva un polito de eterno joven, de colegial incandescente, como sus mejillas.

Son las 12 y empieza la noche a base de mojitos, se prolonga con dardos (quedé segundo sin haber tirado antes uno en toda mi vida) y se prorroga, trayecto en el mini de ella con Shakira a tope incluido, en un pub atestado del corazón pijo de Madrid, un bar sin demasiados aderezos donde se suceden canciones de Los Inhumanos, Hombres G, Amaral... y para mi sorpresa, U2. Una chica se contena a mi lado, ante mi sorpresa y evidente desinterés, fijado en otro sitio.

Pitufina y G deciden irse, no sé intencionadamente o no, y dejarnos solos en una discoteca que se llama... "Déjate besar" ("música pop para espíritus no codificados").

Y no, no hubo besos, pero sí una prolongada y agradable conversación que viró sobre temas tan interesantes como Madonna o Killy, y una vez decididos por Madonna, si Madonna primera o última generación. Y de ahí, al trabajo, Málaga, las amistades, los conciertos, la política.

Todo, menos nosotros.

Y tal vez, mejor así.

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