martes, 17 de julio de 2007

Miedo a escribir, disforia del yo

¿Por qué escribimos?

Porque tenemos miedo al vacío, a los fantasmas que habitan el vacío. A los recuerdos que son fantasmas. A los espíritus malignos que viven en los recuerdos. A los otros que están en nosotros. A nosotros, que no estamos en ninguna parte y en todas, a la vez. Tenemos miedo a estar solos con nosotros mismos, ver nuestra realidad desesperada, desnuda, solitaria, y por eso nos desdoblamos a través del lenguaje: podemos ser otra cosa. Anestesiamos nuestra identidad: adormecemos el yo con palabras que nos dicen. Nosotros somos el objeto del lenguaje: somos dichos.

Pero, ¿por qué tememos al yo? Porque no lo conocemos. Porque, en contra de lo que siempre pensamos, es múltiple (somos una multitud) y esa pluralidad sólo habla cuando lo sacamos de la jaula de la "normalidad", cuando no tememos que hablen y pugnen voces opuestas y enemigas que parten de la misma identidad nómada e inconclusa. Es en la enfermedad mental donde nos revelamos, donde nuestra identidad se reivindica y se despliega. Sólo los enfermos mentales son libres, son ellos mismos, porque desertaron de la enajenación total que es un hombre sometido a las reglas sociales.

La "normalidad" es una cárcel, un método de control directamente prensado en nuestro cerebro a través de una cultura social internalizada. Hoy día las ideologías de control no recurrirán a las armas, sino al concepto de normalidad. Rajoy ya lo ha hecho. Él lidera el partido de los "normales".

La disforia del yo es la solución. El sillón en el que reposa nuestro yo puede ser un trono o una silla eléctrica. Y a veces, sólo podemos experimentar esa disforia en la monstruosidad de la escritura, que nos permite transitar por infiernos poderosos y múltiples, por el subsuelo terrible de la verdad, de la cual el "Self" no es sino una máscara fabricada fuera de nosotros mismos.


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