lunes, 30 de junio de 2008

Casa

Hoy dormiré, años después, otra vez, en mi casa.

Mi casa que es ya otra casa, que habrá que hacer de nuevo: Con la ayuda de Ikea, remasterizadora útil de vidas rápidas, remezclador de minipisos versionados sobre la marcha, reinventados para el consumo como la sintonía variada de un mix.

Vidas por módulos, metros sampleados.

Mi casa, olerá a pasado, tendrá aún el eco de otras voces. Pero será, también, la cocina del futuro, el baño donde se lavan las cuentas pendientes, el salón donde se recibirá a nuevos invitados. Vivirla será llorarla, reírla, beberla, amarla. El ADN de una casa es su olor: ahí está la composición bioquímica de tus cariños, el rastro de tus ausencias, el aroma de tu vida.

Quimérico inquilino.

Mi casa de Kamosisa hoy abre hasta el amanecer.

2 comentarios:

Max dijo...

Dices: “el rastro de tus ausencias, el aroma de tu vida”. Sí, una casa también está construida de eso. Pero ese aroma no sólo es de la vida que se tiene, sino de la que se quiere tener. Y ese rastro de ausencias no sólo implica las huellas del pasado y una falta, sino que traza camino de un futuro con una presencia que intensamente se añora. Un futuro que se espera, para ser celebrado, acaso como lo de la Eurocopa, pero mucho mejor. Enamoradamente mejor.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

GLUPGLUPGLUPGLUP BLABLABLA, CUANDO ESCRIBAS EL LIBRO ME-LO(N) PASAS