martes, 27 de febrero de 2007

Cuento de invierno 1/2

(Post-teaser: habrá segunda parte, la está habiendo).

La parisina Felicia conoce a Charles durante unas vacaciones en la Bretaña Son todavía lo suficientemente jóvenes como para creer que el amor es posible, pero lo suficientemente adultos como para creer que si es posible, debe ser posible. Es un verano muy bretón, con temperaturas suaves, con hotelitos de costa francesa, y entre playa y noche, se enamoran, follan, viven.

Al despedirse, cargados de planes para el futuro, se dan mal las direcciones.

Felicia vuelve a París. Charles se va a EEUU, a hacer un curso. Ella está embarazada. Pero se han perdido la pista. Se han perdido.

La vida pasa, pasa tranquilamente. Felicia, con su hija Elisa, recuerda todos los días a Charles. Sin atisbo de drama, sin épica. Trabaja en una peluquería, está liada con el dueño, pero también con otro tipo, un intelectual católico.

El intelectual le explica cosas que ella no entiende muy bien: le habla del idealismo de Platón, de la fuerza del destino en Shakespeare, de cómo Pascal demuestra la existencia de Dios a través de la razón.

Y por tanto, piensa Felicia, si existen ideales, destino y Dios, los milagros son posibles. Y Charles, lo es.

Un día, cinco años después, va al teatro, y ve “Cuento de invierno”, de Shakespeare, que evoca en ella la fuerza de la Providencia, la inmortalidad del amor.

Felicia incorpora el destino a su vida cotidiana, y en los autobuses, o a la vuelta de una esquina, tal vez en una panadería o en el Metro, espera encontrar a Charles. Que no aparece. Que no aparece.

Hasta que aparece un día, entre el azar de las calles, paseando distraído entre las paredes del invierno.

Y entonces, la vida empieza para los protagonistas, la película termina, sales del cine y piensas que te gustan mucho las pelis lentas y francesas de Eric Rohmer, aunque no sepas muy bien por qué, que te mola la nouvelle vague y que te encantaría vivir algo parecido.



(No encontré ningún vídeo de Cuento de Invierno. Como Charles, no aparece, pero aparecerá. Pero sí tengo esta puesta de sol, este Rayo Verde... otra hermosa película de Rohmer sobre el azar y el destino, sobre el verano y el invierno). Ciao.

1 comentario:

AnA dijo...

el azar es producto de lo que distraemos.
anita