miércoles, 13 de diciembre de 2006

Media pastilla, media pesadilla

Ayer, otra vez, peleado con el sueño. Aunque tal vez, con motivos. Dioses y monstruos empiezan a desfilar por mi cabeza nada más cerrar los ojos. Cruces de ideas, de presagios, de sentimientos. Los kamosisas colonizaron mi subconsciente e hicieron de las suyas. Os daré un consejo: si queréis drogaros para dormir, hacedlo bien. Anoche tomé medio orfidal y fue desastroso. O uno, o nada. Para que a uno le metan la puntita, que se la metan entera, ¿no? Recuerdo "Yonqui", el visionario libro de William Bourroughs, en el que hablaba de los peligros de la "infradosis".

Hay desánimo generalizado (y transitorio) a mi alrededor. Los tiempos políticos tienen remansos en los que las aguas se estacan y, a veces, se pudren.

El sol pegajoso de Málaga, desde El Puerto, atraviesa las palmeras, las plantas tropicales, el dulce ramaje del exotismo. Se condensa en el cristal de nuestro despacho produciendo un extraño efecto invernadero. Y nos lame la ropa dejando una película de sudor fino en nuestros cuerpos un poco indolentes.

Hoy pienso sin pensar en: aquella sonrisa tímida, cálida, generosa que espero ver pronto, que se dibuja en un fondo de nada tal y como surgía la sonrisa del gato de Alicia, casi sigilosa, casi callada. La imagino en el fondo del Gris, mientras suena "Nowhere girl", de B-movie.

"Y como los mares, según parece, también los amigos se comunican en la distancia".
Odisseas Elytis.

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