martes, 30 de septiembre de 2008

El Ciëlo de Madrid

Lo conocía poco, pero fue suficiente para pasar más de una noche irrepetible, en la antigua sala Coppelia, bailando sus ritmos exclusivos, oscuros y brillantes. Era extravagante, frío, atípico, elegante, nocturno, íntimo y exhibicionista a la vez, andrógino y con un talento estético que sobrepasaba lo estrictamente musical, para abarcar todo su personaje.

Desde su vestimenta, hasta sus peinados, hablaban de otra época, de otra galaxia. Me gustaba su música, pero sobre todo, me gustan sus gustos. Con él pude hablar de una pasión compartida: los Simple Minds.

De su casa retro-futurista, la misma donde hace dos días lo han asesinado a navajazos, me fui un día con una canción antigua que se incrustó en mi alma y oigo, la pongan o no la pongan, cada vez que voy al Gris, en Chueca: Nowhere girl, de B-movie.

Dejo este pálido final, de su proyecto Silvania, hoy que se oscurece definitivamente el cielo de Madrid.


1 comentario:

Max dijo...

Recuerdo comprarme un álbum de Silvania, allá en Madrid, hace ya muchos años, por referencias de amigos que fueron sus amigos, allá en la lejana Lima. Y esa mención que haces de la ultra-emblemática Nowhere Girl, me hace recordar una anécdota que me contaron sobre él, cuando Coco era un adolescente en esa secundaria que quedaba a unas calles de mi casa, cuando nadie hubiese imaginado lo que ahora sería mejor no saber imaginar.