Hace 17 navidades la pantalla de mi televisor escupió el concierto Zoo TV de U2. El impacto fue devastador, como el efecto hongo de una bomba H. Partículas de mi personalidad se fundieron. Otras volaron en todas las direcciones. Neutrones adolescentes se chocaban, invirtiendo su giro. Protones de piel se erizaban como en un mar de estaño ardiendo. Las imágenes eran McLuhan en estado puro. La era del vacío llena de sí misma. El fin de la historia convertido en una parodia del tamaño de un estadio de fútbol. Bush y la guerra (ya entonces). La televisión sustituyendo a la realidad (el crimen perfecto). Europa como nueva utopía. Todos derretidos en una orgía de rayos catódicos y poesía de consumo entre el frenesí musical, los sampleados de canciones de otras bandas, los riffs de la guitarra de The Edge. Vida, amor líquidos. Reverberaciones. Hasta el fin del mundo. Efectos. Una lluvia de luces. Como una mosca ante un muro. VD Walls. I'm ready for the laughing gas... El futuro es una fantasía. It's so simple. Preparados para el gas hilarante. Bono como monarca de aquel imperio transitorio y relativo, con rincones para el amor.
De alguna forma, aquella gira irrepetible y fascinante describió el siglo XXI que se avecinaba, con sus contradicciones, con su esperanzas. Y le puso imágenes y sonidos a mis ensoñaciones.
- Ah, y este automóvil, que me encanta. El resplandor de las pantallas. Me fascinan las pantallas. El resplandor del capital cibernético. Qué radiante, qué seductor. No entiendo ni papa de todo esto.
Cosmópolis. Don De Lillo.
viernes, 25 de diciembre de 2009
jueves, 24 de diciembre de 2009
Que pasen (bien) los años
Como buen adolescente, tuve una enorme y eterna espinilla en el centro de la mejilla derecha que no lograba hacer desaparecer con nada (ni pepino, ni alochol, ni Clerasil). También escuchaba a Nirvana y me quedaba embobado mirando a Kurt Cobain, que era quien acudía a mis citas con onán, a pesar de que salía con P, la rubia más explosiva del Instituto, con la que además de iniciarme en sobeteos y besos me fumé mi primer porro. Así era mi vida.
Como habitaba un mundo al que no comprendía, y que no me comprendía a mí (o eso pensaba), me dedicaba a escribir. A los 15 años gané un concurso literario juvenil y El País de las Tentaciones, la sección joven de ese periódico, nos convocó a ganadores y finalistas en Madrid para hacernos un reportaje (que es como hacerte un traje, con palabras). Recuerdo que mi principal preocupación era que no se viese aquella protuberancia del acné, pero en la sala de maquillaje me dijeron que no había nada que aquellos polvos mágicos no pudieran hacer por mí. Por la mañana tuvimos sesión de fotos y por la tarde nos hicieron preguntas: ¿Por qué empezaste a escribir? ¿Cuándo? ¿Perteneces a alguna tribu urbana?. Éramos pequeñas estrellas adolescentes tocando el cielo con la yema de los dedos, unos chavales ignorantes en manos de tipos mayores con ganas de poner otra X a una nueva generación.
Volví a Málaga en avión. Era un radiante día de primavera. Mi madre me esperaba con el BMW rojo. 525, en el parking del aeropuerto. Tenía 42 años. Recuerdo su aspecto fresco: el pelo rizado, los vaqueros estrechos, su camiseta de aire hippi y la sonrisa más generosa que ahora. Íbamos camino de nuestra urbanización, por la circunvalación desde la que a veces se ve el mar, mientras yo le contaba aquella experiencia fascinante. Me recogió un taxi en el Aeropuerto y luego me llevaron donde estaban los demás chicos de mi edad, en el plató donde nos iban a fotografiar... Mi madre, a duras penas, podía disimular cierto orgullo. El coche automático corría con la suavidad de un avión. Sonaba Everybody wants to rule the world, de Tears for Fear, en la cinta de la BSO de Los Amigos de Peter, que ella ponía siempre en el coche.
Todo sucedió muy deprisa. En un recodo sinuoso de la carretera, antes de llegar al túnel de El Limonar, un Ford Fiesta gris nos adelantó de una manera extraña. Había una brusquedad anormal en sus maniobras. Entonces lo vi tambalearse, perder el equilibrio, girar sobre sí mismo y salir volando por el lado derecho como si fuese un OVNI. Mi madre frenó. El Ford Fiesta gris cayó de nuevo a la carretera, después de estrellarse contra la ladera de un desmonte seco. Aterrizó convertido en una estructura deformada por cuya luna delantera vi salir a una persona despedida. Debido al frenazo, nos golpeó por detrás otro coche, que se quedó atravesado en medio de la carretera y que fue embestido, a su vez, por otro vehículo.
En pocos segundos, esa pequeña sección de la Ronda Este se convirtió en un espectáculo irreal de sangre, humo, gomas derretidas, cristales y hierros fundidos. Un hombre deambulaba con la cara ensangrentada entre las carrocerías retorcidas y una mujer de edad avanzada recibía oxígeno después de haber perdido el conocimiento. El culo de nuestro BMW era un acordeón de chapa arrugada. Recuerdo a mi madre hablando con un policía, a las ambulancias improvisando un pequeño hospital, a un abogado dando su número de teléfono. Recuerdo el olor espeso y áspero de los materiales quemados.
Yo estaba solo en el arcén, con mis quince años metidos en el bolsillo, incapaz de comprender por qué aquel día con el que siempre soñé estaba terminando así, con una orgía de horror. Caminé por la mediana que quedaba justo detrás del lugar del accidente. A partir de unos cinco metros, en el asfalto empecé a ver restos de sangre y masa encefálica, hasta que descubrí el cadáver del hombre que salió disparado del Ford Fiesta.
Era la primera vez que veía la muerte en persona, cara a cara (y hasta ahora, ha sido la única). En ese momento, el asco fue más fuerte que la desolación. Había algo incomprensiblemente blando y grotesco en esa extraña forma de morir, en ese amasijo inerte de carne humana que yacía bajo el sol del mediterráneo.
Días después, supe que el tipo tenía 30 años, iba o venía de una comida de trabajo, vivía con su novia y había estudiado en mi mismo Instituto.
Qué rápido se va todo. Qué fácilmente la mano que nos tiene asidos a la vida se afloja y nos caemos por acantilado. Durante años, no he sabido qué quiso decir aquello, qué significado tuvo. Tal vez no quiera decir absolutamente nada. Simplemente, los guarismos de una ecuación siniestra se combinaron con un resultado fatal. Puede pasarnos a cualquiera, y al cabo la muerte de ese hombre que vi en directo fue una más, como tantas que pasan todos los días, y su recuredo, entre quienes lo conocían, casi habrá sido borrado después de estos 15 años.
Pero con una cierta perspectiva creo que aquello significó una llamada del azar, una señal de esa suerte que, de cuando en cuando (y siempre en el momento menos esperado) nos recuerda que su reinado es implacable, que la vida puede cambiar o disiparse en cuestión de segundos y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. Y aunque sé que es un lugar común, un tópico más al que nos aferramos como si fuera un axioma, me estremezco al pensar que lo que parece una vida plácida y segura, puede volverse oscura y siniestra en minutos, por un volantazo mal dado o un avión que no debiste coger. Todo es relativo, y lo único que podemos hacer es entregarnos a cada instante con la conciencia de que puede ser el último de una serie muy larga, pero limitada, de instantes felices. Por eso hay motivos para celebrar que 2009 se termina, y que podemos verlo con los ojos, desde este lado. Todavía, desde este lado.
Felices fiestas a todos.
Como habitaba un mundo al que no comprendía, y que no me comprendía a mí (o eso pensaba), me dedicaba a escribir. A los 15 años gané un concurso literario juvenil y El País de las Tentaciones, la sección joven de ese periódico, nos convocó a ganadores y finalistas en Madrid para hacernos un reportaje (que es como hacerte un traje, con palabras). Recuerdo que mi principal preocupación era que no se viese aquella protuberancia del acné, pero en la sala de maquillaje me dijeron que no había nada que aquellos polvos mágicos no pudieran hacer por mí. Por la mañana tuvimos sesión de fotos y por la tarde nos hicieron preguntas: ¿Por qué empezaste a escribir? ¿Cuándo? ¿Perteneces a alguna tribu urbana?. Éramos pequeñas estrellas adolescentes tocando el cielo con la yema de los dedos, unos chavales ignorantes en manos de tipos mayores con ganas de poner otra X a una nueva generación.
Volví a Málaga en avión. Era un radiante día de primavera. Mi madre me esperaba con el BMW rojo. 525, en el parking del aeropuerto. Tenía 42 años. Recuerdo su aspecto fresco: el pelo rizado, los vaqueros estrechos, su camiseta de aire hippi y la sonrisa más generosa que ahora. Íbamos camino de nuestra urbanización, por la circunvalación desde la que a veces se ve el mar, mientras yo le contaba aquella experiencia fascinante. Me recogió un taxi en el Aeropuerto y luego me llevaron donde estaban los demás chicos de mi edad, en el plató donde nos iban a fotografiar... Mi madre, a duras penas, podía disimular cierto orgullo. El coche automático corría con la suavidad de un avión. Sonaba Everybody wants to rule the world, de Tears for Fear, en la cinta de la BSO de Los Amigos de Peter, que ella ponía siempre en el coche.
Todo sucedió muy deprisa. En un recodo sinuoso de la carretera, antes de llegar al túnel de El Limonar, un Ford Fiesta gris nos adelantó de una manera extraña. Había una brusquedad anormal en sus maniobras. Entonces lo vi tambalearse, perder el equilibrio, girar sobre sí mismo y salir volando por el lado derecho como si fuese un OVNI. Mi madre frenó. El Ford Fiesta gris cayó de nuevo a la carretera, después de estrellarse contra la ladera de un desmonte seco. Aterrizó convertido en una estructura deformada por cuya luna delantera vi salir a una persona despedida. Debido al frenazo, nos golpeó por detrás otro coche, que se quedó atravesado en medio de la carretera y que fue embestido, a su vez, por otro vehículo.
En pocos segundos, esa pequeña sección de la Ronda Este se convirtió en un espectáculo irreal de sangre, humo, gomas derretidas, cristales y hierros fundidos. Un hombre deambulaba con la cara ensangrentada entre las carrocerías retorcidas y una mujer de edad avanzada recibía oxígeno después de haber perdido el conocimiento. El culo de nuestro BMW era un acordeón de chapa arrugada. Recuerdo a mi madre hablando con un policía, a las ambulancias improvisando un pequeño hospital, a un abogado dando su número de teléfono. Recuerdo el olor espeso y áspero de los materiales quemados.
Yo estaba solo en el arcén, con mis quince años metidos en el bolsillo, incapaz de comprender por qué aquel día con el que siempre soñé estaba terminando así, con una orgía de horror. Caminé por la mediana que quedaba justo detrás del lugar del accidente. A partir de unos cinco metros, en el asfalto empecé a ver restos de sangre y masa encefálica, hasta que descubrí el cadáver del hombre que salió disparado del Ford Fiesta.
Era la primera vez que veía la muerte en persona, cara a cara (y hasta ahora, ha sido la única). En ese momento, el asco fue más fuerte que la desolación. Había algo incomprensiblemente blando y grotesco en esa extraña forma de morir, en ese amasijo inerte de carne humana que yacía bajo el sol del mediterráneo.
Días después, supe que el tipo tenía 30 años, iba o venía de una comida de trabajo, vivía con su novia y había estudiado en mi mismo Instituto.
Qué rápido se va todo. Qué fácilmente la mano que nos tiene asidos a la vida se afloja y nos caemos por acantilado. Durante años, no he sabido qué quiso decir aquello, qué significado tuvo. Tal vez no quiera decir absolutamente nada. Simplemente, los guarismos de una ecuación siniestra se combinaron con un resultado fatal. Puede pasarnos a cualquiera, y al cabo la muerte de ese hombre que vi en directo fue una más, como tantas que pasan todos los días, y su recuredo, entre quienes lo conocían, casi habrá sido borrado después de estos 15 años.
Pero con una cierta perspectiva creo que aquello significó una llamada del azar, una señal de esa suerte que, de cuando en cuando (y siempre en el momento menos esperado) nos recuerda que su reinado es implacable, que la vida puede cambiar o disiparse en cuestión de segundos y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. Y aunque sé que es un lugar común, un tópico más al que nos aferramos como si fuera un axioma, me estremezco al pensar que lo que parece una vida plácida y segura, puede volverse oscura y siniestra en minutos, por un volantazo mal dado o un avión que no debiste coger. Todo es relativo, y lo único que podemos hacer es entregarnos a cada instante con la conciencia de que puede ser el último de una serie muy larga, pero limitada, de instantes felices. Por eso hay motivos para celebrar que 2009 se termina, y que podemos verlo con los ojos, desde este lado. Todavía, desde este lado.
Felices fiestas a todos.
viernes, 4 de diciembre de 2009
Extraña alegría
"Así los dioses, para hacernos perceptible lo espiritual se sirven a veces de la línea, el ritmo y el color de la juventud humana, de esa juventud nimbada por los mismos dioses para servir de recuerdo y evocación, con todo el brillo de su belleza, de un modo que su visión nos abrasa de dolor y esperanza." Thomas Mann. Muerte en Venecia.
"Casarse por segunda vez es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia". Sammuel Johnson.
¿Cuántas veces he librado yo esa batalla entre esperanza y experiencia? ¿Con qué resultados? El problema es que, a medida que la experiencia mayor, la esperanza lo tiene más difícil.
Pero puede abrirse paso, y como hoy hay sólidos motivos para el optimismo, lo celebro. Y me voy Valencia en unas horas. Y Spandau Ballet vuelve y darán un concierto en Madrid, en marzo.
"Casarse por segunda vez es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia". Sammuel Johnson.
¿Cuántas veces he librado yo esa batalla entre esperanza y experiencia? ¿Con qué resultados? El problema es que, a medida que la experiencia mayor, la esperanza lo tiene más difícil.
Pero puede abrirse paso, y como hoy hay sólidos motivos para el optimismo, lo celebro. Y me voy Valencia en unas horas. Y Spandau Ballet vuelve y darán un concierto en Madrid, en marzo.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Ironía
Será porque, como dice Vila-Matas, la ironía es la forma más alta de sinceridad. La ironía de mi trayectoria emocional es hacer, como hice ayer, una superposición de lo que aún no ha terminado de irse, y lo que aún no ha terminado de instalarse. Será contradictorio, pero fue absolutamente sincero. A veces -aunque suele durar poco- los amores se distribuyen de manera endiablada, colisionando pero también retroalimentándose.
De todas formas, esto no hace sino insistir en mi adicción, que adquirí desde bien pequeño, a las paradojas: me gustan las fresas con chocolate, la salsa agridulce, las almendras saladas y cubiertas con miel y soy forofo del Barça pero vivo en Madrid.
Las cosas no son blancas o negras. A veces, son blancas y negras.
De todas formas, esto no hace sino insistir en mi adicción, que adquirí desde bien pequeño, a las paradojas: me gustan las fresas con chocolate, la salsa agridulce, las almendras saladas y cubiertas con miel y soy forofo del Barça pero vivo en Madrid.
Las cosas no son blancas o negras. A veces, son blancas y negras.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Simplemente...
El otoño, con su crudeza, sus noches largas, su frío, sus chulos refugiados, depara alguna buena sorpresa. El próximo martes día 17, en la Riviera, voy a cruzarme con uno de los grupos que llevo años adorando, escuchando, reverenciando en solitario, divulgando fútilmente. Sí, se trata de Simple Minds, una banda escocesa, entre post-punk y neoromantic, que durante los años 80 fabricó temazos como Speed your love to me, Sanctify yourself, Once Upon a Time, o Someone, somewhere in summertime, y que sin embargo fueron muy conocidos por el gurruño de Don't you (forget about me).
Y no, nos olvidamos de ellos, pero en los 90, con el grunge nihilista acechando por la izquierda y el electrodance por la derecha, aquel vendaval de música progresiva, envolvente y densa, aquel sonido brillante de Glasgow, a medio camino entre el rock espontáneo de los pubs y la esmerada elaboración de los buenos estudios, se diluyó en un mar de incomprensión. Pero hete aquí (¿se escribe así?) que los viejos rockeros nunca mueren. Sobre todo los buenos. La banda cumple mi edad: 30 tacos. Y lo han celebrado sacando el mejor álbum de su carrera, "Graffiti Soul". Te transporta, te lleva, te sube. Elevan el rock a la categoría de arte. En cualquier caso, y para deleite de una intensa minoría, dejo algunos enlaces a canciones de este regalo otoñal:
Rockets:
http://www.youtube.com/watch?v=9sUNrA_2Ygo
Graffiti Soul:
http://www.youtube.com/watch?v=t1aflrxMsuk&feature=related
Moscow underground:
http://www.youtube.com/watch?v=Gi0gDhCNmjU&feature=related
Y las demás, en la misma tónica. Difícil quedarse con alguna.
Y una maravilla de cuando empezaban, teniendo yo chupete:
Y no, nos olvidamos de ellos, pero en los 90, con el grunge nihilista acechando por la izquierda y el electrodance por la derecha, aquel vendaval de música progresiva, envolvente y densa, aquel sonido brillante de Glasgow, a medio camino entre el rock espontáneo de los pubs y la esmerada elaboración de los buenos estudios, se diluyó en un mar de incomprensión. Pero hete aquí (¿se escribe así?) que los viejos rockeros nunca mueren. Sobre todo los buenos. La banda cumple mi edad: 30 tacos. Y lo han celebrado sacando el mejor álbum de su carrera, "Graffiti Soul". Te transporta, te lleva, te sube. Elevan el rock a la categoría de arte. En cualquier caso, y para deleite de una intensa minoría, dejo algunos enlaces a canciones de este regalo otoñal:
Rockets:
http://www.youtube.com/watch?v=9sUNrA_2Ygo
Graffiti Soul:
http://www.youtube.com/watch?v=t1aflrxMsuk&feature=related
Moscow underground:
http://www.youtube.com/watch?v=Gi0gDhCNmjU&feature=related
Y las demás, en la misma tónica. Difícil quedarse con alguna.
Y una maravilla de cuando empezaban, teniendo yo chupete:
martes, 10 de noviembre de 2009
Sueños de un seductor...
Creo que "hemos quedado como amigos" es una de las frases que más he repetido en los últimos 4 años. Cuando, después de escarmuzas, proyectos abortados sobre la marcha, indefiniciones pasajeras y frustraciones inesperadas, una empieza a pensar que Soltero es su segundo apellido, lo que peor lleva, al menos lo que peor llevo yo, es ese estado de examen permanente al que nos sometemos. Me decía alguien que conocí hace poco que las citas por Internet son como una entrevista de trabajo. ¡Qué razón tiene! ¡Y qué sentido, más allá de lo cómico, le encuentro ahora a "Sueños de un seductor", de Woody Allen!
Lo jodido es que la seducción permanente no es, ni de lejos, glamurosa ni divertida. Lo que es, es muy cara. Implica gasto en gimnasio, cremas, peelings y limpiezas de cutis, renovación de vestuario, y estar al día de la agenda cultural. Una pasta para... ¿qué? La pareja es un proyecto económico.
Lo jodido es que la seducción permanente no es, ni de lejos, glamurosa ni divertida. Lo que es, es muy cara. Implica gasto en gimnasio, cremas, peelings y limpiezas de cutis, renovación de vestuario, y estar al día de la agenda cultural. Una pasta para... ¿qué? La pareja es un proyecto económico.
miércoles, 28 de octubre de 2009
El vientre del arquitecto
El arquitecto entra en la estancia. Ve un inmenso collage de fotografías de sí mismo: él paseando por Roma, él tomando café, él con su mujer en la entrada de un museo. Verse captado, como espiado por una mirada exterior de la que no tenía constancia, atrapado en ese estatismo, lo conmueve. Lo enfrenta a sí mismo. ¿Acaso el cine no es una sucesión de fotografías? ¿Un collage muy perfecto?
Tengo el vientre de un arquitecto de imágenes a mi lado. A diferencia de lo que ocurre en la película de Greenaway, no soy su mujer y no quiero envenenarlo con higos, como le sucedió a Augusto. Sólo quiero oír su respiración, porque es como la música de Win Mertens. A veces decidimos no hablar, y lanzamos mensajes dentro botellas que tiramos al océano. Y aquí va una...
Tengo el vientre de un arquitecto de imágenes a mi lado. A diferencia de lo que ocurre en la película de Greenaway, no soy su mujer y no quiero envenenarlo con higos, como le sucedió a Augusto. Sólo quiero oír su respiración, porque es como la música de Win Mertens. A veces decidimos no hablar, y lanzamos mensajes dentro botellas que tiramos al océano. Y aquí va una...
jueves, 15 de octubre de 2009
Eres buena... Mariel.
Supongo que todos nos hemos sentido un poco Muriel alguna vez. Esa sensación de ser el patito feo, o el diferente, o el apartado. Al final, uno se sienta al borde de una mesa muy grande, con las piernas colgando, se mira los zapatos y piensa, a qué hemos venido aquí? Por qué están todos tan felices? Qué me pasa? Qué les pasa? Por eso, la única solución es creernos nuestra propia fábula. Muriel era mejor que Mariel. Era más auténtica. Pero la paradoja es que lo que hacía única a Muriel, es que soñaba con ser Mariel. Es el precio de perseguir los sueños. Que a veces, hasta te tropiezas con ellos. Y entonces, dejan de ser sueños. Y volvemos al principio...
viernes, 9 de octubre de 2009
Mujeres y antimujeres
Veo a Madonna, a Divine, a Rocío Jurado, a Juanita Reina o a Alaska y me hago siempre la misma pregunta. ¿Y si el discurso de género, es decir, el discurso feminista, hubiese estado completamente equivocado, de raíz? Es decir, el feminismo explica su nacimiento por oposición, como crítica, a la hegemonía del paradigma masculino, patriarcal y falocéntrico. Esta teoría dice que el género es una prótesis cultural impuesta y autoimpuesta, y que hay que diferenciarlo del sexo, que es biológico (Judith Butler). Esto presupone que la feminidad ha sido construida por los hombres (la Eva que sale de la costilla de Adán); construida, se entiende, en oposición a la masculinidad, y por tanto, ha sido catalogada por éstos como débil, inferior, pasiva, sensible, irracional, etc. La mujer estaría incompleta y tendría envidia de falo (Freud, Lacan, toda esta peña).
La mujer postmoderna creo que desmiente esto. Veo a estas divas y llego a la conclusión de que la mujer es lo constitutivo del discurso de género. En el origen, hay una mujer. ¿Un pecado? Es la masculindad la que, acomplejada, incapaz de expresarse, débil en el fondo, se construye como un modelo austero, simple, fuerte, dominante, racional. El hombre es el que carece de género, porque se avergüenza de él. Quienes tienen y practican el género, quienes expresan su positividad sexual, son ellas. No hay más que verlas. Utilizan las prótesis que les da la gana (pelos largos, maquillajes, complementos...); moldean su ropa en función de sus atributos sexuales, como las tetas o los muslos, de las que están orgullosas; se contonean, se exhiben y se ocultan, llenan el espacio de símbolos de los que se han apropiado. Sus cuerpos, sus ropas, sus gestos, son un texto para el disfrute. Un texto poético. La imagen de los hombres es prosaica, neutra. Una constante autoanulación. Por eso, para encontrar hombres que positivicen su género, hay que ir a los barrios bajos, a la subcultura, porque la alta cultura los ha escondido. ¿Qué tío, en un escenario, o en cualquier parte, sabe marcar paquete, moverse de manera sexual, pintarse o mostrarse? Escasísimos. Sólo recuerdo a David Gahan y Freddy Mercury y tal vez Joe D'alessandro en las pelis de Warhol. Pero en general, hemos perdido la batalla, por débiles. Y tiene cojones que quienes hayan reivindicado el hombre como género propio, autóctono, creativo, orgulloso, sean los gays.
Mujeres y antimujeres demuestran que la feminidad es lo propio del género, al menos en nuestro tiempo. Aquí dejo tres magníficos ejemplos:
La mujer postmoderna creo que desmiente esto. Veo a estas divas y llego a la conclusión de que la mujer es lo constitutivo del discurso de género. En el origen, hay una mujer. ¿Un pecado? Es la masculindad la que, acomplejada, incapaz de expresarse, débil en el fondo, se construye como un modelo austero, simple, fuerte, dominante, racional. El hombre es el que carece de género, porque se avergüenza de él. Quienes tienen y practican el género, quienes expresan su positividad sexual, son ellas. No hay más que verlas. Utilizan las prótesis que les da la gana (pelos largos, maquillajes, complementos...); moldean su ropa en función de sus atributos sexuales, como las tetas o los muslos, de las que están orgullosas; se contonean, se exhiben y se ocultan, llenan el espacio de símbolos de los que se han apropiado. Sus cuerpos, sus ropas, sus gestos, son un texto para el disfrute. Un texto poético. La imagen de los hombres es prosaica, neutra. Una constante autoanulación. Por eso, para encontrar hombres que positivicen su género, hay que ir a los barrios bajos, a la subcultura, porque la alta cultura los ha escondido. ¿Qué tío, en un escenario, o en cualquier parte, sabe marcar paquete, moverse de manera sexual, pintarse o mostrarse? Escasísimos. Sólo recuerdo a David Gahan y Freddy Mercury y tal vez Joe D'alessandro en las pelis de Warhol. Pero en general, hemos perdido la batalla, por débiles. Y tiene cojones que quienes hayan reivindicado el hombre como género propio, autóctono, creativo, orgulloso, sean los gays.
Mujeres y antimujeres demuestran que la feminidad es lo propio del género, al menos en nuestro tiempo. Aquí dejo tres magníficos ejemplos:
martes, 22 de septiembre de 2009
Divine...
El otro día volví a ver Pink Flamingo's, después de unos 15 años desde la primera -y única- vez que la vi... Lástima que entonces no existiese el youtube para redescubrir a esa gran anti-estrella, más estrella que ninguna, que es Divine. Aquí un tributo. Fuck you all!
viernes, 18 de septiembre de 2009
Ain't no cure for Leonard Cohen
Pasó por Madrid "el hombre". No fui a verlo. Lo lamentaré el resto de mi vida. Pero no se puede tener todo. Aunque Cohen ha dado mil conciertos en mi imaginación. Ha acompañado episodios de mi vida. Ha estado siempre ahí, con esa voz de transatlántico pesado y velas de seda, capaz de navegar por todos los mares: los vértigo del amor, de la alegría indómita, de la tristeza otoñal.
Así han tronado, en su ronquido exquisito, las más delicadas metáforas. Con la "energía de los esclavos", su primer libro de poemas, conocimos al creador adolescente. Emprendimos un viaje por los surcos de su voz, cada año más hondos. Con Suzanne nos fuimos a la orilla del río a beber té con naranjas. Hice el amor en el Chelsea Hotel. Grité aleluya, sobre un fondo azul del mar de Creta. Fui un pájaro en una alambrada. Tomé el vals de quebrada cintura (de sí, de muerte, y de coñac). Como todo el mundo, supe que los buenos chicos habían perdido. Pregunté quién estaba junto al fuego, quién junto al hambre. Fui tu hombre. Juntos conquistamos Manhattan, y luego, Berlín. Y no hallé cura al amor. Quién pudiera gritar como susurra él.
Así han tronado, en su ronquido exquisito, las más delicadas metáforas. Con la "energía de los esclavos", su primer libro de poemas, conocimos al creador adolescente. Emprendimos un viaje por los surcos de su voz, cada año más hondos. Con Suzanne nos fuimos a la orilla del río a beber té con naranjas. Hice el amor en el Chelsea Hotel. Grité aleluya, sobre un fondo azul del mar de Creta. Fui un pájaro en una alambrada. Tomé el vals de quebrada cintura (de sí, de muerte, y de coñac). Como todo el mundo, supe que los buenos chicos habían perdido. Pregunté quién estaba junto al fuego, quién junto al hambre. Fui tu hombre. Juntos conquistamos Manhattan, y luego, Berlín. Y no hallé cura al amor. Quién pudiera gritar como susurra él.
martes, 15 de septiembre de 2009
Phoenix reborned
Tenía los mejores ojos que podían verse en una pantalla. Sus ojos eran otra pantalla, dentro del cine. Asomarse a ellos era contemplar un océano de fragilidad, o de belleza, o de miedo. Parecían huir por los campos de Idaho, por los mares de trigo, por los moteles de carreteras que no van a ninguna parte. Huir. Buscar. Un destino. O un refugio. Huir. Del mundo. De sí mismo. A través de sus ojos, podías ver el universo sin estereotipos; las cosas y su oscura colorimetría, las cosas y sus sombras, se imprimían en su iris como en una película virgen (marca Fuji). Aquel candor fue su pasaporte al infierno, donde sus alas se derritieron a la temperatura a la que arde el acetato de celulosa. Pero no se quemaron las imágenes. No todas. Y en el arrabal de la iconosfera el Fénix levanta a veces el vuelo para sacudirnos con un escalofrío de nostalgia.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
De lecturas, de viajes
Lo más apasionante de un viaje es, naturalmente, contarlo, reinventarlo. Cuando el avión aterriza (o el barco llega a puerto, o el tren a la estación) la experiencia comienza a revivir en la imaginación, ya depurada en su esencia, sin esos momentos tediosos, pringosos o simplemente insustanciales. La aventura se perfila, por fin, nítida, como un relato despojado de incomodidades, pequeñas decepciones y rutinas tan poco interesantes como inevitables. En ese proceso de selección de la memoria, situaciones a las que no prestamos demasiada atención, cobran una importancia inusitada y reveladora. Por ejemplo, una conversación imprevista con una vecina del SoHo, o el encuentro fortuito, y algo surrealista, con 4 californianos con ganas de marcha en la parte más off de San Francisco.
Otros acontecimientos, a los que creímos dar mucha importancia, se disuelven en el contexto general del viaje´, como erosionados por el viento súbito, hasta casi perder su relieve. Subir al Empire State, en Nueva York, por ejemplo, era algo mecánico, previsible (incluso el mareo que sufrí estaba previsto). Poco aporta como acontecimiento aquello que teníamos decidido hacer. Lo valioso, lo sustancial, es lo inesperado.
Este verano he viajado y, ahora, recuerdo. Pero también he leído, en corto espacio de tiempo, tres libros en los que opera esa selección de la memoria que se transmuta en narrativa, en acción. En primer lugar, las memorias de Gobierno de Alfonso Guerra, "Dejando atrás los vientos", una revisión de su etapa vicepresidencial que me ha sorprendido y explicado la parte humana del ejercicio del poder. En segundo lugar, "Años inolvidables", de John Dos Passos, el reencuentro del autor con sus viajes y aventuras de juventud, con sus amistades (entre la que destaca la que mantuvo con Hemingway).
Ahora me hallo inmerso en la lectura de un libro imprescindible, "Ébano", de Kapuzcinski. Aparte de fotografiar con precisión la vida del continente africano, me reconcilia con la actividad periodística, siempre pegada a la sombra del hombre, indisociable del sujeto que la ejerce, por más que algunos quieran ahora convertirla en una ciencia objetiva. Pero el "libro" (no es ni una novela, ni un ensayo, ni una crónica, aunque es todas esas cosas a la vez) me inyecta también unas enormes ganas de abandonar mi existencia de despacho y vivir otra vida. Al aire libre. Sin papel pautado. Sin agendas. Y ya pienso en hacer el transiberiano el verano que viene.
PD: Los pijos también tiran botellas. Los pijoborrokas de Pozuelo de Alarcón han hecho algo muy valioso: socializar, de una vez por todas, la violencia, y retratar la verdadera esencia nihilista del adosado-PP-colegiodepago way of life.
Otros acontecimientos, a los que creímos dar mucha importancia, se disuelven en el contexto general del viaje´, como erosionados por el viento súbito, hasta casi perder su relieve. Subir al Empire State, en Nueva York, por ejemplo, era algo mecánico, previsible (incluso el mareo que sufrí estaba previsto). Poco aporta como acontecimiento aquello que teníamos decidido hacer. Lo valioso, lo sustancial, es lo inesperado.
Este verano he viajado y, ahora, recuerdo. Pero también he leído, en corto espacio de tiempo, tres libros en los que opera esa selección de la memoria que se transmuta en narrativa, en acción. En primer lugar, las memorias de Gobierno de Alfonso Guerra, "Dejando atrás los vientos", una revisión de su etapa vicepresidencial que me ha sorprendido y explicado la parte humana del ejercicio del poder. En segundo lugar, "Años inolvidables", de John Dos Passos, el reencuentro del autor con sus viajes y aventuras de juventud, con sus amistades (entre la que destaca la que mantuvo con Hemingway).
Ahora me hallo inmerso en la lectura de un libro imprescindible, "Ébano", de Kapuzcinski. Aparte de fotografiar con precisión la vida del continente africano, me reconcilia con la actividad periodística, siempre pegada a la sombra del hombre, indisociable del sujeto que la ejerce, por más que algunos quieran ahora convertirla en una ciencia objetiva. Pero el "libro" (no es ni una novela, ni un ensayo, ni una crónica, aunque es todas esas cosas a la vez) me inyecta también unas enormes ganas de abandonar mi existencia de despacho y vivir otra vida. Al aire libre. Sin papel pautado. Sin agendas. Y ya pienso en hacer el transiberiano el verano que viene.
PD: Los pijos también tiran botellas. Los pijoborrokas de Pozuelo de Alarcón han hecho algo muy valioso: socializar, de una vez por todas, la violencia, y retratar la verdadera esencia nihilista del adosado-PP-colegiodepago way of life.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Re-entrée
Los franceses usan un verbo para matizar el desconsuelo de la vuelta: reentrer. Re-entrar.
En el idioma gabacho suena a un retorno al pastel con soconusco en los cafés del Barrio Latino, a retomar los paseos por Montmartre y Saint Germain. Un lento reingreso en el spleen, bajo la grandeza crepuscular de las tullerías. Así es fácil volver.
Pero Madrid es otra historia. Aquí el calor y la apatía no claudican hasta el Veranillo de San Miguel. La Corte ofrece pocos lugares agradables o acogedores al final del estío. La Latina o Lavapiés son la fotografía más dura de García-Alix. Argüelles es ya un leve rugir de oficinas. Lo pasamos, como podemos, encerrados en cines o en teatros.
Buscamos anestesias posibles para dejar atrás, con el menor dolor imaginable, los atardeceres en el desierto de Mojabe, con la silueta misteriosa de los árboles de José recortados contra la línea del horizonte; o el pálido azafrán del cielo al alba en la bahía de San Francisco; o el neón palpitante de Las Vegas; o la irresoluble contradicción de la vida en Manhattan. Pero uno nunca re-entra, porque no es el que era.
Yo no soy...
Yo no soy
Yo no soy una lesbiana aullando en el sótano
amarrada a una telaraña de cuero
no soy un Rockefeller sin pantalones infartándose
en la gran cama rococó
no soy un intelectual ultra estalinista marica
no soy un rabino antisemita negro sombrero
barba blanca uñas muy muy sucias
ni soy el poeta en la celda de la cárcel de San Francisco
apaleado en vísperas del año nuevo por los cobardes
lacayos de la policía
ni Gregory Corso Orpheus Maudit de estos Estados
ni ese maestro de escuela con un maravilloso salario
Yo no soy ninguno que conozca
de hecho sólo estaré aquí 80 años.
Allen Ginsberg
En el idioma gabacho suena a un retorno al pastel con soconusco en los cafés del Barrio Latino, a retomar los paseos por Montmartre y Saint Germain. Un lento reingreso en el spleen, bajo la grandeza crepuscular de las tullerías. Así es fácil volver.
Pero Madrid es otra historia. Aquí el calor y la apatía no claudican hasta el Veranillo de San Miguel. La Corte ofrece pocos lugares agradables o acogedores al final del estío. La Latina o Lavapiés son la fotografía más dura de García-Alix. Argüelles es ya un leve rugir de oficinas. Lo pasamos, como podemos, encerrados en cines o en teatros.
Buscamos anestesias posibles para dejar atrás, con el menor dolor imaginable, los atardeceres en el desierto de Mojabe, con la silueta misteriosa de los árboles de José recortados contra la línea del horizonte; o el pálido azafrán del cielo al alba en la bahía de San Francisco; o el neón palpitante de Las Vegas; o la irresoluble contradicción de la vida en Manhattan. Pero uno nunca re-entra, porque no es el que era.
Yo no soy...
Yo no soy
Yo no soy una lesbiana aullando en el sótano
amarrada a una telaraña de cuero
no soy un Rockefeller sin pantalones infartándose
en la gran cama rococó
no soy un intelectual ultra estalinista marica
no soy un rabino antisemita negro sombrero
barba blanca uñas muy muy sucias
ni soy el poeta en la celda de la cárcel de San Francisco
apaleado en vísperas del año nuevo por los cobardes
lacayos de la policía
ni Gregory Corso Orpheus Maudit de estos Estados
ni ese maestro de escuela con un maravilloso salario
Yo no soy ninguno que conozca
de hecho sólo estaré aquí 80 años.
Allen Ginsberg
domingo, 30 de agosto de 2009
Dejarse o no canas
Escribo desde la sala Vip de la British Airways del JFK, de NYC, esperando embarcar de vuelta a Madrid (se que suena fuerte y pretencioso pero es la verdad y no me iba a privar de airearlo a los 4 vientos... envidiosas!). El glamour sajon se rigne con las egnes y las tildes de modo que este post, ademas de una breve exposicion sobre un dilema que me aterra desde hace semanas, sera un breve insulto a nuestra queridisima gramatica, realizado paradojicamente desde un pais donde la mitad o mas habla el bello idioma cervantino o nebrijano, con acento tacomex, eso si.
Terminado el viaje por USA, finalizadas las interminables noches en Las Vegas, donde nos hospedamos en el hiperpetardisimo Bellagio (que, con su enorme piscina de saltos de agua al ritmo de Celine Dion, sus miles de maquinas tragaperras y sus cientos de ruletas y mesas de juego, atendidas por pechugonas camareras-rubias-de-bote que te sirven gratis cualquier cold-drink, evoca las escenas mas frivolas de Ocean's eleveny se disputa con los anexos -aunque les gana de calle- Caesar Palace y el historico Pink Flamingos el trono del hotel-casino par excellance, bajo la alargada sombra del magnate Steve Wynn), despues, decia, la realidad otognal arrecia como un viento frio, apaga las candilejas del feliz asueto y llama con fuerza atronadora y aterradora a nuestra puerta. Hay que volver a trabajar. La rutina se impone. No se si llegare arrastrandome o ayudado por Prozac.
En fin. Al dilema. Desde hace meses he experimentado un inquietante incremento de pequegnas vetas blancas mas arriba de las patillas. No es que me molesten demasiado, pero me ponen algo nervioso. A veces me las he recortado una por una. El problema es que tengo el pelo muy negro y se notan mucho y cada vez son mas...
Dejarse o no las canas? He ahi la cuestion. Para empezar, no se si estoy de acuerdo con ese rollo tan extendido de que hay que envejecer con naturalidad, que las canas te hacen interesante y blablabla. Por la misma regla de tres deberiamos dejarnos con naturalidad crecer la barriga, y no echarnos cremas hidratantes. La vida -moderna- es un continuo y agonico combate contra los ritmos de la naturaleza. Lo de las canas como algo atractivo es un rollo que suelen soltar tias que van precisamente tegnidas hasta las cejas. No. Ni Richard Gere ('Risha Geresis', segun lo pronuncia mi tia) ni George Clooney han sido nunca mis tipos. Y no seamos hipocritas, el Bradd Pitt que nos pone es el jovenzuelo de Thelma y Louse... Y ademas, no resulta un poco pretencioso pensar que las canas nos van a asemejar a estos tios? Ni por asomo. De modo que no se que hacer. Ayudenme! Es una decision estetico-estrategica que me marcara para los proximos agnos de mi existencia. Quitarselas, por ahora, es bien sencillo. Basta con comprar un botecito de Just for men ('foyus men', de nuevo, segun mi tia). Pero si me acostumbro y al cabo de los agnos lo dejo de usar sera como si hubiese envejecido una decada de golpe. Si las mujeres se tignen, por que no los hombres? Por otra parte, temo terminar convirtiendome en una version previsible de las grandes tegnidas, como Valentino o -salvando las estratosfericas distancias- Carlos Ferrando o el propio Marignas. Qu'el horreur. Help me... If you can.
Terminado el viaje por USA, finalizadas las interminables noches en Las Vegas, donde nos hospedamos en el hiperpetardisimo Bellagio (que, con su enorme piscina de saltos de agua al ritmo de Celine Dion, sus miles de maquinas tragaperras y sus cientos de ruletas y mesas de juego, atendidas por pechugonas camareras-rubias-de-bote que te sirven gratis cualquier cold-drink, evoca las escenas mas frivolas de Ocean's eleveny se disputa con los anexos -aunque les gana de calle- Caesar Palace y el historico Pink Flamingos el trono del hotel-casino par excellance, bajo la alargada sombra del magnate Steve Wynn), despues, decia, la realidad otognal arrecia como un viento frio, apaga las candilejas del feliz asueto y llama con fuerza atronadora y aterradora a nuestra puerta. Hay que volver a trabajar. La rutina se impone. No se si llegare arrastrandome o ayudado por Prozac.
En fin. Al dilema. Desde hace meses he experimentado un inquietante incremento de pequegnas vetas blancas mas arriba de las patillas. No es que me molesten demasiado, pero me ponen algo nervioso. A veces me las he recortado una por una. El problema es que tengo el pelo muy negro y se notan mucho y cada vez son mas...
Dejarse o no las canas? He ahi la cuestion. Para empezar, no se si estoy de acuerdo con ese rollo tan extendido de que hay que envejecer con naturalidad, que las canas te hacen interesante y blablabla. Por la misma regla de tres deberiamos dejarnos con naturalidad crecer la barriga, y no echarnos cremas hidratantes. La vida -moderna- es un continuo y agonico combate contra los ritmos de la naturaleza. Lo de las canas como algo atractivo es un rollo que suelen soltar tias que van precisamente tegnidas hasta las cejas. No. Ni Richard Gere ('Risha Geresis', segun lo pronuncia mi tia) ni George Clooney han sido nunca mis tipos. Y no seamos hipocritas, el Bradd Pitt que nos pone es el jovenzuelo de Thelma y Louse... Y ademas, no resulta un poco pretencioso pensar que las canas nos van a asemejar a estos tios? Ni por asomo. De modo que no se que hacer. Ayudenme! Es una decision estetico-estrategica que me marcara para los proximos agnos de mi existencia. Quitarselas, por ahora, es bien sencillo. Basta con comprar un botecito de Just for men ('foyus men', de nuevo, segun mi tia). Pero si me acostumbro y al cabo de los agnos lo dejo de usar sera como si hubiese envejecido una decada de golpe. Si las mujeres se tignen, por que no los hombres? Por otra parte, temo terminar convirtiendome en una version previsible de las grandes tegnidas, como Valentino o -salvando las estratosfericas distancias- Carlos Ferrando o el propio Marignas. Qu'el horreur. Help me... If you can.
miércoles, 19 de agosto de 2009
It sucks to be me...
A veces, pensamos que somos los únicos a los que algo les va mal... Este es el primer tema de Avenue Q, el musical que vimos en Broadway. Delicioso, divertido. Just enjoy it!
martes, 18 de agosto de 2009
Jo, qué noche
Cuando cumplí 6 años, mis padres superaron su temor a dejarme solo en casa, y comenzaron a disfrutar del cine o el teatro los viernes por la noche. Yo me quedaba viendo la tele hasta que me entraba el sueño y me iba a la cama (mis progenitores no eran conscientes de que, a determinada hora, ponían una ingenua serie erótica llamada "Serie Rosa" que, a pesar de su candor, prendió en mí para siempre la llama eterna de la lujuria). Uno de aquellos viernes pasaron por la segunda, Jo, qué noche (carpetovetónica traducción de "After hours", título original), de Martin Scorsese. Me fascinó la historia de un tipo "normal" que se extravía en el SoHo por la noche (pierde el dinero en un taxi y luego se deja las llaves de su casa en un bar) y empieza a ocurrirle todo lo extraordinario que su vida normal jamás podría depararle.
El SoHo que he conocido aquí, nutrido de peluquerías top, restaurantes de diseño regados con buenos vinos europeos y bares trendy, dista bastante de aquel barrio sórdido y off Manhattan que en Jo, que Noche, quedaba retratado como un mosaico humano ideal para noctámbulos y admiradores de lo ajeno, frecuentado por gays leather, escultoras sadomasoquistas o bandas callejeras. Hoy día es un barrio aburguesado, previsible y me atrevería a decir que seguro, seguro, vota mayoritariamente republicano (en fin, qué cosas!). Pero he recordado la película porque venir a Manhattan es algo así como bajarse del taxi de Jo, qué noche, perder las llaves, y adentrarse en una inmensidad urbana, de ecosistema tan variado y fauna tan salvaje, que hace que te sientas como una especie de "paleto global" (después de 3 días me duele el cuello y es de mirar hacia arriba, y hacia todas partes). La palabra delirio (que Koolhaas asoció para siempre a esta ciudad) se quede insuficiente.
Por otra parte, en el aspecto nocturno, me temo que Mecanno tenía razón. Y los jamones, son de York.
Colours of Manhattan
A Nueva York se empieza a venir desde que se abre la primera ventana al mundo, a la televisión, al cine, a los libros. Y cuando vas de verdad, tienes tantos recuerdos ocultos, latentes, y perfectamente vívidos, que sientes que hay trozos de tu vida desperdigados por casi todos sus barrios: Soho, Village, Tribeca, o Harlem. Porque has estado mil veces, en un viaje que empieza con los muppets de Barrio Sésamo, y atraviesa las pelis de Scorsese, o las canciones y los conciertos de Paul Simon en Central Park, y Woody Allen, y Paul Auster, y partidos de la NBA en el Madison Square Garden. ¡Es todo tan familiar que podría haberme quedado en Madrid! Aquí dejo una foto en el Subway. El color no lo pone la máquina. Acaso el obturador de nuestra mente. Kodachrome es una bella melodía.
domingo, 16 de agosto de 2009
Sinfonías
Avanzamos por Madison Avenue y nos acompañan varias sinfonías: el eterno zumbido de los miles taxix amarillos que son como abejas entre panales verticales, el rasgueo de las bolsas de papel de las compras de ropa contra los jeans de los peatones, los vendedores ambulantes de cualquier cosa, los gritos y susurros, en fin, de esta ciudad. A ratos Manhattan me parece atroz, a ratos me parece un pedazo del cielo en la tierra, o viceversa. Los pájaros cantan en la calle 53, y somos ángeles de Harlem. Aquí estoy junto al teatro Apollo, donde empezó Michael. Eso fue esta mañana. Ahora iremos a un musical de puppets en Broadway, donde silbaron las balas de Woody Allen. Un beso con sabor a ketchup.
jueves, 23 de julio de 2009
miércoles, 8 de julio de 2009
24 hours party...
Ha sido un fin de semana de Orgullo, precedido de un concierto de Kylie, que danzó como una cariátide esculpida en pop. Hoy iré al concierto de Pet Shop Boys. Es una sensación extraña. Como si pidiera prórrogas. Un sentimiento que me hace querer seguir siendo el mismo, aunque no lo sea. Digamos, una nostalgia. Con todas sus letras.
Y ahora, casi invariablemente, la fiesta y el desenfreno me lleva a pensar en el lamentable momento de la salida, del fin, del cierre. Pura resistencia, miedo o acojone a las candilejas apagadas, las bambalinas vacías, el telón caído. Algunos amigos se fueron para siempre. Otros están heridos. Otros se han retirado. Pero ninguno tiene ya la sonrisa delincuente de los 20 años, ni el brillo que da la fútil sensación de eterna inmunidad, jodidamente libres. Qué mierda.
Aunque no quiera, me reflejo en los turbios personajes de "24 hours party peopel", "Control", o "Cuernos de espuma". Vives una dulce y desoladora agonía cuando cesa la música en Ohm, en Charada, en la casa de un amigo, y el alba raya Madrid como un cuchillo. Esto no es Manchester. Abandonas el naufragio de meteoritos, avanzando lentamente por la Gran Vía Láctea, en dirección a la Plaza de España; dejando atrás ese parnasso delictivo en el que conviven poetas ocasionales y traficantes de sueños. Te masturbas solo, escuchando New Order, o a los Smiths, o a The Cure. Porque prefieres ya esa soledad amueblada por ti, ese placer predecible, esa mecánica cuántica, a una compañía incierta y nómada en la que no crees. Te dices que has perdido la fe en la leyenda que, alguna vez, leíste en el traicionero frontispicio de la noche, donde unas letras multicolor anunciaban: "de aquí no se sale nunca". Se sale. Y duele.
Good bye, Michael.
Y ahora, casi invariablemente, la fiesta y el desenfreno me lleva a pensar en el lamentable momento de la salida, del fin, del cierre. Pura resistencia, miedo o acojone a las candilejas apagadas, las bambalinas vacías, el telón caído. Algunos amigos se fueron para siempre. Otros están heridos. Otros se han retirado. Pero ninguno tiene ya la sonrisa delincuente de los 20 años, ni el brillo que da la fútil sensación de eterna inmunidad, jodidamente libres. Qué mierda.
Aunque no quiera, me reflejo en los turbios personajes de "24 hours party peopel", "Control", o "Cuernos de espuma". Vives una dulce y desoladora agonía cuando cesa la música en Ohm, en Charada, en la casa de un amigo, y el alba raya Madrid como un cuchillo. Esto no es Manchester. Abandonas el naufragio de meteoritos, avanzando lentamente por la Gran Vía Láctea, en dirección a la Plaza de España; dejando atrás ese parnasso delictivo en el que conviven poetas ocasionales y traficantes de sueños. Te masturbas solo, escuchando New Order, o a los Smiths, o a The Cure. Porque prefieres ya esa soledad amueblada por ti, ese placer predecible, esa mecánica cuántica, a una compañía incierta y nómada en la que no crees. Te dices que has perdido la fe en la leyenda que, alguna vez, leíste en el traicionero frontispicio de la noche, donde unas letras multicolor anunciaban: "de aquí no se sale nunca". Se sale. Y duele.
Good bye, Michael.
martes, 30 de junio de 2009
Out of my head
¿Por qué alguien se aleja de un blog? No. No ha sido decaimiento. El hogar kamosisa no está en peligro. Tal vez, indolencia pre-estival. Pon una pizca de pereza en tu vida. De ganas de no hacer nada. De piscinita de domingo, paella y olor a cloro. De Best-Seller de 700 páginas en la mochila. De ultra-rebajas de mercadillo. De amigos que se cruzan. De viajes que se organizan.
I can't get kulie out of my head. Hace poco menos de un año, fui con R a ver a Kylie. Di testimonio de ello en esta casa. Pasado mañana, repetimos. En este caso, iré con R y R. Espero pasármelo al menos las terceras partes de bien que la última vez. La ventaja es que me sé más letras. He hecho hincapié, sobre todo, en las más cursis, porque las cosas cursis suenan mejor en inglés que en español (que terminan por ser ñoñas).
Y la semana que viene, vendrán Pet Shop Boys. Que nunca mueren. Los tíos, con 60 años casi. Poniéndole ritmo de sintetizador a emociones sutiles, aire de modernidad a metáforas clásicas, efectos del siglo XXI a sentimientos eternos.
Love, etc.
I can't get kulie out of my head. Hace poco menos de un año, fui con R a ver a Kylie. Di testimonio de ello en esta casa. Pasado mañana, repetimos. En este caso, iré con R y R. Espero pasármelo al menos las terceras partes de bien que la última vez. La ventaja es que me sé más letras. He hecho hincapié, sobre todo, en las más cursis, porque las cosas cursis suenan mejor en inglés que en español (que terminan por ser ñoñas).
Y la semana que viene, vendrán Pet Shop Boys. Que nunca mueren. Los tíos, con 60 años casi. Poniéndole ritmo de sintetizador a emociones sutiles, aire de modernidad a metáforas clásicas, efectos del siglo XXI a sentimientos eternos.
Love, etc.
viernes, 26 de junio de 2009
jueves, 4 de junio de 2009
sueños
Hace unos días soñé con un amigo que vive en Londres. Iba a visitarlo y pasábamos un fin de semana muy agradable, juntos. Antes de anoche soñé con un alucinante viaje a las islas Galápago, donde me perdía por increíbles arrecifes coralinos de todos los colores, entre tortugas gigantes, acantilados con cuevas y arenas casi transparentes. Anoche soñé con otro amigo, que vive en Madrid, con Syal. Se venía a trabajar conmigo, lo tenía cerca, a la distancia de un abrazo.
Los sueños a veces tratan de resolver la ecuación inconclusa de nuestros afectos.
Los sueños a veces tratan de resolver la ecuación inconclusa de nuestros afectos.
jueves, 28 de mayo de 2009
Cuerpo
Camino por los pasillos del hospital. Blancos, iguales, infinitos.
- Traumatología está al fondo, a la derecha. Espere su turno. Por cierto, tiene mañana una cita en medicina interna, ¿lo sabe? -dice la indolente funcionaria que administra el dolor ajeno.
Miro a mi alrededor siento que estoy en un museo vivo de las diferentes formas de dejar de vivir. Un laberinto con una ruleta rusa detrás de cada esquina y cada pasadizo. Una institución en la frontera del más allá, donde nuestros destinos se desglosan científicamente. Empezamos allí, y allí terminaremos.
- Sí, lo sé. Pero no voy a ir. De eso ya estoy bien.
- Entonces haga el favor de anularla. Tenemos una lista de espera enrome y así avanza algo.
(¿Esperanza Aguirre no prometió terminar con las listas de espera? Sí, tal vez, echando a los pacientes de los hospitales públicos. ¡Maldita neoliberal!)
Voy buscando mi consulta, mi médico. El juez con bata blanca que condena tus células o las salva. Soy mi cuerpo, me digo para consolarme. Mis dolencias e imperfecciones también son mías, no necesito que nadie me absuelva de ellas. Cada hueso roto, cada linfocito descarriado, cada transaminasa borracha, me pertenece tanto como el aire que respiro día a día.
Pienso, inútilmente, en las causas y las consecuencias, y eso me lleva a recordar la canción de Lou Reed. El hospital siempre ha sido la última estación después de caminar un rato por "el lado salvaje de la vida". Una noche en que brindé con el exceso, un amor con mal final, un virus travieso y pasajero, una mala lectura de síntomas. Qué más da. Todo eso es mío, soy yo, tanto como mi nacimiento o mi muerte, cuando llegue. Y punto.
No, no. Reed no tiene razón. Es al revés. La vida es siempre el lado salvaje de la muerte, de la no existencia. Lo correcto sería no estar, no ser. Vivir es alterarlo todo, una aberración impredecible con extraordinarios momentos de placer.
Entonces, ciudadano administrado, me siento en las sillas de plástico, rodeado de piernas quebradas, caderas en tenderengue, brazos doblados por una alteración del tráfico, o del equilibrio, o de la convivencia. Lo mío ya no es tan grave, me consuelo. Más, un trámite. Y, para abstraerme de todo, abro el libro de bolsillo de Isaac Asimov para zambullirme en el año 12020, cuando nada de esto será un problema porque seremos robots.
- Traumatología está al fondo, a la derecha. Espere su turno. Por cierto, tiene mañana una cita en medicina interna, ¿lo sabe? -dice la indolente funcionaria que administra el dolor ajeno.
Miro a mi alrededor siento que estoy en un museo vivo de las diferentes formas de dejar de vivir. Un laberinto con una ruleta rusa detrás de cada esquina y cada pasadizo. Una institución en la frontera del más allá, donde nuestros destinos se desglosan científicamente. Empezamos allí, y allí terminaremos.
- Sí, lo sé. Pero no voy a ir. De eso ya estoy bien.
- Entonces haga el favor de anularla. Tenemos una lista de espera enrome y así avanza algo.
(¿Esperanza Aguirre no prometió terminar con las listas de espera? Sí, tal vez, echando a los pacientes de los hospitales públicos. ¡Maldita neoliberal!)
Voy buscando mi consulta, mi médico. El juez con bata blanca que condena tus células o las salva. Soy mi cuerpo, me digo para consolarme. Mis dolencias e imperfecciones también son mías, no necesito que nadie me absuelva de ellas. Cada hueso roto, cada linfocito descarriado, cada transaminasa borracha, me pertenece tanto como el aire que respiro día a día.
Pienso, inútilmente, en las causas y las consecuencias, y eso me lleva a recordar la canción de Lou Reed. El hospital siempre ha sido la última estación después de caminar un rato por "el lado salvaje de la vida". Una noche en que brindé con el exceso, un amor con mal final, un virus travieso y pasajero, una mala lectura de síntomas. Qué más da. Todo eso es mío, soy yo, tanto como mi nacimiento o mi muerte, cuando llegue. Y punto.
No, no. Reed no tiene razón. Es al revés. La vida es siempre el lado salvaje de la muerte, de la no existencia. Lo correcto sería no estar, no ser. Vivir es alterarlo todo, una aberración impredecible con extraordinarios momentos de placer.
Entonces, ciudadano administrado, me siento en las sillas de plástico, rodeado de piernas quebradas, caderas en tenderengue, brazos doblados por una alteración del tráfico, o del equilibrio, o de la convivencia. Lo mío ya no es tan grave, me consuelo. Más, un trámite. Y, para abstraerme de todo, abro el libro de bolsillo de Isaac Asimov para zambullirme en el año 12020, cuando nada de esto será un problema porque seremos robots.
lunes, 25 de mayo de 2009
Vídeos y valores
Soy de los que piensa -partidismo declarado y confeso aparte- que el polémico vídeo del PSOE para las europeas es un gran vídeo. Un hallazgo. Tal vez, el mejor vídeo electoral que hayamos visto en mucho tiempo: un cura polaco fundamentalista, un empresario español sin escrúpulos, un alemán homófobo radical, una pija inglesa anti-sanidad pública y una señorona francesa a favor de la pena de muerte son estereotipos, sí. Pero dejar la interpretación ahí es un error. Son algo más que estereotipos: forman una parte muy triste y muy presente de la realidad de un proyecto político cuyos pilares son los contrarios: la igualdad entre todos los ciudadanos, el respeto a los derechos humanos y la valorización de lo público, de lo común y del medio ambiente. ¿De qué habla el vídeo? De valores. De valores esenciales para los europeos. Pero la audacia del vídeo es que sus personajes no dicen "no creo en el matrimonio homosexual", o "no creo en el cambio climático". No. Dicen "creo" (en los valores se cree o no se cree). Con la novena sinfonía de fondo. Creo en la pena de muerte, en que el cambio climático es mentira, en que la homosexualidad es una enfermedad (si no fuera así, ¿qué argumento tiene el que está en contra del matrimonio gay?). Es su Europa.
Es un vídeo propositivo, sólo que utiliza el recurso de la antítesis (los valores que defendemos son los contrarios a los que se muestran), a la hipérbole (exageración), la metonimia (la parte por el todo).
El vídeo, en 30 segundos, se traza varios objetivos y los cumple todos: (1) Crear un gran impacto emocional para, a través de él, informar de que hay unas elecciones europeas. (2) Centrar el debate en Europa y en los valores sociales, donde la izquierda sale ganando. (3) Movilizar al electorado propio advirtiéndole de los riesgos de no ir a votar. (4) Provocar una torpe reacción del PP, que en ninguna parte sale citado.
Es lógico que, en los últimos días, los dirigentes del PP se hayan ofuscado, indignado y ofendido. El espejo deformante que te pone tu rival, te obliga a decir si estás o no en contra de lo que se dice (contenido), o de cómo se dice (forma). He ahí la cuestión. En estos días hemos oído a muchos peperos hablar en contra del vídeo, pero no de los negacionistas del cambio climático, o de quienes están en contra del matrimonio gay.
No pueden. En casi todos los temas -salvo el de la pena de muerte-, el PP está a favor -con más o menos matices- de lo que dicen los personajes del vídeo. La inteligencia del recurso es que ese espejo deformante en el que se mira el PP es general, meditadamente europeo (se buscan los estereotipos en otros países). Una trampa en la que, inevitablemente, van a caer. ¿Por qué?
Porque, en definitiva, se trata de una pieza que pulsa certeramente la mala conciencia de la derecha. Cada vez que un dirigente del PP dice "nosotros no somos así", está reconociendo, que tal vez no sean así, pero sí "piensan así". Ya lo dijo alguien: No pienses en un elefante.
Es un vídeo propositivo, sólo que utiliza el recurso de la antítesis (los valores que defendemos son los contrarios a los que se muestran), a la hipérbole (exageración), la metonimia (la parte por el todo).
El vídeo, en 30 segundos, se traza varios objetivos y los cumple todos: (1) Crear un gran impacto emocional para, a través de él, informar de que hay unas elecciones europeas. (2) Centrar el debate en Europa y en los valores sociales, donde la izquierda sale ganando. (3) Movilizar al electorado propio advirtiéndole de los riesgos de no ir a votar. (4) Provocar una torpe reacción del PP, que en ninguna parte sale citado.
Es lógico que, en los últimos días, los dirigentes del PP se hayan ofuscado, indignado y ofendido. El espejo deformante que te pone tu rival, te obliga a decir si estás o no en contra de lo que se dice (contenido), o de cómo se dice (forma). He ahí la cuestión. En estos días hemos oído a muchos peperos hablar en contra del vídeo, pero no de los negacionistas del cambio climático, o de quienes están en contra del matrimonio gay.
No pueden. En casi todos los temas -salvo el de la pena de muerte-, el PP está a favor -con más o menos matices- de lo que dicen los personajes del vídeo. La inteligencia del recurso es que ese espejo deformante en el que se mira el PP es general, meditadamente europeo (se buscan los estereotipos en otros países). Una trampa en la que, inevitablemente, van a caer. ¿Por qué?
Porque, en definitiva, se trata de una pieza que pulsa certeramente la mala conciencia de la derecha. Cada vez que un dirigente del PP dice "nosotros no somos así", está reconociendo, que tal vez no sean así, pero sí "piensan así". Ya lo dijo alguien: No pienses en un elefante.
lunes, 11 de mayo de 2009
Días suspensivos
Como puntos suspensivos que parecen poner en punto muerto a la gramática, han transcurrido un par de semanas desde que me asomé por aquí. Días de ajetreo planetario. La gripe ha viajado del cerdo al hombre y del hombre al hombre a la velocidad de un vuelo de avión. Y la información sobre la gripe ha contagiado de miedo al mundo con más rapidez que los efectos de la propia gripe. Con la rapidez de la información global. A un click. Pero estamos a salvo. O no. Y en los cines, las películas se han sucedido. Y en las casas, hemos seguido amando o acariciando. Y en las calles, la gente ha hecho brotar una primavera de ángulos irregulares. Y en el desierto, los jinetes eléctricos han seguido salvando al mundo con su trote libertario. Y así estamos, otra vez por aquí, con el ánimo en un deshielo lento pero seguro.
Supe de "Control" hace un año. Una película sobre la vida y muerte de Ian Curtis, fugaz cantante de Joy Division, no podía pasar inadvertida para Ana. Para mí tampoco. Pero no se ha estrenado hasta ahora, y luce en los cines Golem. Anton Corbjin, el director, conoció a Ian, por lo que la película, en reluctante blanco y negro, tiene una pátina de trascendencia que va más allá de la ficción. Y me aplasta con una cascada de recuerdos, algunos fraguados en el Gris, otros en la adolescencia incomprendida en la que Joy Division, o Nick Cave and the bad seeds, o Johnny Cash, o cualquiera de aquellos enigmáticos grupos oscuros pintaba el futuro a carboncillo.
Supe de "Control" hace un año. Una película sobre la vida y muerte de Ian Curtis, fugaz cantante de Joy Division, no podía pasar inadvertida para Ana. Para mí tampoco. Pero no se ha estrenado hasta ahora, y luce en los cines Golem. Anton Corbjin, el director, conoció a Ian, por lo que la película, en reluctante blanco y negro, tiene una pátina de trascendencia que va más allá de la ficción. Y me aplasta con una cascada de recuerdos, algunos fraguados en el Gris, otros en la adolescencia incomprendida en la que Joy Division, o Nick Cave and the bad seeds, o Johnny Cash, o cualquiera de aquellos enigmáticos grupos oscuros pintaba el futuro a carboncillo.
domingo, 26 de abril de 2009
Vulnerable
Todo tiene el aspecto de una perfecta maquinaria irrompible, que avanza como si nada pudiera detenerla, hasta que el mínimo detalle, la pieza más nimia, falla, se oxida, y la locomotora está a punto de descarrilar. Algo de eso me ha pasado este fin de semana horribilis de dolencias encadenadas que espero se difuminen sin más esta semana. La cuestióne es que, cuando menos te lo esperas, te sientes mal, rematadamente mal, y te das cuenta de lo vulnerable de tu condición. Bueno, he tenido a R. cerca. Le debo todo lo que ha hecho por mí este chico.
Menos mal que la música -excipiente sin efectos secundarios- puede protegerte el ánimo. Como bien sabéis quienes frecuentáis el local kamosisa, tengo gustos a ratos arcaizantes, clásicos en cuanto a música moderna, nada a la moda. Ninguno de mi generación escucharía a Simple Minds o Peter Gabriel. Pero yo lo hago, con devoción. La música actual se hace para gente más joven, más básica que la de hace 30 años, lo cual no es ni bueno ni malo, pero lo que viene a llamarse "indie" me resulta a ratos insustancial, o un poco infantil, como de serie teenager americana. Un rato lo aguanto, pero es música que quemo enseguida. El dinosaurio de Peter Gabriel, probablemente el mejor músico a partir de los 70, ha sido injustamente denostado e ignorado por generaciones más jóvenes. En su música hay mucha ironía, variedad, imaginación y está cargada de matices.
Sé que estoy algo elitista, pero cuando uno está en la cama jodido tiene derecho a mirar a la humanidad circundante con cierta condescendencia!
Menos mal que la música -excipiente sin efectos secundarios- puede protegerte el ánimo. Como bien sabéis quienes frecuentáis el local kamosisa, tengo gustos a ratos arcaizantes, clásicos en cuanto a música moderna, nada a la moda. Ninguno de mi generación escucharía a Simple Minds o Peter Gabriel. Pero yo lo hago, con devoción. La música actual se hace para gente más joven, más básica que la de hace 30 años, lo cual no es ni bueno ni malo, pero lo que viene a llamarse "indie" me resulta a ratos insustancial, o un poco infantil, como de serie teenager americana. Un rato lo aguanto, pero es música que quemo enseguida. El dinosaurio de Peter Gabriel, probablemente el mejor músico a partir de los 70, ha sido injustamente denostado e ignorado por generaciones más jóvenes. En su música hay mucha ironía, variedad, imaginación y está cargada de matices.
Sé que estoy algo elitista, pero cuando uno está en la cama jodido tiene derecho a mirar a la humanidad circundante con cierta condescendencia!
viernes, 24 de abril de 2009
Llorando...
Lo recuerdo perfectamente. Difícil de olvidar. El día que vi Mulholland Drive, de David Lynch, recibí uno de los mayores impactos culturales que he vivido. Fue en los cines Princesa, en la plaza de los Cubos, una tarde de sábado. Iba con J., mi primera pareja. Quedé exahusto, confuso, triste, desolado, eufórico. Atado a la butaca. Con más preguntas que respuestas, y con la sensación de que las fronteras del cine -más que otras- están en continua expansión, como si, embarcadas en una exploración, a veces diesen, de golpe, con una una galaxia desconocida. Luego visité muchas veces el laberinto de la película. En cada visión, me perdía y me encontraba siguiento pasadizos diferentes, que me descubrían inéditos itinerarios. Aquí dejo esta porción del sueño/pesadilla.
martes, 14 de abril de 2009
Destinos
No sé si he esquivado al destino, o el destino me ha esquivado a mí. Aunque supongo que lo segundo, porque los cambios obedecen a una mecánica cuya lógica no nos conoce, ni nos pone cara, aunque a veces sí nos pone cruz. Como decía María Jiménez: "Se acabó". Se terminó. Y ahora, cuando el suelo se hundió justo después de que yo lo pisase y lo pasase, miro hacia atrás, como cuando el replicante de Blade Runner se acordaba de las naves ardiendo a las puertas de Orión y lamentaba que todos aquellos momentos -que vosotros no creeríais jamás- se perderán como "lágrimas en la lluvia".
Esta canción de PSB, "Love, etc", es nueva. Es nueva, y es vieja a la vez, como de hace 10 ó 12 años, como de los últimos 90. Me retrotrae a mis noches en Xenon, o en el Stars, o en Aliens. Cada garito -todos ellos muy modernos- era un atolón rodeado de arrecifes coralinos distintos, formados por sedimentos humanos, fauna nocturna tropical. Era la época en la que me escapaba del Colegio Mayor, en la zona de Moncloa, y dormía en casa de A., en la calle Libertad, escuchando el sedoso e hipnótico Bilingual, mientras follábamos y follábamos y sentía que aquel cuerpo canario y tan adolescente como el mío era una eternidad.
Esta canción de PSB, "Love, etc", es nueva. Es nueva, y es vieja a la vez, como de hace 10 ó 12 años, como de los últimos 90. Me retrotrae a mis noches en Xenon, o en el Stars, o en Aliens. Cada garito -todos ellos muy modernos- era un atolón rodeado de arrecifes coralinos distintos, formados por sedimentos humanos, fauna nocturna tropical. Era la época en la que me escapaba del Colegio Mayor, en la zona de Moncloa, y dormía en casa de A., en la calle Libertad, escuchando el sedoso e hipnótico Bilingual, mientras follábamos y follábamos y sentía que aquel cuerpo canario y tan adolescente como el mío era una eternidad.
martes, 7 de abril de 2009
sábado, 4 de abril de 2009
Más que frenesí, amor
Claro. Faltaba una película, un poco tardía, excesivamente liviana, y tal vez con el único objetivo conocido de hacer caja atizando el desorden hormonal de los más jóvenes, ávidos de identidad y de transgresión, de ritmo alocado con el aliño insustituible de música, tetas y pollas. Pero lo que es faltar, faltaba, porque la narrativa audiovisual rara vez pone a un adolescente o post-adolescente en la pantalla de un cine si no es para reducirlo al cliché del futuro mayor, del viaje iniciático, del hombre en gestación, y nunca se arriesga a la inmoralidad de retratar a nuestros chicos tal como son, sin ambiciones visibles a largo plazo, movidos por el automatismo abrupto del deseo, del amor, del placer, del día a día, y el noche a noche.
Eso es Mentiras y gordas. Una pequeña verdad. Es una película mala, sí. Pero tal vez, por el efecto de ser la única de su género, y por lanzar una mirada hiperralista bajo los flases de la discoteca, en el swing espontáneo de los chill outs, con el sexo como decorado de fondo, será estudiada por sociólogos que quieran sentar cátedra sobre cómo viven (algunos de) nuestros más jóvenes.
El efecto, en mí, ha sido el recuerdo inevitable de esa edad. No era tan pijo ni tan gilipollas como los protas, es evidente. Pero me puse ciego de pastillas, como ellos. Follé donde pude y con quien pude, como ellos, cabalgando sobre el vértigo que da cruzar fronteras hacia zonas desconocidos: homo-sexualidad tentativa e incipiente, amistad vivida con el vínculo de la sangre y de la urgencia, amor, placer, cariño, miedo, incertidumbre. Las cosas no han cambiado tanto. Ha cambiado nuestra (mi) mirada.
Mi llegada a MAdrid, que fue la puerta abierta a ese caos donde indagué para ver quién demonios era o podía llegar a ser, estuvo acompañada por películas de desenfreno, sí, pero con protagonistas mayores, en el entorno de los 30. Los mismos narradores, Albacete y Menkes, con Más que amor frenesí, o No me hables de los hombres que me pongo atómica. Y recuerdo con especial cariño "Cuernos de espuma", del reciente y prematuramente fallecido Manuel Toledano.
Al fin y al cabo, el mundo no es tan diferente, no debemos escandalizarnos.
Eso es Mentiras y gordas. Una pequeña verdad. Es una película mala, sí. Pero tal vez, por el efecto de ser la única de su género, y por lanzar una mirada hiperralista bajo los flases de la discoteca, en el swing espontáneo de los chill outs, con el sexo como decorado de fondo, será estudiada por sociólogos que quieran sentar cátedra sobre cómo viven (algunos de) nuestros más jóvenes.
El efecto, en mí, ha sido el recuerdo inevitable de esa edad. No era tan pijo ni tan gilipollas como los protas, es evidente. Pero me puse ciego de pastillas, como ellos. Follé donde pude y con quien pude, como ellos, cabalgando sobre el vértigo que da cruzar fronteras hacia zonas desconocidos: homo-sexualidad tentativa e incipiente, amistad vivida con el vínculo de la sangre y de la urgencia, amor, placer, cariño, miedo, incertidumbre. Las cosas no han cambiado tanto. Ha cambiado nuestra (mi) mirada.
Mi llegada a MAdrid, que fue la puerta abierta a ese caos donde indagué para ver quién demonios era o podía llegar a ser, estuvo acompañada por películas de desenfreno, sí, pero con protagonistas mayores, en el entorno de los 30. Los mismos narradores, Albacete y Menkes, con Más que amor frenesí, o No me hables de los hombres que me pongo atómica. Y recuerdo con especial cariño "Cuernos de espuma", del reciente y prematuramente fallecido Manuel Toledano.
Al fin y al cabo, el mundo no es tan diferente, no debemos escandalizarnos.
lunes, 30 de marzo de 2009
Mudanza
Instalado en la existencia nómada desde que nací, el fin de semana volví a Málaga a por las cosas que me quedaban. En una furgoneta de Expertcar, con R conduciendo, atravesando La Mancha bajo la irregular lluvia marziana (de marzo, waters of march), mudándonos cada uno de un sitio. La cama que compré en mi pequeña calle malagueña de los secretos, el colchón en en el que soñé con ovejas eléctricas, con las que ahora convivo en el corazón eléctrico de Madrid. Parecen días lejanos y no hace ni un año.
Qué vida tan alegre, tan descargada de futuro llevé en Málaga, en el apartamento de los pequeños días, de la tiendecita de comercio justo y la de chocolates justo debajo, las tardes en el ultramarino y los sábados por la noche en el bar de los modernos, en la calle paralela. La Semana Santa más popular abrumando la acera. Los ligues, los amigos, las músicas. No me daba cuenta, e iban sedimentando una etapa, dejando su arqueología persistente. Volver a tocar, oler, ver los muebles, los CDs, los libros que permanecían en cajas, portar cosas de un sitio a otro es como llevar un pedazo del pasado al presente. La existencia física de esos materiales en mi vida activa circuitos neuronales en los que se almacena información y algo más. Son el hilo de cristal que me comunica conmigo mismo.
LA casa de los kamosisas es portátil.
Y ellos, volvieron:
I was born with the wrong sign
In the wrong house
With the wrong ascendancy
I took the wrong road
That led to the wrong tendencies
I was in the wrong place at the wrong time
For the wrong reason and the wrong rhyme
On the wrong day of the wrong week
I used the wrong method with the wrong technique...
Qué vida tan alegre, tan descargada de futuro llevé en Málaga, en el apartamento de los pequeños días, de la tiendecita de comercio justo y la de chocolates justo debajo, las tardes en el ultramarino y los sábados por la noche en el bar de los modernos, en la calle paralela. La Semana Santa más popular abrumando la acera. Los ligues, los amigos, las músicas. No me daba cuenta, e iban sedimentando una etapa, dejando su arqueología persistente. Volver a tocar, oler, ver los muebles, los CDs, los libros que permanecían en cajas, portar cosas de un sitio a otro es como llevar un pedazo del pasado al presente. La existencia física de esos materiales en mi vida activa circuitos neuronales en los que se almacena información y algo más. Son el hilo de cristal que me comunica conmigo mismo.
LA casa de los kamosisas es portátil.
Y ellos, volvieron:
I was born with the wrong sign
In the wrong house
With the wrong ascendancy
I took the wrong road
That led to the wrong tendencies
I was in the wrong place at the wrong time
For the wrong reason and the wrong rhyme
On the wrong day of the wrong week
I used the wrong method with the wrong technique...
viernes, 13 de marzo de 2009
200
Esta es mi entrada -o post- número 200, una cifra que redondea una costumbre que dura ya dos años y medio. Me pregunto cómo afectará el devenir a todo lo publicado en la red. ¿Nos sobrevivirá nuestro propio personaje? ¿Vivirá el kamosisa más que yo?
La lluvia ha caído intensamente durante este invierno, alimentando una primavera fecunda, feraz y feroz, que me ha provocado la primera reacción alérgica de mi vida. Llevo desde el lunes con la garganta y la nariz inmersas en una incesante producción de líquidos viscosos que me defienden de la agresión floral de la naturaleza que me circunda. Los antihistamínicos son como las medidas anticíclicas aplicadas a la economía en crisis (en esta crisis Ere que Ere), y han entrado en mi dieta como un golpe de anestesia sedante. Mejor no sentir.
Por eso vengo hoy aquí. Los blogs son inmunes a la primavera y a los cambios estacionales, como las leyendas.
Hoy he recordado la leyenda artúrica, el momento en el que el joven y desconocido Arturo se convierte en Rey al extraer, de manera inesperada, la espada de Excalibur de la roca. A veces, quien no esperamos, resulta ser el elegido. Bonita morajela y preciosa historia medieval.
La lluvia ha caído intensamente durante este invierno, alimentando una primavera fecunda, feraz y feroz, que me ha provocado la primera reacción alérgica de mi vida. Llevo desde el lunes con la garganta y la nariz inmersas en una incesante producción de líquidos viscosos que me defienden de la agresión floral de la naturaleza que me circunda. Los antihistamínicos son como las medidas anticíclicas aplicadas a la economía en crisis (en esta crisis Ere que Ere), y han entrado en mi dieta como un golpe de anestesia sedante. Mejor no sentir.
Por eso vengo hoy aquí. Los blogs son inmunes a la primavera y a los cambios estacionales, como las leyendas.
Hoy he recordado la leyenda artúrica, el momento en el que el joven y desconocido Arturo se convierte en Rey al extraer, de manera inesperada, la espada de Excalibur de la roca. A veces, quien no esperamos, resulta ser el elegido. Bonita morajela y preciosa historia medieval.
viernes, 6 de marzo de 2009
La vida de la chispa
Ayer, antes de ayer, mañana, la semana que viene. Hace 15 años. Y dentro de otros 15.
En noches sin referencias, más o menos oscuras, insomnes, largas, no necesariamente tristes, más bien reflexivas, acudo al Youtube de la misma manera que, cuando era adolescente, me iba de puntillas a la cocina de casa, para no despertar a mi madre, eterna vigilante de mis días, y sigilosamente abría la nevera, la gran caja de sorpresas cotidiana, esperando encontrar allí la botella de Coca-cola.
Un buche, un desafío a la autoridad. Un trago, una esperanza difusa. Y volvía a la cama aún con menos sueño, pero con más sueños y con el placer extrañamente victorioso de haber robado el fuego una vez más. El tránsito de la infancia a la adolescencia está lleno de esos pequeños actos de rebeldía espontánea, inmotivada; insumisiones cotidianas en las que uno empieza a trastocar el amplio mundo a su alrededor, y a ser consciente de sus poderes y sus límites. Luego volvía y me hacía el dormido, sin poder dormir, pero entraba en contacto con mi propio misterio: me ponía a escuchar mi lenta y absurda respiración. Y, con el mantra de mi insomnio, empezaba a pensar con intensidad los otros. En C o en M, ¿qué estarían haciendo en esos mismos instantes? ¿Robando Coca-Cola en casa? ¿Durmiendo? ¿Pensando en mí? La distancia que había desde mi casa al Cole era el perímetro que el mundo tenía para mí, el trayecto que me alejaba y acercaba a mis amigos. Ellos empezaron a serlo todo: sus cuerpos en formación -como si compitiéramos en crecimiento- eran el mapa del género humano; la sonrisa y el olor del compañero de clase o de pupitre, su presencia menuda, pero absoluta, era un reto a tu propio cuerpo, un ataque a la línea de flotación de tu identidad.
Cuando uno es la autoridad de su propia casa y el capataz de su vida, esa adrenalina del desafío, la joie de vivre, no deja deja extamente de existir. En realidad, se atenúa, se camufla, se presenta bajo nuevas fórmulas que, a veces, pasan desapercibidas. La identidad se conforma a los 13, 14, 15 años. Uno es siempre, pasen los años que pasen, ese ser amorfo, imperfecto, en tránsito, inacabado y proyectado al infinito de esas noches en vela; uno es el adolescente que se escapa a la cocina con paso tembloroso y excitado, sólo que lo vestimos con ropa buena, le damos un discurso, un relato y una serie de factores materiales (trabajo, sueldo, casa, circunstancias...).
Pero permanece.
Y a veces me voy al Youtube a buscar a aquel kamosisa.
En noches sin referencias, más o menos oscuras, insomnes, largas, no necesariamente tristes, más bien reflexivas, acudo al Youtube de la misma manera que, cuando era adolescente, me iba de puntillas a la cocina de casa, para no despertar a mi madre, eterna vigilante de mis días, y sigilosamente abría la nevera, la gran caja de sorpresas cotidiana, esperando encontrar allí la botella de Coca-cola.
Un buche, un desafío a la autoridad. Un trago, una esperanza difusa. Y volvía a la cama aún con menos sueño, pero con más sueños y con el placer extrañamente victorioso de haber robado el fuego una vez más. El tránsito de la infancia a la adolescencia está lleno de esos pequeños actos de rebeldía espontánea, inmotivada; insumisiones cotidianas en las que uno empieza a trastocar el amplio mundo a su alrededor, y a ser consciente de sus poderes y sus límites. Luego volvía y me hacía el dormido, sin poder dormir, pero entraba en contacto con mi propio misterio: me ponía a escuchar mi lenta y absurda respiración. Y, con el mantra de mi insomnio, empezaba a pensar con intensidad los otros. En C o en M, ¿qué estarían haciendo en esos mismos instantes? ¿Robando Coca-Cola en casa? ¿Durmiendo? ¿Pensando en mí? La distancia que había desde mi casa al Cole era el perímetro que el mundo tenía para mí, el trayecto que me alejaba y acercaba a mis amigos. Ellos empezaron a serlo todo: sus cuerpos en formación -como si compitiéramos en crecimiento- eran el mapa del género humano; la sonrisa y el olor del compañero de clase o de pupitre, su presencia menuda, pero absoluta, era un reto a tu propio cuerpo, un ataque a la línea de flotación de tu identidad.
Cuando uno es la autoridad de su propia casa y el capataz de su vida, esa adrenalina del desafío, la joie de vivre, no deja deja extamente de existir. En realidad, se atenúa, se camufla, se presenta bajo nuevas fórmulas que, a veces, pasan desapercibidas. La identidad se conforma a los 13, 14, 15 años. Uno es siempre, pasen los años que pasen, ese ser amorfo, imperfecto, en tránsito, inacabado y proyectado al infinito de esas noches en vela; uno es el adolescente que se escapa a la cocina con paso tembloroso y excitado, sólo que lo vestimos con ropa buena, le damos un discurso, un relato y una serie de factores materiales (trabajo, sueldo, casa, circunstancias...).
Pero permanece.
Y a veces me voy al Youtube a buscar a aquel kamosisa.
miércoles, 25 de febrero de 2009
lunes, 23 de febrero de 2009
La casa (fuerte) de los kamosisas
Uno puede pensar que escribir te hace vulnerable. Que verter los matices de tu conciencia a la vertiginosa espiral de la red, aunque sea filtrados a través del equívoco personaje kamosisa, es como vomitar pedazos de tu alma por la calle. Cualquiera los puede ver. Oler. Tocar. Y traficar con ella. Meterse en esta casa es fácil. La puerta está abierta. Entonces se produce la ilusión especular, que viene de espejo (specculum). Alguien cree que por entrar se convierte en propietario. Que puede poner en venta metros cuadrados de tu vida, aunque no le pertenezcan. Gente que especula con tus esperanzas, tus sueños o tus pesadillas, lanzando un cacho de ti en dirección contraria, poniéndole el cartel de "se vende" impunemente, mostrándosela a otros.
He recibido advertencias y recomendaciones. Escribir te hace vulnerable. Alquien entra y usurpa tu identidad, y como un parásito, vive de ella, la utiliza contra ti, para alimentar su personalidad incompleta, hambrienta de la vida de los otros. Ten cuidado, me decían.
No hay nada que hacer. Quien eso hace, quien se agazapa detrás de la máscara, no alimenta mi desánimo. Alimenta el suyo. Quien cree asaltar privacidades, no me hace vulnerable. Me hace fuerte. Quien construye su conducta con el material de la envidia, con la cal de la obscenidad, debe saber que las paredes de esta casa están cubiertas con aislante anti-parásitos. Esta casa no está en venta, no retrocede frente a los especuladores de vidas ajenas. Esta casa resiste. Es vivienda pública. De protección oficial. Con los papeles en regla. A los especuladores, en esta casa, se les caen los espejos y quedan con su rostro al descubierto, nadando en su propia nada. Nadar, infinitivo de nada. De no tener nada que llevarse.
He recibido advertencias y recomendaciones. Escribir te hace vulnerable. Alquien entra y usurpa tu identidad, y como un parásito, vive de ella, la utiliza contra ti, para alimentar su personalidad incompleta, hambrienta de la vida de los otros. Ten cuidado, me decían.
No hay nada que hacer. Quien eso hace, quien se agazapa detrás de la máscara, no alimenta mi desánimo. Alimenta el suyo. Quien cree asaltar privacidades, no me hace vulnerable. Me hace fuerte. Quien construye su conducta con el material de la envidia, con la cal de la obscenidad, debe saber que las paredes de esta casa están cubiertas con aislante anti-parásitos. Esta casa no está en venta, no retrocede frente a los especuladores de vidas ajenas. Esta casa resiste. Es vivienda pública. De protección oficial. Con los papeles en regla. A los especuladores, en esta casa, se les caen los espejos y quedan con su rostro al descubierto, nadando en su propia nada. Nadar, infinitivo de nada. De no tener nada que llevarse.
martes, 10 de febrero de 2009
Era de acuario
Escribo desde mi nuevo trabajo. Desde mi nuevo trabajo de escriba. Llegué a Madrid hace ahora 9 meses, lo que corresponde a un parto. Tengo la sensación de haber gestado algo nuevo, que ahora nace. Lo cierto es que uno nunca termina de irse de los sitios donde ha sido feliz. Y esos sitios, te acompañan como un equipaje, toda la vida. Dejo a R. Pero R seguirá presente en mi vida. El reto que asumo es importante, y aunque mi nuevo despacho es un pequeño habitáculo abuhardillado, con vistas a mi antigua facultad, el desafío es más grande. Y necesitaré fuerzas, imaginación, cintura, prudencia, valores, compromiso, y cómo no, suerte. Mi nueva vida nace bajo mi mismo signo: acuario. También la astrología nos permite imaginar horizontes remotos.
Ayer terminé "Los sueños de mi padre", de Barack Obama. Al leerlo, se tiene la sensación de remontar un río; de que, mientras avanzas, vas yendo al origen del mundo, subiendo la corriente y adentrándote en la selva de los ancestros, para encontrar el principio de todo. Los sueños del padre de Obama, y del padre de su padre, y del padre del padre de su padre, son la madeja interminable al final de la cual sólo está el hombre, ante sí mismo. Y, de alguna manera, estamos todos. En origen, y en destino. Una historia común.
Ayer terminé "Los sueños de mi padre", de Barack Obama. Al leerlo, se tiene la sensación de remontar un río; de que, mientras avanzas, vas yendo al origen del mundo, subiendo la corriente y adentrándote en la selva de los ancestros, para encontrar el principio de todo. Los sueños del padre de Obama, y del padre de su padre, y del padre del padre de su padre, son la madeja interminable al final de la cual sólo está el hombre, ante sí mismo. Y, de alguna manera, estamos todos. En origen, y en destino. Una historia común.
jueves, 5 de febrero de 2009
Diferencia
"Por espacio de semanas, o meses, podías experimentar la libertad de no sentirte vigilado, la libertad de creer que tu pelo crece como se supone que tiene que crecer, y que tu trasero se balancea de la manera que debe balancesarse. Podías ver a alguien hablando solo, como si estuviera loco, o leer sobre el delincuente que aparecía en la primera página del periódico y meditar sobre la corrupción del coración humano sin tener que pensar si ese criminal o lunático anticipaba en alguna medida tu destino. Aquí el mundo era negro, y tú también. Y podías descrubrir todas esas cosas que eran únicas para ti sin tener que vivir una mentira o cometer una traición".
Barack Obama, "Los sueños de mi padre"
Cap 3: 'Kenia'.
Barack Obama, "Los sueños de mi padre"
Cap 3: 'Kenia'.
miércoles, 4 de febrero de 2009
Tengo una cena para usted
Después de un finde trepidante, con viaje de altos vuelos incluido -a Málaga, y vuelta el sábado, con un resultado exitoso en el ámbito profesional-, el sábado noche, ya en Madrid, de vuelta, me aguardaba una sorpresa.
Había quedado con J., para cenar en un restaurante de Malasaña llamado Ojalá. J. lo ha dejado con su novio después de tres años, y está pachucho anímicamente. En esos momentos, necesitaba nuestro apoyo. La nostalgia golpea aún más fuerte a los argentinos, sentimentales por naturaleza, tangueros de espíritu, imposibles por destino. Y allí estaba J, un oso en el diván del psicoanalista, que era yo, y no se me ocurre otra cosa que decirle:
- Este sitio se llama Ojalá. Ojalá nos remite al futuro. Es un deseo de por venir. ¡A olvidar el pasado y a mirar p'alante!
Y nos fuimos al new Liquid. Y conocí a un chico, altísimo y guapísimo, hablamos de publicidad, de comunicación, de su barrio, Carabanchel. He quedado a cenar con él esta noche, en un japonés. Lo hago con la esperanza aún viva de hallar una brizna de futuro, una dosis de "ojalá". ¿Será el uno, "the one", el final de un camino que no tenía horizonte, o será la crónica de un cartucho más gastado, un saltito a ninguna parte en el camino de baldosas amarillas? A veces siento que soy la probeta de mis propios experimentos.
Pero no me doy por vencido. Mi pasado va siendo una pistola vieja, con muchos casquetes de futuro disparados sin acierto. No sé si será la pólvora de los años, mojada por la rutina y el conformismo. O que la mirilla está mal colocada. Hoy, cargaré el tambor con mi mejor sonrisa, como si fuese la primera batalla. El guionista de otras vidas, el negro a sueldo, el traficante oculto de promesas, cogerá la pluma para intentar escribir su propia historia. Que las musas me acompañen. Seré galán caballero. Invitaré a cenar. Seré discreto, hombre locuaz. Sencillo y natural. Al sushi me encomiendo.
"Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere" (W.S.)
Había quedado con J., para cenar en un restaurante de Malasaña llamado Ojalá. J. lo ha dejado con su novio después de tres años, y está pachucho anímicamente. En esos momentos, necesitaba nuestro apoyo. La nostalgia golpea aún más fuerte a los argentinos, sentimentales por naturaleza, tangueros de espíritu, imposibles por destino. Y allí estaba J, un oso en el diván del psicoanalista, que era yo, y no se me ocurre otra cosa que decirle:
- Este sitio se llama Ojalá. Ojalá nos remite al futuro. Es un deseo de por venir. ¡A olvidar el pasado y a mirar p'alante!
Y nos fuimos al new Liquid. Y conocí a un chico, altísimo y guapísimo, hablamos de publicidad, de comunicación, de su barrio, Carabanchel. He quedado a cenar con él esta noche, en un japonés. Lo hago con la esperanza aún viva de hallar una brizna de futuro, una dosis de "ojalá". ¿Será el uno, "the one", el final de un camino que no tenía horizonte, o será la crónica de un cartucho más gastado, un saltito a ninguna parte en el camino de baldosas amarillas? A veces siento que soy la probeta de mis propios experimentos.
Pero no me doy por vencido. Mi pasado va siendo una pistola vieja, con muchos casquetes de futuro disparados sin acierto. No sé si será la pólvora de los años, mojada por la rutina y el conformismo. O que la mirilla está mal colocada. Hoy, cargaré el tambor con mi mejor sonrisa, como si fuese la primera batalla. El guionista de otras vidas, el negro a sueldo, el traficante oculto de promesas, cogerá la pluma para intentar escribir su propia historia. Que las musas me acompañen. Seré galán caballero. Invitaré a cenar. Seré discreto, hombre locuaz. Sencillo y natural. Al sushi me encomiendo.
"Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere" (W.S.)
lunes, 26 de enero de 2009
Fin-de fiesta, ¿cuándo otra?
Con las prescriptivas precauciones para evitar ser espiado por los hombres de Paco (revisé debajo de las camas, detrás de los cuadros, que no hubiese micrófonos y mini-cámaras), preparé la casa para la birthday's party. A las 10 en punto tenía en la puerta a Juan, Javi y Vanesa, que me regalaron una camiseta negra, ajustada, chulísima, con unas letras blancas a la altura de las tetas: NO TENGO NOVIO. ¿Nuevas metodologías de marketing?
Poco a poco, llegaron los demás. Los de antes (los amantes), los nuevos, los amigos de amigos, marineros, soldados, solteros... Y alguno que otro más. Fue tan divertido que me da pena que se haya terminado. A la una y pico plegamos y nos fuimos a ohm. Confesiones, abrazos, secretos a voces que se revelan, otros que se engendran. Tramas palaciegas en la corte de la noche. Luego, no sé dónde fui. Pero fui. Y no pasó nada. Pasaron imágenes, impactos, subidas de tensión, adrenalina derrochada y contenida en los confines del exceso, el reverso de nuestra buena conducta, las cañerías ocultas de nuestra apariencia. A veces, muy de vez en cuando, voy a no sé dónde, a comprender que el mundo (con nosotros dentro) es un iceberg del que sólo asoma la punta, un tumulto que esconde más de lo que enseña.
Y luego, en casa, cuando amanecía, con la oscuridad aún pegada a la ropa, recibí una llamada de quien no sabía que cumplía años, y de quien nunca esperé llamada. Y tuve el mejor final feliz y la mejor entrada en la 4ª década que pude imaginar.
Besos a todos.
Poco a poco, llegaron los demás. Los de antes (los amantes), los nuevos, los amigos de amigos, marineros, soldados, solteros... Y alguno que otro más. Fue tan divertido que me da pena que se haya terminado. A la una y pico plegamos y nos fuimos a ohm. Confesiones, abrazos, secretos a voces que se revelan, otros que se engendran. Tramas palaciegas en la corte de la noche. Luego, no sé dónde fui. Pero fui. Y no pasó nada. Pasaron imágenes, impactos, subidas de tensión, adrenalina derrochada y contenida en los confines del exceso, el reverso de nuestra buena conducta, las cañerías ocultas de nuestra apariencia. A veces, muy de vez en cuando, voy a no sé dónde, a comprender que el mundo (con nosotros dentro) es un iceberg del que sólo asoma la punta, un tumulto que esconde más de lo que enseña.
Y luego, en casa, cuando amanecía, con la oscuridad aún pegada a la ropa, recibí una llamada de quien no sabía que cumplía años, y de quien nunca esperé llamada. Y tuve el mejor final feliz y la mejor entrada en la 4ª década que pude imaginar.
Besos a todos.
jueves, 22 de enero de 2009
30
Ya llega. Por fin. Con 30 años de retraso, el domingo cumplo 30 años. ¿Da vértigo asomarse a una nueva década? No sé. Supongo que las etapas de la vida no se sustituyen, sino que se suman, y que en mí conviven el niño, el adolescente, el joven veintañero y, ahora, el joven treintañero.
¡Vamos, si 30 tacos no son nada!
Por eso, fuera depresiones; prohibido amargarse por las canillas que asoman; proscrito sentirse raro en bares donde la mitad (o más) van siendo más jóvenes que uno. Nada de ponerse nostálgico cuando ponen Saturday night, y empiezas a hacer el bailecito con una perfección que te delata. Nada de dar la chapa a los jovencitos que uno se encuentra con grupos que NO conocen, ni con la Bola de Cristal, ni con Ulises. Nada de hacer reuniones de antiguos alumnos a las que, poco a poco, empiezan a acudir bebés (esos extraños agentes). Nada de mirar al pasado. El futuro todavía es mejor. Y ya está aquí.
Los 30 vienen generosos, ya os contaré.
Reestrenaré mi camiseta Diesel: Thirty years of succesful living.
Pero ahora, os espero para celebrarlo.
¡Vamos, si 30 tacos no son nada!
Por eso, fuera depresiones; prohibido amargarse por las canillas que asoman; proscrito sentirse raro en bares donde la mitad (o más) van siendo más jóvenes que uno. Nada de ponerse nostálgico cuando ponen Saturday night, y empiezas a hacer el bailecito con una perfección que te delata. Nada de dar la chapa a los jovencitos que uno se encuentra con grupos que NO conocen, ni con la Bola de Cristal, ni con Ulises. Nada de hacer reuniones de antiguos alumnos a las que, poco a poco, empiezan a acudir bebés (esos extraños agentes). Nada de mirar al pasado. El futuro todavía es mejor. Y ya está aquí.
Los 30 vienen generosos, ya os contaré.
Reestrenaré mi camiseta Diesel: Thirty years of succesful living.
Pero ahora, os espero para celebrarlo.
lunes, 19 de enero de 2009
200 años de Poe (sía)
Edgar Allan Poe.
Boston, 19 de enero de 1809 - Baltimore, 7 de octubre de 1849
Annabel Lee
Fue hace muchos y muchos años,
en un reino junto al mar,
habitó una señorita a quien puedes conocer
por el nombre de Annabel Lee;
y esta señorita no vivía con otro pensamiento
que amar y ser amada por mí.
Yo era un niño y ella era una niña
en este reino junto al mar
pero nos amábamos con un amor que era más que amor
—yo y mi Annabel Lee—
con un amor que los ángeles sublimes del Paraíso
nos envidiaban a ella y a mí.
Y esa fue la razón que, hace muchos años,
en este reino junto al mar,
un viento partió de una oscura nube aquella noche
helando a mi Annabel Lee;
así que su noble parentela vinieron
y me la arrebataron,
para silenciarla en una tumba
en este reino junto al mar.
Lo ángeles, que no eran siquiera medio felices en el Paraíso,
nos cogieron envidia a ella y a mí:
¡Sí!, esa fue la razón (como todos los hombres saben)
en este reino junto al mar)
que el viento salió de una nube, helando
y matando mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era más fuerte que el amor
de aquellos que eran mayores que nosotros—
de muchos más sabios que nosotros—
y ni los ángeles in el Paraíso encima
ni los demonios debajo del mar
separarán jamás mi alma del alma
de la hermosa Annabel Lee:—
Porque la luna no luce sin traerme sueños
de la hermosa Annabel Lee;
ni brilla una estrella sin que vea los ojos brillantes
de la hermosa Annabel Lee;
y así paso la noche acostado al lado
de mi querida, mi querida, mi vida, mi novia,
en su sepulcro junto al mar—
en su tumba a orillas del mar.
Edgar Allan Poe
miércoles, 14 de enero de 2009
El C(ine)
Recibo, al mail, el corto que ha hecho un amigo al que no veía desde hace mucho tiempo. Me ha gustado volver a saber de su existencia, a través de sus imágenes, de sus ideas. Conocí a C de casualidad, cuando yo tenía 20 años y él, probablemente, alguno menos. Éramos dos jovenzuelos amantes de la juerga y el exceso, dos niñatos lanzados al abismo del Madrid de finales de los 90, de la música house, de los after y del sexo. Recorrimos juntos noches sin fin, que terminaban en chill-outs en casa de desconocidos, cónclaves absurdos aderezados con todo tipo de sustancias. Éramos asiduos del Alien's, del Shangay Tea Dance, del Pasapoga (Pasadroga, lo llamaban) y no sé cuántos antros más.
Recuerdo que lo pasamos genial en el concierto de Fabio McNamara, cuando reapareció hace 10 años (se buscan, se cherche...), resquicios de la movida, preludio de la re-movida que, ahora tiene tanto seguidor y tanta nancy. Pero siempre, en cualquier situación, por delirante que fuese, C veía una escena, un diálogo, un personaje que insertar en un guión. Eran vidas de película. O de corto.
Los dos queríamos dedicarnos al cine, pero su determinación, era más fuerte que la mía. Yo desistí, me rendí por el camino: no estoy hecho para estar detrás de la pantalla, sino delante. No tengo la paciencia, ni la seguridad en mí mismo, que hay que tener para rodar un sólo metro de celuloide. Hasta donde conozco de su historia, C ha sido capaz de soportar todo tipo de calamidades económicas y laborales con tal de seguir persiguiendo su sueño: rodar, hacer cine. Hizo un corto muy almodovariano, protagonizado por María Barranco (C y yo, en nuestros colocones, nos llámabamos "Pepppa", imitando el acento malagueño de la Barranco en Mujeres al borde).
No supe, desde que me fui a Málaga, mucho más de él. Alguna vez, en mi cumpleaños, me llamó. Me alegro de que exista el youtube.
Recuerdo que lo pasamos genial en el concierto de Fabio McNamara, cuando reapareció hace 10 años (se buscan, se cherche...), resquicios de la movida, preludio de la re-movida que, ahora tiene tanto seguidor y tanta nancy. Pero siempre, en cualquier situación, por delirante que fuese, C veía una escena, un diálogo, un personaje que insertar en un guión. Eran vidas de película. O de corto.
Los dos queríamos dedicarnos al cine, pero su determinación, era más fuerte que la mía. Yo desistí, me rendí por el camino: no estoy hecho para estar detrás de la pantalla, sino delante. No tengo la paciencia, ni la seguridad en mí mismo, que hay que tener para rodar un sólo metro de celuloide. Hasta donde conozco de su historia, C ha sido capaz de soportar todo tipo de calamidades económicas y laborales con tal de seguir persiguiendo su sueño: rodar, hacer cine. Hizo un corto muy almodovariano, protagonizado por María Barranco (C y yo, en nuestros colocones, nos llámabamos "Pepppa", imitando el acento malagueño de la Barranco en Mujeres al borde).
No supe, desde que me fui a Málaga, mucho más de él. Alguna vez, en mi cumpleaños, me llamó. Me alegro de que exista el youtube.
lunes, 12 de enero de 2009
Sábado noche en Morocco
De seguir así, el Morocco terminará convirtiéndose en mi paño de lágrimas. Después de una discusión absurda con el elefante rosa (ya hablada y superada), quedo con R, y nos vamos al Morocco. Además de ese "peque"-incidente, tenía un buen motivo para ir al, probablemente, local más petardo y divertido que queda en Madrid, después de largos años de Álvarez del Manzano y ya va para 5 de Gallardón, que ha decidido terminar con lo poco que quedaba de noche madrileña (con la ayuda inestimable de simiescos porteros de discoteca, mafias rumanas y demás gentes de extrema derecha).
La razón es que me había comprado, en la misma tarde, y también en compañía de R, una camisa "fantasía" con flores azules y blancas estampadas, marca Hugo Boss, que en rebajas se me quedó por 29 euros. Sencillamente, me vi espectacular. No para ir por la calle, obviamente. Pero sí para lucirla en la noche. Me daba un toque moderno irreverente, retro-hippy-hawaiano, gafapástico y tarantinesco, indi-agitanado y revival a la vez, un airecillo a Don Johnson en Miami Vice, mezclado con Morrissey (aunque yo soy mucho más masculino que él, e igual de gay, o más, probablemente).
Total que entramos en Morocco y... o là là... Suena una de mis canciones favoritas, que aquí dejo. Todo un gusto escucharla y bailarla:
PD: la camisa fue un éxito. Ligué con un montón de chicas a las que no revelé mi identidad sexual y tuve en vilo toda la noche.
La razón es que me había comprado, en la misma tarde, y también en compañía de R, una camisa "fantasía" con flores azules y blancas estampadas, marca Hugo Boss, que en rebajas se me quedó por 29 euros. Sencillamente, me vi espectacular. No para ir por la calle, obviamente. Pero sí para lucirla en la noche. Me daba un toque moderno irreverente, retro-hippy-hawaiano, gafapástico y tarantinesco, indi-agitanado y revival a la vez, un airecillo a Don Johnson en Miami Vice, mezclado con Morrissey (aunque yo soy mucho más masculino que él, e igual de gay, o más, probablemente).
Total que entramos en Morocco y... o là là... Suena una de mis canciones favoritas, que aquí dejo. Todo un gusto escucharla y bailarla:
PD: la camisa fue un éxito. Ligué con un montón de chicas a las que no revelé mi identidad sexual y tuve en vilo toda la noche.
miércoles, 7 de enero de 2009
2009
Feliz 2009.
Ya hemos deshojado, día a día, el 2008. Atrás quedó, hecho cenizas.
El calendario es una superstición necesaria, una frontera cultural que divide nuestros periodos personales. En el fondo, soy como todos. Necesito ver, en cada año nuevo, la posibilidad de un nuevo comienzo, de volver a inventarme a mí mismo, de purgarme. Propósitos y objetivos hacen cola: leer la tesis; echarme novio; amueblar mi casita; hacer más deporte y beber menos; llevar una vida feliz y hogareña, sólida y divertida: Plena. En fin, mitologías de año nuevo...
Y quiero creer que, con el año que acaba, 2008, se esfuman los malos recuerdos y las malas rachas. Será que el pasado es el trastero de nuestra mala conciencia, y también, la trituradora con la que creemos deshacernos de la mala suerte.
Es como quemar los trastos viejos la noche de San Juan, con la esperanza de limpiar los malos espíritus y los peores presagios.
Sin embargo, algo me dice que los demonios sobreviven a los cambios de año. Que el equipaje no se aligera y debemos convivir con lo que el destino, el azar, o nosotros mismos echamos en el fardo. De modo que, a apechugar. Pero la misma correa de trasmisión sirve para las cosas buenas. Afectos en los que profundizar, amistades que recargar como una batería que volvemos a enchufar a la red.
Así que, feliz eterno retorno.
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