He perseguido, hasta la melancolía, las mieles de la post-modernidad, del post-humanismo, del pensamiento efímero y volátil, de la identidad cambiante y líbera. Pero al cabo, la melancolía ha terminado por imponerse. ¿Dónde están aquellos viejos principios que distinguían el bien del mal, lo verdadero de lo falso, lo blanco de lo negro? Europa, nuestro huerto, se fundó con un imperativo categórico: "Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio” (Kant).
Pero hoy nos perdemos en una guerra de medios que nunca llegan a un fin: un cuerpo, otro, otro más, una cabeza pisada, un mano arrancada de cuajo. Y, mientras cínicamente vemos Gran Hermano, anhelamos aquellos sólidos principios que albergaron un mundo de luz, hoy en tinieblas.
Serán los 30, tan inminentes.
jueves, 30 de octubre de 2008
lunes, 20 de octubre de 2008
Viendo ropa
Lo reconozco. Me voy de compras sin salir del despacho. Cuando tengo un receso en el trabajo, una hora muerta, me meto en Thesartorialist (que conocí gracias a Sara y Nacho) a ver modelones.
Es terapéutico. Modelones de tías y tíos (aquí, me fijo más en ellos por una simple cuestión práctica, no por inclinación sexual) que el bloggero fotografía por la calle. Es la moda viva y urbana que se cuece donde se crean las tendencias, que puede ser París, Milán, o cualquier rincón del mundo.
Visto lo visto, parece que hay una recuperación de los 80: cardigans, chaquetas de punto, camisas de cuadros abotonadas hasta el cuello, pantalones pitillo rematados con botas negras, tupés, hombreras y chaquetas de cuero, combinados con pañuelos al cuello, o americanas desestructuradas. Un aire a medio camino entre Spandau Ballet y Morrisey. Neopunk hibridado con neoromantic. Lo casual se transforma en un arte. Lo clásico se rebela contra sí mismo.
Aquí abajo, una selección de los últimos modelos que más me han gustado:
Es terapéutico. Modelones de tías y tíos (aquí, me fijo más en ellos por una simple cuestión práctica, no por inclinación sexual) que el bloggero fotografía por la calle. Es la moda viva y urbana que se cuece donde se crean las tendencias, que puede ser París, Milán, o cualquier rincón del mundo.
Visto lo visto, parece que hay una recuperación de los 80: cardigans, chaquetas de punto, camisas de cuadros abotonadas hasta el cuello, pantalones pitillo rematados con botas negras, tupés, hombreras y chaquetas de cuero, combinados con pañuelos al cuello, o americanas desestructuradas. Un aire a medio camino entre Spandau Ballet y Morrisey. Neopunk hibridado con neoromantic. Lo casual se transforma en un arte. Lo clásico se rebela contra sí mismo.
Aquí abajo, una selección de los últimos modelos que más me han gustado:
miércoles, 15 de octubre de 2008
Sueños
Después de un día arduo, áspero, incómodo de trabajo, que terminó bien entrada la madrugada, llego a casa... y sueño.
Estoy en el trabajo, otra vez. Es por la mañana: la gente comienza su actividad. Hay sonrisas, lío de papeles, cafés de máquina en las mesas, teléfonos sonando, faxes llegando y conversaciones de las secretarias a media voz, comentando, sin duda, alguna maldad.
Yo estoy enmedio del pasillo. Desnudo. Con la ropa en la mano. Cuando me doy cuenta, trato de dirigirme al baño, para vestirme, pero alguien se cruza en mi camino y me interrumpe. Me pierdo espacio-temporalmente. Busco de nuevo el baño, y llego a mi despacho. Sigo desnudo, y he perdido alguna prenda de vestir de las que llevaba en la mano, tal vez la camisa. Tal vez, los pantalones. Procedo a vestirme en mi despacho, pero entra la secretaria y me comenta algo. Sigo desnudo. Desnudo completamente.
¿Inseguridad?
Segundo sueño en la misma noche:
Voy a ver a mi abuela, la madre de mi padre. En el sueño está viva aunque, en realidad, falleció hace unos 12 años. Vive en la primera casa que tuvo en Málaga cuando llegó del pueblo: en un edificio altísimo rodeado de otros idénticos, un enjambre humano en un barrio de aluvión, todo cemento, sin zonas verdes ni casi aceras. Allí nunca hay sol, es un barrio de sombra. Vuelvo a esa barriada de Ciudad Jardín (irónico nombre) a la que no volvía desde que era niño.
Los edificios son los mismos, pero al entrar en el portal, es un hotel de 5 estrellas. Nadie conoce a nadie. Hay empleados vestidos con libreas que, en lugar de hablar en tosco y cerrado malagueño, pronuncian un castellano distante y servicial. Pero nadie sabe dónde está el edificio número 3, donde vive mi abuela Mercedes. Trato de buscarlo, pero no lo encuentro. Pregunto a un chico de mi edad por ese portal, y de golpe, me sitúa en las coordenadas de mi vida: "Te conozco, tú viviste en Londres hace 10 años, y trabajaste en un Burger King. Me acuerdo de ti". Y no puedo ver a mi abuela.
¿Añoranza?
Estoy en el trabajo, otra vez. Es por la mañana: la gente comienza su actividad. Hay sonrisas, lío de papeles, cafés de máquina en las mesas, teléfonos sonando, faxes llegando y conversaciones de las secretarias a media voz, comentando, sin duda, alguna maldad.
Yo estoy enmedio del pasillo. Desnudo. Con la ropa en la mano. Cuando me doy cuenta, trato de dirigirme al baño, para vestirme, pero alguien se cruza en mi camino y me interrumpe. Me pierdo espacio-temporalmente. Busco de nuevo el baño, y llego a mi despacho. Sigo desnudo, y he perdido alguna prenda de vestir de las que llevaba en la mano, tal vez la camisa. Tal vez, los pantalones. Procedo a vestirme en mi despacho, pero entra la secretaria y me comenta algo. Sigo desnudo. Desnudo completamente.
¿Inseguridad?
Segundo sueño en la misma noche:
Voy a ver a mi abuela, la madre de mi padre. En el sueño está viva aunque, en realidad, falleció hace unos 12 años. Vive en la primera casa que tuvo en Málaga cuando llegó del pueblo: en un edificio altísimo rodeado de otros idénticos, un enjambre humano en un barrio de aluvión, todo cemento, sin zonas verdes ni casi aceras. Allí nunca hay sol, es un barrio de sombra. Vuelvo a esa barriada de Ciudad Jardín (irónico nombre) a la que no volvía desde que era niño.
Los edificios son los mismos, pero al entrar en el portal, es un hotel de 5 estrellas. Nadie conoce a nadie. Hay empleados vestidos con libreas que, en lugar de hablar en tosco y cerrado malagueño, pronuncian un castellano distante y servicial. Pero nadie sabe dónde está el edificio número 3, donde vive mi abuela Mercedes. Trato de buscarlo, pero no lo encuentro. Pregunto a un chico de mi edad por ese portal, y de golpe, me sitúa en las coordenadas de mi vida: "Te conozco, tú viviste en Londres hace 10 años, y trabajaste en un Burger King. Me acuerdo de ti". Y no puedo ver a mi abuela.
¿Añoranza?
martes, 7 de octubre de 2008
Utopía
Decía Michel Foucault:
"Hay dos especies de utopías: las utopías proletarias socialistas que gozan de la propiedad de no realizarse nunca, y las utopías capitalistas que, desgraciadamente, tienden a realizarse con mucha frecuencia".
Estos días, vivimos el final de la utopía capitalista que empezó con el final de la utopía comunista, el día que se derrumbó el muro de Berlin.
A partir de ahora, viviremos en un mundo sin utopías.
Y los mundos sin utopías, son más pequeños.
"Hay dos especies de utopías: las utopías proletarias socialistas que gozan de la propiedad de no realizarse nunca, y las utopías capitalistas que, desgraciadamente, tienden a realizarse con mucha frecuencia".
Estos días, vivimos el final de la utopía capitalista que empezó con el final de la utopía comunista, el día que se derrumbó el muro de Berlin.
A partir de ahora, viviremos en un mundo sin utopías.
Y los mundos sin utopías, son más pequeños.
jueves, 2 de octubre de 2008
Rosa Díez
No suelo hablar de política en este blog. Pero este blog habla de mi vida, y la política está en mi sangre.
Hoy, un diputado valiente le ha dicho a Rosa Díez lo que muchos ciudadanos, militantes, simpatizantes o sólo votantes del PSOE, piensan sobre ella.
Cuando una persona abandona un partido porque no comparte sus principios, no hay nada que objetar. Cuando, en lugar de abandonar el partido, sigue en él, ocupando su puesto de eurodiputada, uno de los mejor pagados de la política, a la vez que dice que el secretario general de su partido, y a la sazón Presidente del Gobierno, es un mentiroso que está entregando a España a los asesinos de ETA, es llana y sencillamente un tránsfuga. Del crédito, de la decencia, de la honradez. Ha traficado con los votos que varios millones ciudadanos, para vendérselos a la derecha, a El Mundo, al ABC, a la COPE, a Telemadrid, que tanto negocio han hecho con sus opiniones.
En este preclaro vídeo, Rosa Díez pide "protección" porque dice que su persona está siendo "atacada". Tal vez, ignora, el sentido de la palabra "atacar": ella no se ha oído a sí misma en las tertulias de Telemadrid, o de cualquier emisora de la derecha, donde la invitaban con gran frecuencia, decir todo tipo de barbaridades de Zapatero y del PSOE. ¿Alguien pidió protección frente a sus calumnias?
Hay más. ¿Recuerda la ardorosa defensora de la unidad de España, Rosa Díez, sus años de consejera en un Gobierno en coalición con el PNV? ¿Qué crédito tiene esta mujer?
Cuando perdió el Congreso frente a Zapatero, y su amigo Nicolás Redondo perdió el suyo en el País Vasco, Rosa Díez no aceptó democráticamente el resultado, y comenzó una campaña de agitación e insultos, en público, utilizando todos los altavoces a su alcance y aprovechándose de la figura pública de Fernando Savater.
Rosa Díez es una oportunista de la política. Una demagoga del dolor ajeno. Una traficante de principios.
Hoy José Andrés Torres Mora le ha dicho, con sinceridad y contención, lo que muchos socialistas honrados, y tal vez para ser honrado baste ser un ciudadano decente, pensamos.
Contra la interpretación
Dice Susan Sontag: "En lugar de una hermenéutica, necesitamos un erotismo del arte".
En vez de interpretar, amar. No poner al objeto en la camilla de operaciones, sino en la cama donde se hace el amor.
Y esa afirmación, me lleva a pensar que tal vez, en nuestra mentalidad consumista, el amor también haya sufrido el síndrome de la hermenéutica.
Encontramos a alguien en el mercado de almas con cuerpo, y lo diseccionamos, categorizamos, y analizamos buscando puntos en común y razones para desecharlo tras un periodo de prueba. Buscamos amor a la carta, a medida. Por eso, queremos comprenderlo, como si ocultase motivos que no se pueden ver a simple vista, poniendo a prueba la idoneidad del artículo adquirido.
Y siquiendo a Sontag, deberíamos hacer lo contrario. Erotizarnos, abrir los poros, ampliar nuestra capacidad de sentir cosas.
Y ya está.
En vez de interpretar, amar. No poner al objeto en la camilla de operaciones, sino en la cama donde se hace el amor.
Y esa afirmación, me lleva a pensar que tal vez, en nuestra mentalidad consumista, el amor también haya sufrido el síndrome de la hermenéutica.
Encontramos a alguien en el mercado de almas con cuerpo, y lo diseccionamos, categorizamos, y analizamos buscando puntos en común y razones para desecharlo tras un periodo de prueba. Buscamos amor a la carta, a medida. Por eso, queremos comprenderlo, como si ocultase motivos que no se pueden ver a simple vista, poniendo a prueba la idoneidad del artículo adquirido.
Y siquiendo a Sontag, deberíamos hacer lo contrario. Erotizarnos, abrir los poros, ampliar nuestra capacidad de sentir cosas.
Y ya está.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)