Lo conocía poco, pero fue suficiente para pasar más de una noche irrepetible, en la antigua sala Coppelia, bailando sus ritmos exclusivos, oscuros y brillantes. Era extravagante, frío, atípico, elegante, nocturno, íntimo y exhibicionista a la vez, andrógino y con un talento estético que sobrepasaba lo estrictamente musical, para abarcar todo su personaje.
Desde su vestimenta, hasta sus peinados, hablaban de otra época, de otra galaxia. Me gustaba su música, pero sobre todo, me gustan sus gustos. Con él pude hablar de una pasión compartida: los Simple Minds.
De su casa retro-futurista, la misma donde hace dos días lo han asesinado a navajazos, me fui un día con una canción antigua que se incrustó en mi alma y oigo, la pongan o no la pongan, cada vez que voy al Gris, en Chueca: Nowhere girl, de B-movie.
Dejo este pálido final, de su proyecto Silvania, hoy que se oscurece definitivamente el cielo de Madrid.
martes, 30 de septiembre de 2008
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Teoría de la acción
Nada hay más paradójico, a simple vista, que una "teoría" de la "acción". Sin embargo, me decía un amigo que todos somos sujetos "teóricos". Es decir, cada una de nuestras acciones, desde las más importantes a las más nimias, desde casarnos hasta levantarnos por la mañana o rascarnos un pie, responde a un esquema cognitivo previo, y sin ese soporte, no serían posibles.
Somos teorías andantes, aunque no lo sepamos. Si no hacemos algo, es porque esa teoría nos dice que no lo hagamos. Si no amamos, es porque estamos programados para no amar. El problema es que no somos conscientes del enjambre de conceptos que se halla detrás de nuestros pasos. Las estrcuturas cerebrales son tan profundas, tan sólidas, están tan arraigadas, que la mayoría de las veces, no las podemos ver.
Yo estoy cambiando mi teoría de la acción, mi mapa, como ya señalé hace unos días. Tenía un mapa demasiado impenitente, excesivamente ingenuo. El mundo que pintaba contenía tanta bondad que me hacía vulnerable; y tanto miedo, que me volvía indefenso.
Ahora, en el nunevo mapa, hay poco miedo, y una pizca más de mala leche. Pero miro sus bordes, sus contornos, sus escalas mejor perfiladas, y lo veo más bello. De eso se trata.
Somos teorías andantes, aunque no lo sepamos. Si no hacemos algo, es porque esa teoría nos dice que no lo hagamos. Si no amamos, es porque estamos programados para no amar. El problema es que no somos conscientes del enjambre de conceptos que se halla detrás de nuestros pasos. Las estrcuturas cerebrales son tan profundas, tan sólidas, están tan arraigadas, que la mayoría de las veces, no las podemos ver.
Yo estoy cambiando mi teoría de la acción, mi mapa, como ya señalé hace unos días. Tenía un mapa demasiado impenitente, excesivamente ingenuo. El mundo que pintaba contenía tanta bondad que me hacía vulnerable; y tanto miedo, que me volvía indefenso.
Ahora, en el nunevo mapa, hay poco miedo, y una pizca más de mala leche. Pero miro sus bordes, sus contornos, sus escalas mejor perfiladas, y lo veo más bello. De eso se trata.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Renovación
Hoy adviene el otoño, con toda su tormenta purificadora. Y es un impulso hacia delante. Es una renovación. Y por tanto, también un
"Olvido.
Olvido porque ya soy viejo o ya soy joven:
he sido tantos alborotos
que ya soy viejo
he visto a tantos morir mi muerte
que ya soy joven
he servido a tantos príncipes
he ambicionado piedra he falsificado labios y he jadeado
no he faltado a la cita y ahora
ya no hay fuego en mi fuego
o todas mis mentiras son mentirosas
y sólo el cansancio me da vida
y sólo tocas mí cansancio
y ahora
hoy nada me duele y tú no me dueles"
Pedro Casariego, Tu mezquita y tu río, 1980.
"Olvido.
Olvido porque ya soy viejo o ya soy joven:
he sido tantos alborotos
que ya soy viejo
he visto a tantos morir mi muerte
que ya soy joven
he servido a tantos príncipes
he ambicionado piedra he falsificado labios y he jadeado
no he faltado a la cita y ahora
ya no hay fuego en mi fuego
o todas mis mentiras son mentirosas
y sólo el cansancio me da vida
y sólo tocas mí cansancio
y ahora
hoy nada me duele y tú no me dueles"
Pedro Casariego, Tu mezquita y tu río, 1980.
jueves, 18 de septiembre de 2008
Espacio exterior
Mañana, un nuevo mini-viaje de 5 estrellas a Sotogrande. Libros, estudios, gafas de sol, zumos, cenas, cines y cigarros.
En cualquier caso, Madrid impone una fortísima tensión centrífuga que nos lleva a salir a cada poco fuera de esta atmósfera, y buscar nuevos ámbitos donde la gravedad sea menos fuerte.
Espacios no contaminados, ingrávidos, exteriores, leves, distantes, donde casi nada parece tener importancia, y el tiempo no se fuga como los caballos sobre una colina. Años después, cuando se abran las cajas negras, veremos qué ocupó más sitio en nuestra felicidad, si Madrid o su periferia. Hasta el lunes.
En cualquier caso, Madrid impone una fortísima tensión centrífuga que nos lleva a salir a cada poco fuera de esta atmósfera, y buscar nuevos ámbitos donde la gravedad sea menos fuerte.
Espacios no contaminados, ingrávidos, exteriores, leves, distantes, donde casi nada parece tener importancia, y el tiempo no se fuga como los caballos sobre una colina. Años después, cuando se abran las cajas negras, veremos qué ocupó más sitio en nuestra felicidad, si Madrid o su periferia. Hasta el lunes.
lunes, 15 de septiembre de 2008
Paredes de cristal
No voy a contar aquí, obviamente, mi vida personal. No es este el lugar. No soy un graffitero de mi destino. Aparte de retazos, versos sueltos, fogonazos divertidos, tembleques melancólicos, no es este blog un confesionario o un diario de mis vivencias. Quien conoce mi vida, sabe qué vivo, cómo vivo, para qué vivo. Pero sí me veo legitimado para aislar hechos concretos y extraer conclusiones generales.
Recientemente viví un lamentable episodio con una persona que fue muy importante en mi vida. No voy a entrar en los detalles, pero a partir de este triste -"triste" es la palabra, y "absurdo"- incidente, he reflexionado sobre qué puede haber de social, de cultural, de general en determinadas conductas, y qué hay de individual. Ni que decir tiene, que el hecho de que atribuya un origen social a determinada forma de actuar no exime de la responsabilidad individual de cada uno. En nosotros está asumir o rechazar un determinado modelo que nos ha venido impuesto. En nuestra mano, la posibilidad de levantarnos en armas contra el tirano que nos sometía.
Creo que, de nada sirve luchar por los derechos de los gays, si esa lucha no va acompañada de una profunda revisión y revocación total de la cultura "machista", celotípica, posesiva y cutre en la que nos han educado. De nada sirve eliminar el agravio que supone no ser igual -legalmente- a un heterosexual, si luego repetimos los mismos parámetros de la cultura que siempre nos ha oprimido: dominación, posesión, agresión, dependencia, maltrato. Hay, entre nosotros, paredes de cristal que limitan nuestra lucha por la libertad: paredes invisibles, que a veces no vemos, que pasan desapercibidas como estructuras latentes muy profundas, pero que nos encierran, nos impiden avanzar.
Digo "paredes", y no "techos": en este caso, me refiero a los modelos que los gays hemos asumido erróneamente, muros que nostros mismos alzamos entre nosotros, y no al que la cultura heterosexista dominante nos ha lanzado encima, que también existe. Tenemos techos y paredes de cristal. Que nosotros copiemos sus formas, es un triunfo para ellos. Porque lo que les jode no es que dos tíos se den por el culo. Les inquieta que, además de darse, se quieran, se respeten, y enseñen al mundo que hay otras formas de relación no basadas en el poder de uno y el sometimiento de otros/as. Saben que, cuando rompamos sus malditas paredes de cristal, su poder empezará a desmoronarse sin remedio.
Rompamos, por favor, esas paredes de cristal. Por el bien de todos.
Recientemente viví un lamentable episodio con una persona que fue muy importante en mi vida. No voy a entrar en los detalles, pero a partir de este triste -"triste" es la palabra, y "absurdo"- incidente, he reflexionado sobre qué puede haber de social, de cultural, de general en determinadas conductas, y qué hay de individual. Ni que decir tiene, que el hecho de que atribuya un origen social a determinada forma de actuar no exime de la responsabilidad individual de cada uno. En nosotros está asumir o rechazar un determinado modelo que nos ha venido impuesto. En nuestra mano, la posibilidad de levantarnos en armas contra el tirano que nos sometía.
Creo que, de nada sirve luchar por los derechos de los gays, si esa lucha no va acompañada de una profunda revisión y revocación total de la cultura "machista", celotípica, posesiva y cutre en la que nos han educado. De nada sirve eliminar el agravio que supone no ser igual -legalmente- a un heterosexual, si luego repetimos los mismos parámetros de la cultura que siempre nos ha oprimido: dominación, posesión, agresión, dependencia, maltrato. Hay, entre nosotros, paredes de cristal que limitan nuestra lucha por la libertad: paredes invisibles, que a veces no vemos, que pasan desapercibidas como estructuras latentes muy profundas, pero que nos encierran, nos impiden avanzar.
Digo "paredes", y no "techos": en este caso, me refiero a los modelos que los gays hemos asumido erróneamente, muros que nostros mismos alzamos entre nosotros, y no al que la cultura heterosexista dominante nos ha lanzado encima, que también existe. Tenemos techos y paredes de cristal. Que nosotros copiemos sus formas, es un triunfo para ellos. Porque lo que les jode no es que dos tíos se den por el culo. Les inquieta que, además de darse, se quieran, se respeten, y enseñen al mundo que hay otras formas de relación no basadas en el poder de uno y el sometimiento de otros/as. Saben que, cuando rompamos sus malditas paredes de cristal, su poder empezará a desmoronarse sin remedio.
Rompamos, por favor, esas paredes de cristal. Por el bien de todos.
jueves, 11 de septiembre de 2008
Mapas y estrategias
Que "el mapa no es el territorio" es una verdad a medias, toda vez que tu mapa es el único territorio que conoces. Dicho esto, es fácil comprender que reprogramarse, adoptar nuevas estrategias, no es tan sencillo. Y a pesar de ello, resulta absolutamente necesario. De hecho, vivir, aprender, comprender, es reprogramarse continuamente, cambiar de mapas. En los antiguos, aparecen accidentes geográficos que ya no son significativos, y a su vez, están ausentes otros de plena actualidad.
Con nuevos mapas, con nuevas estrategias, encaramos, pues este inicio de curso.
Con nuevos mapas, con nuevas estrategias, encaramos, pues este inicio de curso.
lunes, 8 de septiembre de 2008
Esta foto
Por cortesía de http://lapupilaalrojo.blogspot.com/ publico esta foto en mi blog. Este verano, en Vejer, con N, R y S (que no aparece, porque estaba, magistralmente, con ese talento que la caracteriza, detrás del objetivo).
"El viento desata los elementos, y el trueno asalta la montaña.
¡Destino de los inocentes, eres mi propio Destino!"
Odisseas Elytis
viernes, 5 de septiembre de 2008
Déjame besarte
¿Qué pulsión oculta, qué resorte a medio camino entre el corazón y los pulmones, nos empuja a querer besar a alguien? ¿Qué nos mueve hacia los labios, la lengua, la respiración de otra persona? ¿Qué íntimo anhelo de invasión, de posesión, dirige nuestra boca hacia otra, ignorante de sus hálitos, su salud bucodental, sus caries, sus chicles, sus ortodoncias, sus degluciones en el restaurante tai, sus oraldines?
A veces, besar puede ser bostezar a la par, o morderse, o callarse, o hablarse.
Hay un bar en Madrid que se llama "Déjate besar", y una canción de Morrisey que se titula "déjame besarte".
¿Es lo mismo besar que ser besado?
He ahí cuestiones para un fin de semana, previsiblemente, sin besos.
A veces, besar puede ser bostezar a la par, o morderse, o callarse, o hablarse.
Hay un bar en Madrid que se llama "Déjate besar", y una canción de Morrisey que se titula "déjame besarte".
¿Es lo mismo besar que ser besado?
He ahí cuestiones para un fin de semana, previsiblemente, sin besos.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Exaltación de la tristeza
"Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera".
Es el comienzo de Ana Karenina, una de las pocas novelas recordadas tanto por su primera página, como por la última.
La semántica de la frase encerraría toda la esencia de la modernidad, si no fuera por el incómodo sujeto, "familia". La paradoja de la frase, es que desmiente a la novela. Pero la colisión entre frase y novela es un ardid narrativo. A lo largo de las páginas, el individuo, Ana, se rebela contra la familia, Karenina. Si Tolstoi hubiera escrito, "todas las personas dichosas se parece, pero las infelices lo son cada una a su manera", habría adelantado el final. Sencillamente, Tolstoi empieza la historia por Karenina, por la unidad familiar como sujeto narrativo, y la termina con Ana, emancipada del vínculo impuesto, alfa y omega real, narrativo, vivo, de la desdicha.
La industria cultural de nuestro tiempo tiene problemas con la tristeza, y no así con la alegría. La alegría es una manifestación colectiva que nos homogeiniza. Las teleseries serializan la sonrisa, igual que las comedias de Hollywood. La felicidad, en nuestros días, es siempre compartida, consumada con, en, y hacia los demás.
No siempre fue así. Hasta los años 20, y especialmente en ellos, la felicidad fue también un placer exquisito reservado a los ricos, una singladura solitaria que se plasmaba en las fotografías color crema del final de una clase "feliz". Pero el crack del 29 pulverizó la ilusión de la belle epòque y socializó, como un derecho más, la alegría. Producto que vino de la mano del cine, la televisión, y Roosevelt.
La tristeza, en cambio, se resiste. Es de autor: remite a una individualidad hermética, difícil de comprender. El carácter íntimo, y casi intransferible de la tristeza, hace que esta haya sido expulsada al reducido ámbito de la poesía, de la expresión ínfima. Por eso, apenas tiene un hueco en nuestro sistema cultural.
En cambio, los rayos catódicos dibujan bien la tragedia, la desesperación. Un accidente aéreo o un atentado terrorista, son la versión en negativo de las grandes y efímeras alegrías sociales de la sociedad global del siglo XXI. Los espectadores se indiferencian de las víctimas, y comparten su dolor, su consternación, a través de la tv. El monstruo se alimenta de fast food emocional. Todos nos parecemos, y nos preguntamos, por qué.
Acaso, hoy revivimos elperdido charme de la tristeza en los blogs.
Es el comienzo de Ana Karenina, una de las pocas novelas recordadas tanto por su primera página, como por la última.
La semántica de la frase encerraría toda la esencia de la modernidad, si no fuera por el incómodo sujeto, "familia". La paradoja de la frase, es que desmiente a la novela. Pero la colisión entre frase y novela es un ardid narrativo. A lo largo de las páginas, el individuo, Ana, se rebela contra la familia, Karenina. Si Tolstoi hubiera escrito, "todas las personas dichosas se parece, pero las infelices lo son cada una a su manera", habría adelantado el final. Sencillamente, Tolstoi empieza la historia por Karenina, por la unidad familiar como sujeto narrativo, y la termina con Ana, emancipada del vínculo impuesto, alfa y omega real, narrativo, vivo, de la desdicha.
La industria cultural de nuestro tiempo tiene problemas con la tristeza, y no así con la alegría. La alegría es una manifestación colectiva que nos homogeiniza. Las teleseries serializan la sonrisa, igual que las comedias de Hollywood. La felicidad, en nuestros días, es siempre compartida, consumada con, en, y hacia los demás.
No siempre fue así. Hasta los años 20, y especialmente en ellos, la felicidad fue también un placer exquisito reservado a los ricos, una singladura solitaria que se plasmaba en las fotografías color crema del final de una clase "feliz". Pero el crack del 29 pulverizó la ilusión de la belle epòque y socializó, como un derecho más, la alegría. Producto que vino de la mano del cine, la televisión, y Roosevelt.
La tristeza, en cambio, se resiste. Es de autor: remite a una individualidad hermética, difícil de comprender. El carácter íntimo, y casi intransferible de la tristeza, hace que esta haya sido expulsada al reducido ámbito de la poesía, de la expresión ínfima. Por eso, apenas tiene un hueco en nuestro sistema cultural.
En cambio, los rayos catódicos dibujan bien la tragedia, la desesperación. Un accidente aéreo o un atentado terrorista, son la versión en negativo de las grandes y efímeras alegrías sociales de la sociedad global del siglo XXI. Los espectadores se indiferencian de las víctimas, y comparten su dolor, su consternación, a través de la tv. El monstruo se alimenta de fast food emocional. Todos nos parecemos, y nos preguntamos, por qué.
Acaso, hoy revivimos elperdido charme de la tristeza en los blogs.
martes, 2 de septiembre de 2008
Lo que no está
Es frecuente que me apriete la soledad por la noche. A veces, siento su abrazo leve, sus manos de seda negra, alrededor de mis hombros: no abriga, no agobia. Pero pesa como el plomo. Está fría como el plomo. Tiene la profundidad del plomo. Y entonces, sólo me quedan los anticuerpos del absurdo para defenderme. Lo que no está, es lo que más pesa, lo que ocupa más más espacio. Lo que hace más ruido. Y siento que me duermo sobre el cold, cold ground.
lunes, 1 de septiembre de 2008
Up against it
Hoy, con septiembre, comienza la exploración del futuro inminente. Una suave transición que nos llevará, lenteamente, al ritmo de las hojas secas, a los rigores del invierno: los días condensados en un calendario indiferente, casi eterno.
Luego llegará octubre, con leves balanceos de vals, y la vida querrá perderse por los mullidos meandros de los cafés y la lana, una espuma fría que tratará de adormecernos, casi extinguirnos.
Pero me complace saber que el ejército está a punto; las armas preparadas para la batalla; los comandantes, en sus puestos. Lo peor, ya pasó. Por fin se marcha el verano.
Luego llegará octubre, con leves balanceos de vals, y la vida querrá perderse por los mullidos meandros de los cafés y la lana, una espuma fría que tratará de adormecernos, casi extinguirnos.
Pero me complace saber que el ejército está a punto; las armas preparadas para la batalla; los comandantes, en sus puestos. Lo peor, ya pasó. Por fin se marcha el verano.
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