domingo, 15 de julio de 2007

Vivan las barbas

Han tenido mala prensa: desde Belcebú, hasta Barbazul, pasando por las de tu vecino, la barba siempre ha sido una reivindicación mitológica de la masculinidad dominante en varias modalidades.

La barba, o era de época, ilustrada, retocada y cursi, o era silvestre y aguerrida, una afirmación del yo patriarcal entre la mayéutica socrática y la divinidad militar de Júpiter, Salomón o Ulises.

Pueblos enteros se han ocultado tras sus barbas: tirios y troyanos, cartagineses, ladinos, fenicios...

Agamenón tuvo una barba dorada.

Las barbas eran, a partes iguales, el poder, la experiencia, la sabiduría, la fuerza.

Lenin se diseñó una barba de komitern de la misma manera que planificó una URSS. Anguita redescubriría esta barba intervenida un siglo después para joder a un PSOE que había perdido las barbas.

La cultura consumista de la eterna juventud ha hecho que las barbas sufran una de sus peores crisis. Gillette -lo mejor para el hombre- y otras grandes firmas han impuesto al hombre pulcro, suave y tecnológico, dejando la barba como signo de senectud: para el Druida, el Gnomo, Papa Noel y el abuelo de Heidi.

En este contexto, las barbas han sido manifestaciones bohemias, misántropas, malditas y libres. Barba proverbial lleva Zizek. Barba cívica y diletante lleva Savater.

Yo creo que, maltratadas por el cine -hay que irse a Paris, Texas, para encontrar una barba protagonizando una película-, dan el salto a la cultura de masas de la mano del deporte: todos nos acordamos de la barba de Vlade Divac; luego han estado Gasol y compañía frente a los Beckamp (¿se escribe así?) y demás. Yo creo que el consumidor de deporte televisivo ve en la barba espíritu de lucha y una vuelta al gladiador romano.

Yo he tenido un finde barbudo.

Mi capitán tiene una barba joven y sensual, bien trazada y mejor adherida a una piel morena ya casi de camuflaje. Ha habido desavenencias militares que no conviene airear aquí. No sé si alguna maniobra logrará solventar esta crisis o retiro definitivamente las tropas.

Y hoy, cine con caótico E, con su barba traviesa, seductora y primeriza. Es una barba que acaba de salir del armario y vive exultante su libertad. Al parecer, estuvo siempre reprimida en E, siempre sin asomar la punta temiendo espantar a unas chicas buscadas por obligación socio cultural.

Y en la película, Alberto San Juan exhibiendo una barba poderosa, navarra, casi montañera...

Espero no terminar votando a Rajoy sólo por su barbuda oposición a todo.

Pero sí, me ponen las barbas. ¿Me pongo una?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"dejando la barba como signo de senectud"

Si hasta ya lo dice la geopolítica: Antigua y barbuda.

Anónimo dijo...

...y "tan exultante libertad"....siempre quise ir al de un cine y comentar con mi compañero de butaca la desestabilización que en mí provocaba el protagonista y dejar de alabar a su "paternaire".

Desde aquí mis más sinceras disculpas por las mentiras despiadadas que dedicaba a las señoras Davis, Lewis, Paltrow, Roberts, Ormond, Borham-Carter and Mrs Smith...

Kamosisa dijo...

Bueno... pero siempre nos queda Mrs Robinson... A esa la adoramos de verdad...