sábado, 24 de febrero de 2007

Comprador de noches

Hubo un tiempo, durante mi adolescencia y mi primera juventud en Madrid, en el que las noches eran gratis, no tenían fronteras de tiempo ni territorio, y no tenían esquema. Cuando el niño evoluciona a hombre, el principio de indeterminación de la física empieza a desvanecerse, la segunda ley de la termodinámica se oscurece y nos vamos convirtiendo en una patrulla acorazada con pararrayos y escamas de acero. Ponía el alma en carne viva en los bares de Pedregalejos, o del Centro. Cuando miraba algún palacete abandonado del Limonar, oscuro, con los cristales quebrados, con la aldaba atravesando las láminas de una puerta inmemorial, imaginaba que el pasado era siempre así: una ruina clásica, una ficción habitable. Ahora sé que el pasado nunca tiene esa forma, que lo vendemos a cada segundo y reclasificamos en planes de ordenación del tiempo que no tienen piedad.

Y unos años después, ponía la carne en alma viva en la Gran Vía de Madrid (y aledaños). Navegaba sin doble casco, soltando fuel y dejando que al barco entrasen todas las criaturas de un mar que desconocía, de un mar que era nuevo. Ese mar habitado por Circes de plomo y asfalto, con los pulmones negros, derruidos, por cantos de sirena a cuyo fatal embeleso yo sí caí fulminado (no como el duro de Ulises: por eso su viaje fue llamado Odisea).

Ahora las noches son un pacto rutinario con el tiempo (renovable cada fin de semana). La muerte de una crónica anunciada, porque es una crónica que cronifica, como el temporizador de un artefacto sin pólvora.

Pero vayamos al origen del problema. En la divisoria de caminos que se bifurcan en ese momento en el que el futuro existe o empieza a transitarse, yo escogí mal. Mi generación optó por crecer con "Sensación de Vivir" (desdichada traición!). Y yo opté por la ruina, y seguí enamorado de La Bola de Cristal, y sobre todo, de Santiago Auserón. Por eso, este kamosisa no encuentra otro portador de fracasos como él, otro hombre de papel, otro jueguete del viento.

Ya no te busco por las calles, sólo compro noches a un camello barato que cada día cobra más y da menos dosis de futuro. No obstante, sigo enganchado a la posibilidad. No mueras, posibilidad.



"...y en el cielo de la ilusión,
halló su propio infierno".

2 comentarios:

AnA dijo...

Gracias keki, porque a pesar de los diez años de edad que nos separan te sienta tan cerca..y porque siempre estés cuidando de la adolescente revolucionaria que sigo y seguiré irremediablemente siendo.

BeBa dijo...

Keki así estamos todos/as, comprando nochecitas y fines de semana.
Yo estoy helada mi mi manta no se termina de tejer...
Bebi