miércoles, 3 de septiembre de 2008

Exaltación de la tristeza

"Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera".

Es el comienzo de Ana Karenina, una de las pocas novelas recordadas tanto por su primera página, como por la última.

La semántica de la frase encerraría toda la esencia de la modernidad, si no fuera por el incómodo sujeto, "familia". La paradoja de la frase, es que desmiente a la novela. Pero la colisión entre frase y novela es un ardid narrativo. A lo largo de las páginas, el individuo, Ana, se rebela contra la familia, Karenina. Si Tolstoi hubiera escrito, "todas las personas dichosas se parece, pero las infelices lo son cada una a su manera", habría adelantado el final. Sencillamente, Tolstoi empieza la historia por Karenina, por la unidad familiar como sujeto narrativo, y la termina con Ana, emancipada del vínculo impuesto, alfa y omega real, narrativo, vivo, de la desdicha.

La industria cultural de nuestro tiempo tiene problemas con la tristeza, y no así con la alegría. La alegría es una manifestación colectiva que nos homogeiniza. Las teleseries serializan la sonrisa, igual que las comedias de Hollywood. La felicidad, en nuestros días, es siempre compartida, consumada con, en, y hacia los demás.


No siempre fue así. Hasta los años 20, y especialmente en ellos, la felicidad fue también un placer exquisito reservado a los ricos, una singladura solitaria que se plasmaba en las fotografías color crema del final de una clase "feliz". Pero el crack del 29 pulverizó la ilusión de la belle epòque y socializó, como un derecho más, la alegría. Producto que vino de la mano del cine, la televisión, y Roosevelt.

La tristeza, en cambio, se resiste. Es de autor: remite a una individualidad hermética, difícil de comprender. El carácter íntimo, y casi intransferible de la tristeza, hace que esta haya sido expulsada al reducido ámbito de la poesía, de la expresión ínfima. Por eso, apenas tiene un hueco en nuestro sistema cultural.

En cambio, los rayos catódicos dibujan bien la tragedia, la desesperación. Un accidente aéreo o un atentado terrorista, son la versión en negativo de las grandes y efímeras alegrías sociales de la sociedad global del siglo XXI. Los espectadores se indiferencian de las víctimas, y comparten su dolor, su consternación, a través de la tv. El monstruo se alimenta de fast food emocional. Todos nos parecemos, y nos preguntamos, por qué.

Acaso, hoy revivimos elperdido charme de la tristeza en los blogs.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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AnA dijo...

Es más fácil encontrar blogs que rebosen del charme masoquista de Alexis karenina y del dolor exquisito de Anna... Blogs siempre en visible exposición a los viajeros que somos dentro de esta red..raíles de vida.
En fin, que yo también te quiero, ya sabes,amor de alta velocidad.
Anita

Max dijo...

Ay, Tamara...